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La poesía es imprescindible; la mayoría de los libros de poesía que se publican son perfectamente prescindibles. O dicho con otras palabras: hay demanda de poesía, pero no, salvo excepciones, de libros de poesía. ¿Cómo se explica esa paradoja?
El libro no le sienta bien a la poesía lírica. Es un punto de llegada, no de partida. Góngora fue uno de los poetas más leídos, admirados, discutidos, detestados de su tiempo y, sin embargo, su obra solo póstumamente se recopiló en volumen. Cuando Espronceda ... publicó su primer y único libro, en 1840, dos años antes de su muerte, ya era un poeta famoso. Incluso después de la invención de la imprenta, incluso muchos años después, la poesía lírica se difundía de forma manuscrita, como canción, en lecturas públicas, en revistas. El libro recopilaba los textos que habían tenido más aceptación. Jorge Guillén solo publicó su primer volumen en 1929, pero ya para entonces, gracias a los adelantos en diversas revistas, era una de las voces más influyentes en la nueva poesía (su huella es patente en 'Perfil del aire', de 1927, a pesar del empeño de Cernuda en ocultarla).
Titulo El sol y otras estrellas
Premio XXXVI Premio de Poesía Generación del 27.
Editorial Visor. Madrid. 2024.
Páginas 60.
Precio 12,00 €
Al deterioro de la poesía contemporánea han contribuido, más que las calumniadas redes sociales y las lecturas públicas de los despectivamente llamados 'parapoetas', los innumerables premios literarios, casi todos financiados con dinero público. También las becas a la creación, pero su daño es menor al ser menos abundantes. Cuando la producción es muy superior a la demanda, no se debe animar con subvenciones a aumentarla.
Las lecturas públicas siguen siendo fundamentales para la difusión de la poesía, y a las copias manuscritas del Siglo de Oro y a las revistas tan decisivas en los comienzos de las generaciones del 27 y del 50, les ha sustituido internet, que ha hecho el milagro de que tengamos a mano y en el momento preciso el poema que necesitamos. ¿Habría que publicar en libro solo a los poetas que tengan más seguidores? Antes que a los que no tengan ninguno, desde luego.
Motivan estas reflexiones la lectura de 'El sol y las estrellas', de Raquel Lanseros, premio Generación del 27. Hay en el libro poemas excelentes, pero el conjunto resulta fallido. Y algo tienen que ver en ello una exigencia cada vez más extendida en los premios de poesía, que todos los textos sean rigurosamente inéditos, y la tendencia a preferir los libros unitarios a las 'simples' recopilaciones de poemas sueltos.
Del libro de Raquel Lanseros sobran bastantes poemas que no habrían pasado una criba medianamente rigurosa si no fuera por la necesidad de llegar a un mínimo de versos. Cito algunos: el inicial, con sus trabajosas variaciones sobre el término 'creer', que anima poco a seguir leyendo; el lorquiano romance 'Verde vereda de asfalto' (que ni siquiera encaja con el tema del libro), o la reescritura del soneto anónimo 'No me mueve mi Dios para quererte'.
'El sol y las demás estrellas', título tomado del tan citado verso con que Dante concluye su 'Divina comedia', trata del amor en todas sus manifestaciones. Cualquier poeta se lo pensaría dos veces antes de dedicar un libro entero a un tema tan manido y tan propicio a incurrir en el tópico. Raquel Lanseros consigue escapar a él en más de una ocasión. La primera con el poema 'Madre', que juega con la tipografía como los poetas vanguardistas, pero con otra intención (sobran quizá los cuatro versos finales, que parecen tratar de explicar lo que no necesita explicación).
Se esfuerza Raquel Lanseros por lograr variedad dentro de la unidad. En 'Fascinus', una acumulación de metáforas irracionales tratan de definir «el sexo de mi amado»; «Me recorre tu lengua reverente» comienza otro de los poemas, y en 'Joie de vivre' se habla de «el esponjoso tacto de tu glande» (también, extrañamente, de «la mucosa frutal de tu intestino»).
Más narrativo, y con menos riesgos expresivos, resulta el poema dedicado a la amistad, que lleva por título un número de teléfono al que ya nadie responde. O los que hablan de otros amores, 'Bodas de Santiago y Julia', 'Dos almas tutelares'.
Al amor se le intenta definir en 'El todopoderoso', con acertada mezcla de imaginería cósmica y cotidiana: «Miradlo reclinarse en la infinita bóveda del cielo, / Contempladlo arrastrar en los andenes / maletas somnolientas cargadas de satélites. / Escuchadlo cocer en las cazuelas / de las cocinas humildes de las casas».
Sobran páginas en 'El sol y las demás estrellas', ciertamente, sobran lo que parecen ejercicios de taller, pero lo salva un puñado de emocionantes poemas escritos con las palabras de todos los días, sin esforzado retoricismo. Es el caso de 'La casa del futuro', donde se alude a la muerte con palabras de Juan Ramón Jiménez: «Dime que tú estarás / cuando se queden los pájaros cantando». o 'Ganar y perder', términos que al final acaban siendo sinónimos.
Como todo, los premios literarios tienen sus inconvenientes y sus ventajas, pero su proliferación hace que sus ventajas sean cada vez menores, salvo para los poetas que empiezan y para quienes encuentran en ellos un segundo sueldo. Una moratoria de un quinquenio o dos sin galardones poéticos financiados con dinero público sin duda ayudaría en gran medida a la limpieza del ecosistema literario.
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