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Megan Marshall (Okland, California, 1954) fue alumna de Elizabeth Bishop –«una mujer pequeña de cabello blanco, serena y sonriente, vestida con un elegante traje de lana negro»–, a quién había conocido en la primavera de 1975, cuando la poeta fue invitada a participar en un Taller de Poesía en Harvard impartido por Robert Lowell. «Yo era del peor tipo de estudiante de poesía: casi analfabeta en poesía contemporánea y escribía para aliviar una tristeza anquilosante que se había apoderado de mí», afirma Marshall, «Aún así –continúa- conseguí ser admitida en la clase de Elizabeth Bishop en otoño de 1976».
La inclusión de estas reflexiones en torno a la experiencia de la biógrafa como alumna y cómo llegó a hacerse escritora en la biografía de la poeta Elizabeth Bishop, una experiencia plagada de emociones contradictorias –Bishop, pese a ejercer de profesora, pensaba que no se ... podía enseñar a escribir poesía–, aporta un elemento de frescura e inmediatez, de intimidad en la narración difícil de lograr con la mera descripción de los sentimientos, los sucesos y las anécdotas, de la historia, que conforman toda una vida. Después de dejar atrás varios destinos laborales, Marshall por fin emprende la tarea de escribir biografías, 'Las hermanas Peabody: tres mujeres que encendieron el romanticismo estadounidense' y 'Margaret Fuller: una nueva viva americana', con la que recibió el Premio Pulitzer en 2014 fueron las primeras.
Titulo Elizabeth Bishop. Un milagro para el desayuno
Autor Megan Marshall. Traducción: Laura de la Parra
Editorial Vaso Roto.
Posteriormente, gracias a una serie de coincidencias, entre ellas la de encontrarse de nuevo con Millie Nash, antigua compañera, se embarca en el proyecto de escribir la de su profesora: «A partir de las notas y los apuntes del diario de Millie pude reconstruir una cronología, y encontré más poemas míos en un archivo de la Biblioteca Beinecke de Yale […]. Pero mi historia pasó rápidamente a un segundo plano ante lo que descubrí de la señorita Bishop». Entre esos descubrimientos estaba el archivo de Elizabeth Bishop en Vassar que contenía cartas escritas a su psicoanalista, cartas a Lota y Alice, su último gran amor. Con toda esta documentación inédita más la ya conocida, Marshall ha escrito una maravillosa biografía de una de las más influyentes poetas norteamericanas, 'Elizabeth Bishop. Un milagro para el desayuno' subtítulo que procede de la sextina de Bishop 'Un milagro para el desayuno', que el poeta John Ashbery leyó en su funeral. No es la primera biografía que se escribe sobre ella ― –por ejemplo, Bret Millier publicó en 1992 su 'Elizabeth Bishop: Vida y memoria', Michael Sledge 'Cuanto más te debo' y Carmen L. Oliveira 'Flores raras y banalísimas', estas dos últimas, centradas en la relación de la poeta con Lota de Macedo Soares–, pero, sin duda, es esta que nos ocupa la que mayor conocimiento de la poeta, en todas sus facetas, la íntima, la poética, la social, ofrece.
Bishop nació en Worcester, Massachusetts, el 8 de febrero de 1911 y no disfrutó de una infancia feliz. Su padre falleció cuando ella era una niña y su madre no tardaría en ser internada a causa de una enfermedad mental en un hospital. Estas circunstancias motivaron que careciera de un hogar estable ya que durante años su vida transcurrió a caballo entre sus familias materna y paterna respectivamente, lo que provocó una aguda sensación de soledad y de incomprensión, quizá las causantes, junto con la influencia de sus tías, de su pronta vocación lectora y escritora: «A los ocho años empezó a escribir, añadiendo sus propias palabras al almacén de poemas memorizados». Era una niña delicada y enfermiza. Comenzó entonces a padecer ataques de asma, ataques que le acompañaron toda su vida, pese a lo cual fue una excelente nadadora y una intrépida aventurera. Sus lecturas infantiles dieron paso a un conocimiento de la poesía moderna, desde George Herbert a Wallace Stevens, aunque la poeta que marcó su devenir poético fue Marianne Moore, con quien se entrevistó por primera vez en el Biblioteca Pública de Nueva York. Otra influencia notable, en este caso más de carácter vital que literario, fue el también poeta Robert Lowell, su más inquebrantable amigo. Sus relaciones sentimentales provienen generalmente de compañeras de estudios. Con alguna de ellas realiza enriquecedores viajes a Europa y a otros lugares de América. Su vida tuvo muchos domicilios, aunque hubo periodos de relativa estabilidad –―los catorce años que pasó en Brasil junto a Lota–―, al menos física, porque la emocional suponemos que no la consiguió del todo nunca, de ahí su adicción al alcohol ―–que compartió con alguna de sus amantes–―, a las terribles borracheras con los consiguientes sentimientos de culpa y las promesas ―siempre incumplidas― de no volver a hacerlo. Su escritura se resintió. Le costaba un triunfo escribir un poema. Era muy autocrítica, por eso su producción es muy escasa: 'Norte y sur' (1946), 'Poemas: Norte y sur/ Una fría primavera' (1955), que obtuvo el Premio Pulitzer, 'Poesía completa' (1970) por el que recibió el Premio Nacional del Libro, y 'Geografía III' (1976), libro que consolidó su reputación literaria. Bishop vivió sólo tres años más y murió a los 68 años de un aneurisma cerebral en 1979.
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