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Una de las características capturas fotográficas del autor, tomada en Helsinki, Finlandia, en 1982. Pentti Sammallahti
Pentti Sammallahti, artesano del silencio
Fotografía

Pentti Sammallahti, artesano del silencio

'Miniaturas'. El título hace referencia al trabajo artesanal, la delicadeza, a la dedicación absorbente, que puede disfrutarse en el Palacete del Embarcadero

Gabriel Rodríguez

Santander

Viernes, 28 de marzo 2025, 07:23

En el Palacete del Embarcadero, está abierta la exposición titulada 'Miniaturas', de Pentti Sammallahti (Helsinki, 1950), uno de los fotógrafos contemporáneos más valorados de Europa, comisariada por Anne Morin. El título, 'Miniaturas', hace referencia al trabajo artesanal, a la delicadeza, a la lentitud, a la dedicación absorbente, apasionada. La fotografía planteada como emoción y como conocimiento, como forma de investigar las razones de estar en el mundo. Como ha dicho Eva Ranea, una joya expositiva, un lujo para los sentidos.

Son fotografías en las que hay pocas cosas que ver y mucho que reflexionar, miniaturas desarrolladas en un espacio intimista, precisos y minuciosos trabajos de orfebrería, de formato pequeño, sólidos y quebradizos. Son encuentros en soledad de animales vagabundos, solitarios, filosóficos. Sammallahti parece buscar el detalle mínimo, el que es necesario para que se genere la belleza, el incidente que rompa la monotonía, que rompa el marco restrictivo e inaparente de lo nombrado, de lo ya sabido, y abra un espacio para la sorpresa y la meditación.

Nos encontramos con lo natural, no como oposición, sino como lugar en el que se refleja lo humano. Nos muestra animales humanizados, en el buen sentido, si es que esto fuera posible. Y vemos la energía de esos animales inmersos, integrados, dialogando con el silencio y la energía del paisaje. Nos muestra la delicadeza sobrecogedora, romántica, del ser vivo, solitario, anclado en el tiempo atmosférico, en el tiempo de los meteoros, en la transitoriedad. Nos sorprende la fuerza de la vida, la magia del momento, la mirada que se cruza, que se compenetra y se compadece entre el animal y el humano que comparten un territorio inclemente, crepuscular. Nos acercamos a la belleza que está a punto de desaparecer, pero que se detiene en ese instante tan bello. La grandeza inconmensurable de la tierra bajo un cielo incierto.

Fulgor dramático

Me ha llamado la atención la fotografía del niño durmiendo abrazado a su perro. La relación inocente y profunda, inexplicable, imposible de traducir en palabras. Es la escena propia de un cuadro de Caravaggio. Son imágenes de fulgor dramático, en las que hay amor y tragedia, todo un mundo de sensaciones, de olor, viento, tacto, integración en el lugar. El niño y el perro, la unión del niño y la naturaleza animal, la confianza mutua, la inocencia clarividente, el sueño compartido, la soledad, la simbiosis de sentimientos muy olvidados.

Otra imagen en Helsinki, tomada, en este caso, en 1997. Pentti Sammallahti

Muchas veces son parejas solitarias, dos seres vivos que se encuentran. Podemos sentir cómo se relacionan y entrelazan los vectores que dibujan las figuras complejamente conectadas del gran árbol solemne y del simio que descansa a sus pies. Paisajes de devoción sobrenatural, de peregrinos prehistóricos caminando descalzos sobre las rocas. Cielos, árboles, pájaros, perros, seres solitarios, extrañas parejas, que parecen observarse sin urgencias, relajadas, desde siempre, como si fuera la primera vez.

Es una exposición reconfortante, frente al espectáculo de infantilización o, mejor dicho, de banalización de la infancia que invade museos y centros de arte, muy diferente del enorme interés que pueden tener las formas de conocimiento y creatividad propias de la primera infancia. La belleza siempre tiene, o procede de algo que ha tenido, un sentido en la lejanía. También es reconfortante que huya de la tendencia al espectáculo del gran formato.

Maestro artesano

Pentti Sammallahti nos dice que recibe las fotos, no las toma. Hay una pasividad contemplativa y activa en su trabajo, una apertura necesaria para poder sentir, dejarse impresionar por lo que nos rodea. Es un maestro artesano que investiga técnicas analógicas tradicionales de impresión, nuevos virados sutiles, esmerados. Nos ofrece una fotografía orgánica, cálida, artesanal. Trabaja e investiga sobre todo el proceso, el registro, revelado, positivado y virado, sobre el diseño y las técnicas de impresión, como responsable de todos los pasos necesarios para la edición de sus libros de fotos.

No busca, encuentra o, mas bien, deja que las imágenes lo encuentren abierto, receptivo. Recibe composiciones inéditas que viven al margen del lenguaje, nuevas, frente a las que el espectador se enfrenta sin tener una descripción lógica, verbal, adecuada, nutridas de referencias surreales, contagiadas de la magia de lo cercano, a la vez que de la crueldad natural propia de los cuentos infantiles. Son, como los sueños, historias sin palabras, que conectan por esta razón con el surrealismo. Hay, también humor, un sutil sentido nórdico e irónico del humor. Guillermo Balbona nos habla de fábulas, de poesía visual, de criaturas que parecen vagar sin rumbo.

El tiempo es un tema central de esta exposición en cuyas imágenes nunca hay prisa, urgencias, afanes, son escenas en las que el tiempo cronológico se ha disuelto en el atmosférico. Por eso hay una presencia fuerte, una permanencia atemporal en estos paisajes insólitos, desolados, fríos, que acogen diálogos distantes o soledades aceptadas. Son seres que marcan su singularidad por medio del fuerte contraste, de la sorpresa que dibuja el negro intenso sobre un blanco níveo o viceversa.

Los vuelos sin finalidad de los pájaros y la transitoriedad del vuelo de la vida humana se reflejan en el tema recurrente de las aves. Hay un mensaje misterioso en los dibujos efímeros de los seres que viven en el aire, en la comunicación necesaria y hermética que modela sus coreografías acrobáticas, sus juegos aéreos, sus dibujos gratuitos, sus mensajes silenciosos e indescifrables. La inconsistencia, la fragilidad y la fuerza de lo vivo.

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