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«Hay gente que necesita los números para vivir», escribe Jesús Urceloy en el primer verso de este poemario. Personas, nos dice, que se preocupan por si habrá encogido el mundo o se habrá dilatado por el efecto invernadero, por los numerus clausus de Harvard, la altura del Aconcagua o el número de veces que hace falta masticar un alimento. Gente feliz o atormentada si sus cuentas cuadran, o no cuadran. «Y yo les amo igual/ pues el día que falten quizá el mundo / comience a derretirse», confiesa el poeta.
Autor Jesús Urceloy
Editorial Ya Lo Dijo Casimiro Parker, 2024
Páginas 88
Precio 12 euros
Este madrileño del sesenta y cuatro, que lleva décadas impartiendo magisterio en talleres y escuelas de escritura, melómano, editor y rapsoda incomparable, es además y ... sobre todo uno de los más sensibles e inteligentes autores de la poesía española actual. Y, además, un poeta preocupado por la palabra, sí, pero tanto o más por los números, pues si algo tienen sus versos es humanidad sí, pero sobre todo medida. Así es este Urceloy, un grande. Gran desconocido, tal vez, pero también gran poeta. Y no es que vaya a contracorriente del mundo, sino que su recorrido es tan personal e insólito que ha acabado por transitar lejos de los senderos comerciales. Fuera de pista, vamos, pero por el mismo camino hacia el Parnaso.
Con esta última entrega, Urceloy se llevó contra pronóstico el premio José Hierro –el de San Sebastián de los Reyes, no el del consistorio santanderino–, que alcanzaba ya la trigésimo quinta edición. Un galardón de prestigio, que el jurado –compuesto por Pureza Canelo, Julio Martínez Mesanza, Olvido García Valdés, Manuel Rico y Carolina Alba Castro– le otorgó en decisión dividida.
¿Qué por qué Urceloy ganó a los puntos y no por KO técnico? Pues parece ser que este autor no es para todos los gustos. Su fórmula es inusual, porque apuesta por la línea clara, quizás en la línea de Luis Alberto de Cuenca, pero por otro lado no renuncia a la métrica tradicional, a la preocupación por el ritmo, a la palabra elegante y a cierto regusto clásico; sin embargo, su temática y su argumentario son radicalmente contemporáneos, cual un Carlos Edmundo de Ory de nuestros días, que lo mismo te habla de los 'amigos' de Facebook que se encomienda a Kant o llama por teléfono a Dios.
Una fusión compleja, pero de resultados esplendorosos: para unos, un elegante spritz veneciano; para otros, un cóctel molotov. Elijan.
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