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Pombo fue reconocido como Cántabro del Año en la gala del Anuario 2023 de El Diario Montañés. Daniel Pedriza
Un relato piadoso y despiadado
Novela

Un relato piadoso y despiadado

Álvaro Pombo regresa con 'El exclaustrado', una gran reflexión autorreferenciada sobre Dios y las dudas que nos desasisten a lo largo del tiempo

Mario Crespo

Santander

Viernes, 13 de septiembre 2024, 07:28

'El exclaustrado', la inminente novela de Álvaro Pombo, terminada en 2020, resulta un relato piadoso y despiadado en torno a la relación de cuatro personajes. El que da título es Juan Cabrera, un intelectual de setenta y cinco años que, a los cincuenta, tras sentir que había perdido la gracia divina y convencerse de que la Iglesia es un impedimento para llegar a Cristo, abandonó el convento benedictino de Nuestra Señora de Ciriego (genial reminiscencia santanderina, con paisaje incluido). Se enclaustra en su pequeño piso madrileño, lee vorazmente y redacta un libro sobre su experiencia espiritual que no ha logrado terminar. Atenazado por la «voz de la conciencia», e incapaz de releer su propia biografía, vive inmerso en su subjetividad, de puertas adentro, en una penosa infructuosidad pasiva influida dramáticamente por su conocimiento de Sartre.

Este mundo cerrado, en cierta manera egoísta y fracasado, se ve alterado por el reencuentro con su sobrino Jaime, que a su vez acaba incorporando a Antón Rubial, profesor de Filosofía del Derecho y, en su día, novicio en el mismo convento de Juan Cabrera, que le denunció por un acto impúdico y precipitó su expulsión. Antón, inteligente y retorcido, planea una venganza en la que entra, sin aparentemente quererlo, la cuarta esquina del cuadrado, Petri Gillard, 'la periquita'. Después de sufrir una 'tornaboda martirial' con su marido Antón, Petri inicia una relación con Jaime y entra en contacto con el exclaustrado-enclaustrado, que por fin se siente así útil y activo, en contacto con unos jóvenes que viven en el desapego, en 'la nueva normalidad líquida'.

«Frente a otras de sus novelas, los personajes buscan la redención afuera y no en el interior. Un relato sombrío sobre la salvación imposible»

Cabrera llega a compararse con el erudito Casaubon que se casa con Dorothea en ´Middlemarch` de George Eliot: «El sentimiento común que los unifica o los asemeja es un sentimiento de libertad respiratoria que cada cual experimenta por sí mismo y que es común a los dos como en la Casa de Campo es común a los dos la azul y rosa silueta del Guadarrama en la distancia».

Frente a otras novelas de Pombo, parece que aquí los personajes han de buscar su redención afuera, más que en el interior.

Naturalmente, no contaremos más del argumento, del conflicto de la novela. Hemos dejado en escena a los personajes principales y será el lector quien descubra los recelosos recovecos, los actos ignorantes y los retorcimientos morales entre ellos, en unas páginas que se suspenden hacia un final que el lector no puede prever. La digna insignificancia con retranca de Juan, la irrealidad lastrada de Petri o la insustancialidad de Jaime se articulan en un conflicto en buena parte urdido por Antón, que se reconoce como «el relator que pone en relación toda la farsa». Pero lo que el relato no es, precisamente, es simplemente una farsa o «un folletín que se precia de sí mismo».

La novela puede leerse como una gran reflexión autorreferenciada sobre Dios y las dudas que nos desasisten a lo largo del tiempo. Al fin y al cabo, Juan Cabrera, este intelectual pasivo cuya exclaustración ha sido el paso previo a su enclaustramiento, se dedica sobre todo a «pensar en Dios», según reconoce, en medio de un mundo que parece haberse olvidado de tal concepto y su experiencia subyacente, y aprecia la desatada narratividad de la teología en torno a la Palabra.

De hecho, hay en 'El exclaustrado', como en tantas novelas de Pombo, una importancia descomunal del hablar, con diálogos soberbios (a mi juicio), en los que lo que se dice es sólo una manifestación empobrecida de la comunicación compleja: Petri y Jaime se desvanecen con el hablar seductor de Antón, por ejemplo. Y leemos: «como Rilke: costumbres, no tenemos suficientes costumbres, todo pasa y muere hablándose».

La lectura de 'El exclaustrado' nos deja numerosas referencias a textos paremiológicos y populares (Pombo juega inteligentemente con dos refranes muy conocidos, «la casada casa quiere» y «el hábito (no) hace al monje») y, por supuesto, de alguno de los autores fundamentales de la biblioteca de Pombo: Platón, San Agustín, Bernardo de Claraval, San Juan de la Cruz, Shakespeare, Heidegger, Lorca, Ortega, Zubiri, Beauvoir, Levinas. Afirmar que Pombo ha aprovechado «el color de la filosofía» para construir una ficción se antoja aquí ya insuficiente: son sus personajes (y su propio papel como narrador en una constante interrogación sobre lo que ellos piensan y hacen) los que vivifican los conceptos filosóficos que han preocupado al escritor desde adolescente. Pero el lector apreciará en 'El exclaustrado' el significativo protagonismo de Sartre, en especial de dos de sus obras, 'El ser y la nada' y 'El idiota de la familia', que inciden en Juan Cabrera trastornando su concepción de la conciencia y de la libertad, de Dios como una idea caduca, de la necesidad de hacerse continuamente en conflicto y del ser humano como un universal concreto, que se reproduce en su época como una singularidad. En su trabajo biográfico sobre Flaubert, Sartre incide en la autoconciencia y en la locura asociada al lenguaje, aspectos indisolubles a nuestra percepción del exclaustrado.

Pombo traza, en 'El exclaustrado', una nueva vuelta de tuerca en el proceso de transformación de unos personajes en conflicto, en un despiadado juego entre un bien y un mal indiscernibles, enredados entre sí, en el que el pasado resulta aún amenazante («el pasado es contrahistórico aunque sea esencial para nosotros»). La novela es también, por tanto, un relato sombrío sobre la salvación imposible de unos personajes inactivos y escrupulosos: «Nadie salva a nadie. Nadie puede hacerlo a menos que aquel a quien se quiere salvar quiera ser salvado».

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