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Luna Park, el parque de atracciones de Coney Island, no es el original sino una reconstrucción del mítico y primigenio. Sin embargo, según nos desvela Marina Perezagua, «sigue manteniendo el aura paradójica de un mundo que continúa funcionando, aunque ya no exista». Un poco como el resto del mundo, y no solo el que retrata en el libro, como la Ucrania invadida por Rusia, o los suburbios a ambos lados del charco: una misma palabra para los barrios ricos en Estados Unidos y para los arrabales aquí, como la Alameda sevillana, en tiempos epicentro de la prostitución.
A través de los diez relatos breves que conforman este 'Luna Park', su tercera colección de cuentos, la escritora y profesora universitaria Marina Perezagua (Sevilla, ... 1978) retrata la sociedad contemporánea estadounidense, y más en particular la de Nueva York, donde reside desde hace dos décadas. Y lo hace más a partir de lo que no cuenta que de lo que cuenta: en la dedicatoria define su libro como una «rebelión silenciosa de lo no dicho», inspirándose en el cuadro de Fe Blasco 'Las palabras mienten'.
Autor Marina Perezagua
Editorial Páginas de Espuma, 2025
Páginas 120
Precio 17,00 euros
Y las palabras no lo sabemos, pero los personajes de Perezagua, o más bien las narradoras, porque siempre habla una mujer en primera persona, pecan más bien de sincericidios, porque son de las que disparan contra todo: contra los que ponen música en la playa, los que se bañan y tienen el culo gordo, los feos que hablan de «belleza normativa», los vecinos que no te ayudan a subir la compra y hasta contra los cuarentones que se empeñan en formar un banda de rock amateur; son personajes que habitan en su particular burbuja, pero no pueden o no quieren verla. Que detestan a sus parejas, o que encuentran conexiones con los demás no exactamente a través de la sororidad sino por oposición a un tercero, sea un individuo o un colectivo.Especialmente interesante resulta el primero de los relatos, 'Violeta no tiene porqué', que casi actúa como una poética o declaración de intenciones, y a partir de la comparación –desafortunada, aclara– entre la maternidad y la creación literaria brinda muchas reflexiones metaliterarias: «El escritor no suele parecer altruista, pero desea parecerlo». Y también: «escribo sin temor a la recepción por parte de lectores o críticos»; más o menos, como los cuarentones empeñados en tocar heavy metal con sus amigos, a los que tampoco les preocupa lo que piensen las escritoras.
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