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Galardonado con el Premio Pablo García Baena en su segunda convocatoria, 'Hojas de acanto y rosas', el tercer libro de poesía del madrileño Luis Bravo, antes había publicado 'Triestino' (2021), un homenaje a la editorial Trieste que se repite en su libro de relatos 'La noche de San Silvestre' y en un poema del libro que comentamos, 'Libros de Trieste' y 'Las horas grises' (2022), rinde tributo al poeta cordobés de la mejor forma posible, apostando por una poética esteticista y de antecedentes barrocos, como la del propio García Baena, aunque sean muchos los aspectos que las diferencias, especialmente los que tienen que ver con la armonía rítmica –más desaliñada en Bravo–― y con el gusto por el ornato semántico, exuberante e, incluso efectista en el maestro, más preciso en el joven poeta. Muchos son, por otra parte, los puntos de contacto, no solamente con García Baena sino con una poética de carácter neorromántico que apuesta por una relectura de la naturaleza y una visión colorista de lo contemplado, sin olvidar la sensualidad a flor de piel que trasmiten muchos de sus versos, aunque con un erotismo más que explícito, solo insinuado. El propio título del libro nos predispone a imaginar que su contenido supone un regreso a la tradición occidental. No podemos olvidar que en la Grecia clásica las hojas de acanto eran un símbolo de la vida eterna y que inspiró a muchos artistas, entre ellos al escultor Calímaco, quien fue el primero en utilizarla en los capiteles de las columnas que sostenían los templos. Por su parte, la rosa ha sido desde tiempos inmemoriales símbolo del amor y de la pasión, de la belleza y la pureza, pero también de la fragilidad y la fugacidad. Sobre estos dos polos gravitan los poemas de este libro, dividido en dos secciones, de casi similar extensión, pero de diferente propósito. En 'Acanto', las preocupaciones existenciales están cargadas de melancolía y renuncia, como vemos, por ejemplo, en el poema 'Nostalgia', que comienza con estos versos: «¿Por qué esta desgracia?» o de pesadumbre: «¿Crees que la vejez / difumina después de percibir claramente / su existencia? Los que son más felices / nunca han pensado si hay misión por terminar». En la sección titulada 'Rosas', la exaltación vital se sustenta en evocaciones del pasado. Unos tallos secos, un arcón 'tallado por el abuelo', la llegada del otoño o la imagen de unos ojos serenos al levantar la vista de los libros.
Autor: Luis Bravo.
Editorial: Cánticos. Col. Doble Orilla.
Páginas: 76.
Precio: 14,95 euros
Por encima de la vinculación temática entre ambas secciones, muy notable, lo que las unifica es el tratamiento lingüístico que Luis Bravo maneja con excelente tino. Fiel exponente de la tradición barroca, el poeta es capaz de actualizar los tropos más comunes sin recurrir a ... un culturalismo exorbitante, aunque si demuestra su fidelidad a ciertos recursos léxicos como los hipérbatos, muy frecuentes en este libro, como, por ejemplo: «De pensarlos igual que escurridas opciones / que no tomé pero se vuelven lacias / cuando se mezclan con otras y resquebrajan / su capa de futuros imposibles, / similar al actuar de la memoria / vuelta sobre lo acontecido por si enmendarse» o «La rampa envuelta en lona te gustaría en carboncillo / grabarla, en las rayas de un croquis sin fecha que indique» o silepsis gramaticales, como esta referida a la amistad: «Es el clavarse de su escasez / lo que tiene como siempre una peste a hueso / dejado para saciarnos…», entre otros recursos literarios.
Lo cierto es que la forma en que se combinan las palabras en los versos renuevan el asombro por su apasionante brillantez metafórica, por la rotunda expresividad de su elocuencia que siempre nos ofrece algo inesperado capaz de desestabilizar la mente, por la inaudita longitud sintagmática: «Se escribe del amor y de la muerte / como el alumno que aplica tribulaciones / de una fortaleza venida de la lectura / que batiera el fango de su duermevela / sobre el centón de apuntes sin otro valor / que rivalizar mares turbulentos / con ingenios a la altura de los maestros». En estos poemas el sentido se impone al sonido, la música que palpita en esta prosodia es solo servidumbre del léxico, lo que propicia cierta dificultad en percibir los detalles, en captar el sentido último de lo expresado, pero es muy posible que facilite la forma en que el yo se relacione con su propia alteridad, un yo que no encuentra aún en los poemas una forma de perpetuar la belleza y la pérdida: «He de irme, lo sabéis, porque nada refuerza nombraros / por muchos poemas que, en pos de lo hermoso, os dedique». Una parte de la crítica tiende a denostar la dificultad y la extrañeza, pero, desde mi punto de vista, en ellas reside en gran medida la esencia de la poesía.
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