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Aunque no todos los libros de Verónica Aranda (Madrid, 1982) giran en torno a un mismo tema, como veremos a continuación, sí podemos afirmar que el viaje –―«Sé que el viaje también era una forma / de escapar del amor…»–, escribe― es algo más que una obsesión para nuestra poeta, una obsesión que toma cuerpo cuando el lector tiene la oportunidad, como es el caso de esta antología, de recorrer con calma su fecundo itinerario poético, el cual comienza con 'Poeta en la India' (2005) y se ha ampliado con más de una decena de títulos desde entonces, por cierto, la mayoría de ellos agraciados con premios literarios, lo que no hace sino confirmar la excelencia creativa de Aranda. Juan José Martínez Ramos matiza en el prólogo 'La casa interior de Verónica Aranda: Tentación del lugar' esta idea al referirse a la poeta en estos términos: «Verónica Aranda no es una poeta viajera ni una viajera poeta, toda vez que, en la búsqueda de esa otredad, su viaje, y por tanto su poética, parecieran remitir no tanto al afán de descubrimiento sino al asombro y de ahí al extrañamiento».
Autor Verónica Aranda
Editorial Polibea
Precio 15,50 euros
No resulta inconcebible, sin embargo, conciliar ambos aspectos, porque, a tenor de lo leído en estos poemas, la palabra poética que da cuenta del asombro es capaz de descubrir al mismo tiempo nuevos matices no solo para el lector, también, aventuramos, para la propia poeta, ... porque no puede ser fácil hilvanar nuevas impresiones a partir de lugares que se han convertido ya para muchos, sean viajeros o turistas, en lugares comunes, lugares en los que prevalece el tópico –o el mito. Como ocurre en Tánger, por ejemplo: «pérgolas, grandes fiestas hasta el alba, / un paisaje de acantos / y los caballos por el Monte Viejo»–―por encima de la visión ahormada a la experiencia individual. Verónica Aranda consigue precisamente eso, ofrecer, con un lenguaje diáfano, descriptivo y sin retoricismos innecesarios, la llave del misterio que encierran para ella monumentos y paisajes, costumbres y hábitos, belleza y podredumbre: «Cuanta más India pasa ante mis ojos / y más templos coronan mis sentidos / menos misterio sube a los tejados», escribe en el soneto 'Mirada'. No parece haber un vínculo ente los lugares visitados y convertidos, gracias a la alquimia del lenguaje, en experiencia poética. Acaso lo que los une sea esa ansia de descubrimiento que mencionábamos más arriba, de tal forma que la mirada escrutadora de Aranda es capaz de escudriñar en busca de la razón de ser de paisajes culturalmente tan alejados como Roma o Khajurraho, como Bombay o Lisboa: «Hoy vuelvo de vacío a esta ciudad / donde nadie me espera y, de repente, / me desoriento entre la multitud / y me siento en Bombay o en los andenes / de otra ciudad inmensa de la India / […] Me aferro a mi equipaje y es Lisboa / la que se va enroscando en mi tristeza».
Debemos hacer hincapié en que la forma de mirar –sin duda más perceptible en las colecciones de haikus que integran esta antología–― es la que disecciona la realidad y se proyecta en la escritura, o dicho de otra forma, la experiencia del nómada que visita incansablemente ciudades y países, se convierte en la página en un necesario sedentarismo, por más que, como aconsejaba Kavafis, la mejor idea sea que «Cuando emprendas tu viaje a Ítaca / [pidas] que el camino sea largo, / lleno de aventuras, lleno de experiencias». De hecho, Verónica Aranda, en el poema titulado 'Poética 1', escribe: «Yo domo las palabras / en este territorio de esplendor / que se abre a lo posible / y al lúdico avatar de algunos dioses / que juegan a los dados».
Pero no todo es viaje en estos poemas. La mirada femenina de orientación reivindicativa se manifiesta en algunas imágenes de moderado contenido erótico: «El vientre liso / de las ensoñaciones, / un gusto a regaliz y la paciencia / de recorrer un cuerpo, con sus miedos, / sus bambudales al amanecer, / los alveolos oníricos a orillas / de algún río con juncos y rituales» o «Hoy hiere la belleza / y la palabra es vientre» y en 'Cobalto oscuro', un libro plagado de écfrasis que glosan obras artísticas de un conjunto de pintoras, algunas de ellas injustamente postergadas en la historia del arte, entre ellas, la española Isabel Quintanilla. Aunque no está inserto en ese libro, el monólogo dramático 'Zenobia Camprubí toma un tren una tarde de primavera' posee esa misma intención reivindicativa. Este riguroso volumen antológico finaliza con un libro poco conocido, 'Hamman de mujeres', que cuenta solo con una edición digital. El baño turco es un lugar de purificación en el que «Dejamos las impurezas, / medias verdades, / paradojas, / viajes donde rozamos la otredad / en la piel exfoliada». Como fieles lectores que somos de Verónica Aranda, estamos a la espera de saber a qué otro lugar recreado por su imaginación y por su experiencia nos conducirán sus nuevos versos.
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