Secciones
Servicios
Destacamos
Más allá de las leyendas urbanas, de las ligas por la decencia y del gusto por epatar al burgués, pocos autores han conseguido con su obra lo que logró en vida Charles Bukowski: crear escuela. Y es que hay muchos escritores carismáticos, que consiguen dejar su huella en la tradición de la literatura universal e influir en las siguientes generaciones. Forjar un legado, por así decirlo. Por supuesto, Bukowski también lo logró, en cierto modo: no hay novela posterior que quiera mirar con verosimilitud a los bajos fondos de la sociedad, a los márgenes de lo aceptable, que no beba de su visión, entre la ironía y la hipérbole.
Pero lo verdaderamente asombroso de Bukowski va más allá de su obra, que no podemos calificar de irrepetible por la sencilla razón de que abrió un sendero por el que avanzarían una legión de seguidores. Desde hace medio siglo, por todo el mundo afloran sus epígonos; con mayor o menor fortuna editorial y literaria, todos tratan de reproducir la sordidez mundana con el mayor grado de fidelidad, aderezada tan solo con un poquito de humor negro, y crueldad al gusto.
Título Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones
Autor Charles Bukowski
Editorial: Anagrama, 2006
Páginas 208
Precio 11.9 €
Supongo que algún día lo estudiarán los psicólogos, pero igual que algunos escritores provocan adicción, repulsa o fascinación, Bukowski lo que causa a sus lectores –al menos, a los propensos al drama– es un impulso imitativo irrefrenable. El deseo no ya de escribir, sino de escribir como Bukowski. De lo mismo que Bukowski. Y en el estilo de Bukowski. Una afección con difícil tratamiento, pues, por regla general, el afectado no desea en modo alguno curarse.
¿Pero qué tiene Bukowski para fascinar de semejante manera? ¿Cómo un autor predestinado al olvido pudo lograr convertirse en un superventas, y no perder ni un ápice de prestigio entre sus seguidores? ¿Se puede ser a la vez un clásico en vida y un icono contracultural? Más aún: ¿es posible que la alta sociedad te desprecie y que sin embargo pongan tu nombre a una calle en tu ciudad natal?
Sin perderse en las contradicciones, tendríamos que empezar por explicar que como autor persiguió el éxito desde el principio –o, al menos, lo que un escritor entiende como 'éxito', que no necesariamente coincide con lo que entiende un editor, un economista o un ciudadano cualquiera– pero como persona se saboteó a sí mismo permanente, de manera casi, casi involuntaria.
Y es que su historia personal parece el reverso de cualquier película sobre el sueño americano. Para empezar, es una especie de emigrante en serie: sus padres eran polacos emigrados en Alemania, que en 1923 emigran de nuevo hacia Baltimore, huyendo del hambre. Para que pareciera más americano, al pequeño Heinrich Karl empiezan a llamarle Henry. Crecerá en California, y logrará llegar a la universidad, pero sin graduarse. Sus problemas con la bebida se unen a lo que considera un fracaso literario, que consigna en un extraño relato titulado 'Secuelas de una larga carta de rechazo', y durante diez años abandona la escritura. Y toda vida convencional, de paso. Hasta que en los años cincuenta consigue un trabajo en el servicio postal y retoma la escritura, en un proceso largo y laborioso. A los cuarenta y nueve años conseguiría, por fin, dedicarse profesionalmente a la literatura. Un camino para el que había dado un largo, larguísimo rodeo.
Lo que hizo Bukowski durante esa década oscura podría ser un misterio. Alimentar la imaginación de sus lectores durante siglos. Pero no. Siempre suele definir su obra como 'semi-autobiográfica'; el semi se debe a dos motivos. Primero, a su costumbre de cambiar los nombres de los personajes, de refugiarse en heterónimos como 'Henry Chinaski'. Y segundo, a la sospecha no de que exagere, sino de que en algunos pasajes llegue a contar la verdad.
Y es que su literatura se alimenta de su vida; en especial, de esos diez años que se pasó vagabundeando, pululando por los márgenes de la sociedad, frecuentando tugurios y antros, a criminales de baja graduación. Se podría decir que investigaba, que buscaba localizaciones, que quería conocer a fondo los submundos del juego, de la prostitución, de la delincuencia desorganizada. Vivir para contarlo, que hubiera dicho García Márquez.
Y eso cuenta en sus relatos cortos artículos, en sus novelas, en sus poemas incluso: La mala vida en la América del siglo XX. Por eso resulta muy difícil escoger un solo libro, porque todo parece formar parte de una misma historia general, de un corpus enorme que gira en torno al fracaso.
Los fanáticos de Bukowski los devoramos todos, pero si hay que quedarse con uno, el capital sería 'Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones'. Un clásico desde que apareció en 1972. Y por dos motivos: primero, porque contiene el relato más fascinante de todo el realismo sucio: 'La chica más guapa de la ciudad'. Y segundo, por la maravillosa reflexión que el escritor dedicó a la censura holandesa cuando decidió retirarlo de las bibliotecas: «Si escribo mal sobre negros, homosexuales y mujeres es porque así eran los que conocí. Hay muchos 'malos': perros malos, mala censura; incluso existen 'malos' hombres blancos. Sólo que cuando uno escribe sobre hombres blancos 'malos', no se quejan. ¿Y será necesario decir que existen 'buenos' negros, 'buenos' homosexuales y 'buenas' mujeres?». Qué extraño que todavía no hayan cancelado a Bukowski.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Abel Verano y Lidia Carvajal
Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.