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Si todo se hubiera quedado tal como estaba en 1959, cuando una insuficiencia cardiaca se llevó a Boris Vian en la sala de un cine, durante el visionado de una adaptación de su novela 'Escupiré sobre vuestra tumba', probablemente hoy no sabríamos quién había sido aquel francés algo dado al desenfreno que con tanto ahínco había perseguido no el éxito, sino la vida.
Para la Francia de posguerra, más preocupada por recuperar la bonanza económica que por reverdecer sus laureles de capital cultural del planeta, Vian era básicamente un revoltoso, un 'enfant terrible' empeñado en llevar a Francia el jazz y el primer rock –aunque fuera en una vertiente jocosa que no llegó a cuajar comercialmente, porque los jóvenes de la época se tomaban a sí mismos muy en serio–, un antimilitarista en pleno inicio de la guerra fría que cantaba 'El desertor', toda una provocación para la sociedad francesa bienpensante.
Obviamente, Vian fue muy poco comprendido en su tiempo. Nacido en 1920, no había llegado a tiempo a los movimientos de vanguardia, verdadera inspiración de su literatura, y su personalidad juguetona y libertaria no encajaba con el espíritu sobrio y pragmático de su época, más propensa al existencialismo y el convencionalismo.
Vian se desengañaría pronto de su tiempo, y no sería a causa de la guerra, sino de una impactante experiencia laboral. Estudiante brillante, se graduó como ingeniero; muy pronto consiguió un empleo en la Agencia Francesa de Normalización. Allí no solo se aburriría terriblemente, lo que le incitó a escribir, sino que se dio cuenta de que su visión del mundo estaba en las antípodas de cualquier estandarización: por muy matemática que pudiera ser su mente, lo suyo era la libertad. Y la imaginación.
Durante toda su corta vida, Vian combatiría ese mundo tristón y caduco, en todos los frentes imaginables. Lo haría contra las convenciones sociales, contra la moral conservadora, contra la literatura pomposa, la música rancia, las políticas de partido… Contra toda autoridad, pero con las únicas armas de la libertad y la ironía. Escribió canciones, organizó fiestas, dirigió discográficas, fue un celebrado músico de jazz, publicó novelas, libros de relatos, discos y hasta una curiosa guía del barrio de Saint Germain-des-Prés, el barrio donde entre lupanares y bares de mala muerte bullía la nueva cultura parisina.
Pero, sobre todo, hizo lo que le dio la gana. Muchas veces, para «divertir a los amigos», como solía bromear, pero otras para sacar los colores al sistema. Como cuando apostó con un amigo editor a que sería capaz de escribir en dos semanas un libro de éxito, al estilo de los que publicaba por entonces Henry Miller. Dejó de lado su estilo surrealista, se inventó un autor norteamericano inexistente y firmó como traductor su 'Escupiré', una obra de alto voltaje sobre el racismo y la violencia de la sociedad norteamericana. Se publicó en 1946 y, aunque llegaría a vender cien mil ejemplares, acabaría sepultada en denuncias por su supuesto contenido pornográfico.
Autor Boris Vian
Editorial Tusquets Editores, 2015
Páginas 208
Precio 8,95 euros
Así, Boris Vian no fue exactamente un autor de éxito en su tiempo, sino más bien un personaje público, a medio camino entre el músico popular y el escritor de culto. Una celebridad, aunque reducida a los ámbitos culturales y juveniles.
Tras su muerte, su figura se iría sumiendo poco a poco en el olvido. Sin embargo, su gran amigo Noel Arnaud no se resignaría: durante años batallaría con editores y críticos hasta que en 1971 reunió trece relatos breves que Vian había ido publicando en diversas revistas, pero nunca habían aparecido en libro: un ladrón que quiere robar un corazón de oro, una niebla espesa y cálida con efectos afrodisíacos, conductores obsesionados con atropellar perros, ataúdes que caminan… 'El lobo-hombre', que así se tituló, condensaba un mundo onírico y rebelde que pronto llamaría la atención de los lectores más inesperados: los jóvenes.
Y es que, si el universo de Vian no había encajado con los años cincuenta, sí que lo haría con la siguiente generación. Los estudiantes que en 1968 habían tomado las calles al grito de 'la imaginación al poder' encontraron exactamente eso en los libros del francés. Imaginación desbordante, y además un elegante desprecio por el poder, justo lo que caracterizaría a un movimiento juvenil, el antiautoritarismo, que estaba a punto de cambiar el mundo.
Claro que no todo es la ideología y oportunidad, sino que hablamos de literatura. Y los relatos de Vian tenían una enorme capacidad para seducir a sus lectores. Una capacidad que no han perdido ni con el paso de más de medio siglo. Desde su publicación, los cuentos de Vian han seguido conectando con los jóvenes lectores de todo el mundo. Lo harían, por ejemplo, en los años ochenta, cuando el grupo La Unión adaptó el primero de ellos bajo el título 'Lobo hombre en París'. Sí: todo un clásico de la Movida es, en realidad, un relato francés de 1947.
En el cuento, Vian da la vuelta al tópico de la licantropía, y es un humano, el mago del Siam –no del país asiático, sino de un juego de bolos de la época– el que muerde a Denis, un lobo pacífico que a partir de ese momento se convertirá en hombre en las noches de luna llena. Es, como todo en Vian, el mundo al revés.
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