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Fragmento de uno de los mapas de la época. Biblioteca Virtual del Principado de Asturias
Nueve valles y cuatro villas
Episodios regionales

Nueve valles y cuatro villas

La Cantabria medieval fue un espacio desagregado durante más de medio milenio y fue en el tramo final de esta época cuando comenzaron fenómenos parciales de agrupación

Viernes, 21 de marzo 2025, 07:21

Afinales de la Edad Media, los reyes castellanos eran débiles y necesitaban el apoyo de los aristócratas, a quienes compensaban otorgando derechos económicos y jurídicos sobre determinadas zonas. En lo que hoy es Cantabria y entonces era otras denominaciones, la población, que tenía una tradición de vinculación directa al monarca y de cierta libertad de decisión local, se resistió (Santander por la fuerza) a las pretensiones de oligarcas como Íñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana, su hijo Diego, primer duque del Infantado, o la casa de los Manrique de Lara y los Velasco. Estos se impusieron por la violencia, pero los valles apelaron a la justicia a partir de mediados del siglo XV.

Fueron litigios largos. El primero lo ganó en 1503 definitivamente el valle de Carriedo y el último éxito se registra en 1581. El resultado es que esos territorios quedaron como de realengo, es decir, libres del dominio aristocrático. Si los señores habían sido fuertes cuando el rey era débil, ahora los señores perdían pleitos porque los reyes, desde Isabel y Fernando, eran más fuertes.

El verdadero catalizador de un espacio provincial desde el litoral sería el ascenso urbano de Santander y su desenganche eclesiástico y comercial de Burgos

El caso es que los valles triunfantes de las zonas central (Camargo, Piélagos, Villaescusa, Penagos, Cayón) y centro-occidental (Reocín, Alfoz de Lloredo, Cabezón, Cabuérniga) pensaron que era mejor agruparse y formar la Provincia de Nueve Valles de las Asturias de Santillana, que construyó una casa de juntas en lo que hoy es Puente San Miguel. En 1630, Felipe IV les reconoció el derecho a elegir sus propios alcaldes ordinarios. En 1645, les aprobó las Ordenanzas Generales. Algunas disensiones entre ellos obligaron a la corona a designar, en tiempos de Carlos II el Hechizado, un corregidor, pero cuatro años después se suprimió el cargo.

Durante la primera mitad del siglo XVIII, estos provinciales empezaron a convocar también a otros territorios aledaños para tratar temas de interés común. En 1760 actualizaron las Ordenanzas con luz verde del rey. Aún existían algunos residuos señoriales (condes de Escalante, duques de Medina Sidonia) que no desaparecen hasta cerca de 1780. No obstante, de esas reuniones surgirá la célebre de julio de 1778 en la que se acuerda constituir un 'cuerpo de provincia' con el nombre de 'Cantabria' (y como patronos perpetuos la Purísima Concepción, San Miguel Arcángel y San Fernando el rey de Castilla y León). Hacía ya diez años que el agustino Enrique Flórez, en 'La Cantabria', había demostrado que eran las Asturias de Santillana y las Montañas Bajas de Burgos las que podía reclamarse como herederas geográficas de la Cantabria de las fuentes clásicas grecorromanas y visigóticas. Así pues, hay un hilo que nos lleva de las pugnas entre valles y nobles de la baja Edad Media hasta el intento de formar una provincia 'Cantabria' en el umbral de la Edad Contemporánea.

Una ojeada al mapa permite, sin embargo, ver que esta fracción de las Asturias de Santillana no podía ser núcleo bastante de agregación del espacio político. Tenemos aquí que dirigir nuestra atención a otra asociación, totalmente marítima y que también viene produciéndose desde la baja Edad Media: la Hermandad de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar, a saber, San Vicente de la Barquera, Santander, Laredo y Castro-Urdiales. Esta hermandad, sola o aliada con otras cantábricas y especialmente las vascas (que entonces nadie llamaba 'vascas' de ninguna manera, porque los vascos, hasta el siglo XVIII, siempre fueron los de Gascuña), desempeñaba un importante papel para una Castilla en ascenso dentro de la península y en la geopolítica europea.

Aquella Castilla tenía, en su parte norte, la gran referencia de Burgos, con sus comerciantes y sus poderes eclesiásticos. Mientras Burgos mandase, Laredo habría de ser, por más directa relación, puerto principal. Isabel la Católica crea en 1494 el Consulado del Mar en Burgos, desapareciendo la Hermandad de las Marismas que agrupaba a las villas marineras cántabras y las vascas desde 1296. Así los Reyes instituyeron a continuación el Corregimiento de las Cuatro Villas de la Costa de la Mar, donde Laredo tuvo pronto el papel más prominente, hasta mediados del XVIII, de modo que el llamado Bastón de Laredo abarcaba gran parte de la Cantabria de hoy e incluso una parte oriental de Asturias.

A partir del Renacimiento, pues, podemos ver cómo se forman cinco grandes bloques, no siempre estables, de los que tres son del rey (Cuatro Villas de la Costa de la Mar, Nueve Valles y Campoo) y dos señoriales (Mayordomado de la Vega y Liébana; Soba, Ruesga y Villaverde). El Antiguo Régimen era un laberinto de jurisdicciones superpuestas, de ahí también su constante litigiosidad. Alguna junta de las Cuatro Villas a mediados del XVI, como la que narró Tomás Maza Solano en 1930, muestra que a veces se llamaban a sí mismas, informalmente, 'provincia', y que deseaban tener un interlocutor propio antes las Cortes. Fueron las Cuatro Villas la que, con no mucho éxito, trataron en 1727 de organizar una llamada 'provincia de Cantabria', un poco oficiosamente pero ya apuntando la idea (quizá después de la apología montañés-cantabrista de Pedro de Cossío y Celis en 1688), con cinco diputados para sendas áreas, más un diputado general. Pero el verdadero catalizador de un espacio provincial desde el litoral sería el ascenso urbano de Santander y su desenganche eclesiástico y comercial de Burgos.

Los problemas tributarios derivados de la Guerra de la Convención contra los revolucionarios franceses hicieron daño al comercio en Santander, que se apresuró a impulsar en 1796 un espacio unido y apeló a la 'Provincia de Cantabria', formada por los Nueve Valles y los agregados. Pero pronto se le pasó la fiebre unionista, al crearse en 1801 la Provincia Marítima de Santander. Esta sufre muchas vicisitudes hasta que, después de la Guerra de Independencia, es restablecida por Fernando VII. Pero su sentido fue siempre más hacendístico que político. Es de la Constitución de Cádiz de 1812, y de su sobresaltado desarrollo posterior en 1822 y 1833, de donde surge la posibilidad cierta de contar con una Diputación provincial que organice unitariamente un territorio. Ese sería el final de la disgregación del tercio norte de lo que había sido la extensa Cantabria de los visigodos, y el umbral decisivo hacia la Cantabria actual. Habían pasado 1.100 años, de los cuales 300 consumidos en estos empeños de cuatro villas y nueve valles.

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