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« Este libro no trata de política», asegura su autor, que en realidad nos habla de electoralismo y de sus funestas consecuencias. Eso sí, con un toque de humor, absolutamente inevitable, porque «tomarse en serio propaganda de bajo calibre resulta imposible». Y desde un posicionamiento ... insólito en nuestro país, tan dado a los bandos: la división entre izquierda y derecha se ha vuelto tóxica. Y es que este ensayo nace del desencanto del escritor y filólogo Germán Gullón (Santander, 1945) al que, tras una dilatada y respetada carrera en universidades de Estados Unidos y Holanda, su retiro académico le ha permitido tomar el pulso social de nuestro país de manera directa. Con resultados descorazonadores, por cierto.
Con el cambio de perspectiva, la España con la que el escritor se reencuentra es «un goyesco pelele descoyuntado»; esto es, un paraíso del ocio, que es lo «opuesto al descanso», pero en el que el debate político –léase 'propaganda', que no es lo mismo– ha degenerado en un frentismo y una confrontación estéril, que además resulta completamente ajena a los intereses y las preocupaciones reales de los españoles.El libro incluye, además, una pequeña sorpresa: una sucinta biografía del escritor, unas memorias intelectuales que refrendan su tesis de que «cada individuo tiene la oportunidad de labrar su propia vida».
Autor Germán Gullón
Editorial Renacimiento, 2024
Páginas 180
Precio 18,90 euros
Con un estilo cuidado y elegante, pero de lenguaje muy claro, el escritor analiza esa situación recurriendo a la herencia común: la cultura que compartimos. Gullón, en concreto, redescubre las claves de nuestra identidad nacional en 'Los santos inocentes', recurriendo tanto a la novela de Delibes como a la versión cinematográfica de Camus.Su formación clásica, y la querencia, afloran de manera inevitable, con guiños a Quevedo, a Valle Inclán y hasta al refranero más irónico, pero Gullón se mantiene con los pies en el suelo, atento a la sensibilidad de los españoles de hoy día, desde la obsesión por las redes sociales hasta el sueño de la semana de cuatro días. Pero no se trata de impartir lecciones morales, sino de situarse en la esfera de la realidad. «A mí también me pone el Racing de Santander», confiesa en un giro imprevisto que desacraliza al ensayista para situarlo en el mismo plano del ciudadano común, en el que la cultura popular no tiene por qué estar enfrentada con la alta cultura, sino que el pensador asume la complejidad del mundo actual, donde lo elevado y lo cotidiano conviven con absoluta naturalidad.
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