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Rosario era morena, menuda, con ojos oscuros como el carbón y manos delicadas. Rosario pintaba con colores cálidos, sin caos en sus composiciones, salidas del pincel de una mujer. Rosario era madrileña, pintora y aborrecería cada una de estas palabras de su descripción. Porque Rosario de Velasco, RDV, era artista y quería que se la considerase como tal. Pero, en su caso, para juzgar su obra, primero ha sido necesario encontrarla.
El Museo Thyssen inaugura el próximo martes, día 18, la primera exposición monográfica de su trabajo. Una muestra que cuenta con la colaboración del Museo de Bellas Artes de Valencia, que contará con 30 pinturas de la autora figurativa española, que muchos han visto, pero pocos conocen. El día que Rosario habría cumplido 120 años, se pusieron a la venta las entradas para adentrarse en su universo creativo. «Un bonito regalo», dice su sobrina, Toya Viudes de Velasco, artífice empecinada de que este proyecto haya visto la luz.
Como una presencia constante, colocada en el salón familiar, los verdes, amarillos y naranjas de 'Las Lavanderas' coloreaban el día a día de Toya. Cuatro mujeres repartidas en la tarea de transportar, lavar en el río, retorcer y colgar entre los árboles prendas blancas. Rutinas hechas eternas por el pincel de 'La tía Rosario'. Así la conocían en la familia. Una creadora inquieta, vivaz y prolífica que se codeó con el mundo de la cultura, viajó por el mundo, fue premiada internacionalmente y después, olvidada. El cuadro, un regalo a su hermano, fue cambiando de paredes y de miradas familiares. Maruja Mallo, Rosa Chacel o María Teresa León, fueron algunas de sus amigas, como también la cántabra Concha Espina o Lilí Álvarez, campeona de tenis a la que retrató en la década de 1930 y con la que solía practicar este deporte. Rosario fue también una viajera empedernida y disfrutaba con el montañismo, el esquí y la escalada.
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Toya, periodista que ha pasado una década viviendo en Colombia, recuerda haber visto en el Museo Reina Sofía el cuadro 'Adán y Eva', firmada con esas tres iniciales inspiradas en Durero, que generaron en su mente una reflexión bifurcada. «Qué buena era», por un lado. «¿Qué ha pasado para que no se sepa nada de ella?», por el otro.
Con esa pregunta como motor, aquel siglo XX mediado en el que su tía pintó sin descanso, se dio la mano con la velocidad del XXI. La frase hecha de «Twitter haz tu magia» se convirtió en realidad. En apenas 180 caracteres, Toya lanzó un globo sonda al mundo virtual. En él, pedía ayuda. «Busco obra de mí tía abuela Rosario de Velasco, gran artista de los 30, hoy olvidada. La de arriba es su firma». Y la magia se convirtió en realidad.
En el momento de esa llamada virtual, tan solo contaban con las obras de la familia y las localizadas en los museos; dos en el Reina Sofía, 'Adán y Eva' y 'El cuarto de los niños' –una adquisición reciente–; 'Los Maragatos' en el Museo del Traje, 'Carnaval' en el Pompidou y 'La matanza de los inocentes en Valencia'. Pero de distintos lugares, fueron llegando pistas y esas pistas se han convertido en una exposición.
En este relato que ilumina la obra de De Velasco hay muchos nombres anónimos y un par de ellos conocidos, que cuentan con gran importancia en el resultado. Miguel Lusarreta, gestor cultural con experiencia y contactos, decidió ayudar a Toya al descubrir la historia. En una de tantas sobremesas en su casa en un pueblito murciano, Lusarreta lanzó un órdago: «Vamos a hacer un proyecto para el Thyssen». Palabras mayores. «No te das cuenta de lo importante que fue Rosario», insistió. Y allá que fueron.
El otro nombre es el de Guillermo Solana, director artístico de la pinacoteca, cuya gestión está demostrando que el movimiento se demuestra andando. Aceptó la apuesta, consciente, además, de que los años 20 y 30 del pasado siglo fueron los más alabados y premiados de la artista. Conocedor de su público, selló un compromiso y dio una indicación: «Toya, tienes que encontrar esos cuadros», dijo Solana.
«Lo tenía muy difícil», reconoce. «No soy una influencer o un personaje público». Así que tiró de otros y mencionó a Julia Otero que cazó la historia al vuelo y la compartió en su programa. Funcionó. Fue repitiendo el lance con otros comunicadores y el interés del público creciendo. «Todos tenemos ganas de que se cuenten historias y demostrarnos que las redes sociales también valen para proyectos bonitos». Tras la radio llegó la prensa, La Vanguardia, concretamente, contando con los años que Rosario pasó en Barcelona. Y así, poco a poco, el resultado está colgado en las paredes del Thyssen.
El museo ejerció como garante de esos préstamos y sus condiciones, así como de aliciente y reclamo. En un año han montado una exposición, un tiempo récord para una muestra con unas características tan peculiares como esta, que implica haber restaurado el 75% de las obras. En números: de los 30 cuadros que se muestran 21 óleos se han tenido que retocar. Ese interés genuino le dio la razón a Toya acerca de su empeño y de la calidad de 'La tía Rosario'.
La obra de Rosario de Velasco es un magnífico ejemplo del denominado «retorno al orden» en España, un movimiento paralelo a la Nueva Objetividad alemana y al Novecento italiano, con un estilo que supo combinar tradición y modernidad.
En la exposición se muestra también su trabajo como ilustradora, que nos revela a una dibujante de gran versatilidad. Lo vemos, entre otras, en sus ilustraciones para la edición de 1928 de 'Cuentos para soñar', de María Teresa León, o las de 'Cuentos a mis nietos' (1932), de Carmen Karr.
«Nadie nos ha dicho que no», destaca, agradeciendo profundamente a los propietarios esas cesiones. «Pero es que fue una gran artista y nunca se han visto sus cuadros juntos».
Como bien detalla Elena Rodríguez, comisaria técnica de la exposición, Rosario de Velasco, por años, pertenece a la Generación del 27, pero al pensar en esa denominación, «se interpreta que la autoría es masculina». Al igual que pasó con el Realismo de los años 50. «¿Y dónde están las mujeres?», se pregunta Toya.
El Thyssen está haciendo una labor notable en la recuperación de esas artistas olvidadas. Rosario de Velasco seguirá en el calendario a Isabel Quintanilla, cuya exposición monográfica ha sido alabada por el público. Primera y segunda artistas españolas a las que se le ha dedicado este espacio.
En la 'Exposición Nacional de Bellas Artes. 1932', a Rosario de Velasco no le dieron la medalla de ganadora sino la segunda, porque el jurado señaló que no había precedentes. Todos consideraron que su 'Adán y Eva' merecía ganar, pero no se atrevieron a entregárselo. «Era impensable que una mujer ganara». De hecho, tendrían que pasar nueve años para que en 1941, Julia Minguiñón se llevara el primer premio. Casi una década sin representación. Gracias a esa medalla de 'segundona', «Rosario no terminó de morir para siempre» y se mantuvo una llamita prendida.
En el siglo XXI, esa artista desconocida entrará al Thyssen. «Eso no pasa todos los días». Ironías de la vida: la postal del 'Adán y Eva' es la más vendida en el Reina Sofía, pero nadie sabe quién es la pintora que lo firma. «No es justo», lamenta. «¿Cómo podemos permitir que no se sepa, cuando es una de las pocas mujeres que tiene una obra en la permanente de ese museo?».
En la base de datos de Toya figuran en torno a 300 obras de una vida prolífica con la que comenzó a crear, con 25 años y terminó con 85 antes de morir. «Hay toda una trayectoria, no todo se puede exponer, pero se observa la transformación de su vida artística que hay que enseñar». Y que deberían haber enseñado las instituciones por sí mismas, afirma. «La búsqueda de los cuadros la hemos hecho muy solos, pero ha estado bien, porque ha sido una historia familiar y por eso nos han ayudado tanto».
A partir del día 18, la meta será que se le de a Rosario el lugar que merece en la historia del arte y, por qué no, que el Thyssen genere un movimiento creciente de otros centros dispuestos a atender, escuchar y proponer. «Hay un mundo de Rosario que ojalá podamos mostrar en otros lugares». Porque esta aventura, lejos de terminar, no ha hecho más que empezar.
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Abel Verano, Lidia Carvajal y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
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