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Rosario de Acuña, la librepensadora que escandalizó a España
Cultura cántabra en femenino

Rosario de Acuña, la librepensadora que escandalizó a España

Dramaturga, poeta, periodista, apasionada de la naturaleza y defensora de la igualdad y los derechos sociales tuvo que exiliarse por publicar un artículo que desató una huelga de estudiantes

Olga Agüero

Santander

Viernes, 29 de diciembre 2023, 07:21

Rosario de Acuña fue la primera dramaturga a la que censuraron una obra y la primera que se tuvo que exiliar por publicar un artículo considerado ofensivo. Pionera de la literatura femenina del libre pensamiento español, defensora de la igualdad y de los derechos sociales se sirvió de cualquier género -drama, ensayo, periodismo y poesía- para intentar transformar la sociedad burguesa en la que nació como heredera del marquesado de Acuña, que nunca utilizó. Sus provocadoras y exitosas obras teatrales escandalizaron a los sectores conservadores de la época que la insultaban, la tachaban de bruja y la amenazaban de muerte por animar a las mujeres «a huir de los confesionarios». «Las advierto que no se rezar el rosario», respondió cuando quisieron proponer su ingreso en la Academia.

La biografía de esta mujer, nacida en Madrid pero vinculada a Cantabria, está condicionada por la dolorosa enfermedad oftalmológica que padeció. De los cuatro a los dieciséis años estuvo prácticamente ciega y fue educada en casa por su padre Felipe de Acuña y Solis a través de un método dialéctico de análisis y razón. En lugar de estudiar que Dios creó el mundo conoció el saber científico de la teoría de la evolución. Disfrutaba también de la música y la ópera en el palco familiar del Teatro Real y viajó por Europa.

Las primeras poesías, artículos y crónicas de viajes las publicó en 1874, dos años antes de casarse con el capitán de infantería Rafael de Laiglesia. Poco antes había estrenado 'Rienzi el tribuno' en Madrid. Sin acabar la representación el público reclamó al autor y los aplausos arreciaron cuando apareció en escena una joven de 25 años con aspecto de niña y tirabuzones rubios.

A un Guardia Civil que entró en su casa buscando proclamas sindicales le espetó: «Yo no necesito leerlas. Si acaso, las escribo».

Sus tres primeras obras teatrales fueron dramas históricos en verso –que José Echegaray había puesto de moda- con éxito en los escenarios. Algunos como 'Amor a la patria' los firmó con un pseudónimo masculino, Remigio Andrés Delafón. En los dos siguientes libretos sus personajes van evolucionando hacia las preocupaciones sociales. Su obra más polémica es 'El padre Juan' (1891). Un drama rural asturiano, anticlerical, donde la ciencia se opone a la superstición. Ningún empresario quiso estrenarla, así que la propia Rosario montó una compañía, dirigió a los actores y confeccionó el vestuario. La representación en un teatro, que alquiló al conde de Michelena, provocó éxito y escándalo en idénticas proporciones. Esa misma noche las autoridades prohibieron la obra fruto del «lastimoso estado mental de la autora». Y, cuando en compañía de un ayudante pasó cinco meses recorriendo Asturias y Galicia a caballo para conocer y escribir sobre cómo vivían los campesinos, acabaron por detenerla acusada de auspiciar levantamientos sociales.

En paralelo Acuña empieza a publicar artículos en prensa con ideas vanguardistas. Dos años después se convierte en la primera mujer que subió a la tribuna de un Ateneo para declamar sus propios versos. De hecho, monta su propio 'Ateneo familiar' en su casa de Pinto donde reúne a mujeres y hombres librepensadores y republicanos, se declara «mujer, es decir, esclava» y aboga por la emancipación femenina. Ingresa en una logia masónica alicantina con el nombre de Hipatia y pronuncia conferencias sobre la mujer y reclamando la regeneración de la sociedad española. Rosario heredó de su padre –cazador de osos en los montes de Reinosa– su pasión por la naturaleza que quedó reflejada en numerosos artículos. Tras la censura de su obra se estableció en el pueblo cántabro de Cueto junto a su madre y su pareja, el joven Carlos Lamo, toda vez que su marido y ella tomaron caminos separados. En una casa frente al mar instaló una granja, compró maquinaria para la cría artificial, lotes de gallinas y patos de diferentes razas y se convirtió en una experta, innovadora y premiada avicultora. Hasta que la dueña de la finca se enteró de quién era su inquilina y al sentir «terrores de conciencia por tener alquilada su finca a una hereje» rescindió el contrato presionada por las fuerzas conservadoras de la ciudad. Se trasladó a una casa en Bezana donde, al poco, le robaron sus valiosas y cotizados animales.

Tras una temporada en el Gran Hotel de la Salud de Reinosa en el verano de 1909 se instala en Gijón y cuelga un cartel en la puerta de su casa: 'Inútil llamar. No se recibe a nadie'. Solo a quien ella quiere: estudiantes y dirigentes obreros. Indignada con lo sucedido en la Universidad Central de Madrid, Acuña publica un artículo contra los insultos hacia las mujeres universitarias. Causó tal escándalo que desató una huelga estudiantil. El Gobierno decidió procesarla y ella huyó a Portugal antes de ser condenada a prisión. Volvió a los cuatro años, cuando la indultó Romanones.

Convertida en símbolo del movimiento obrero, cada primero de mayo, después de manifestarse, los trabajadores asturianos iban a visitarla a su casa. Antes de morir de una embolia, en mayo de 1923, el Ateneo Obrero de Gijón representó para ella, como homenaje, la obra prohibida 'El padre Juan'. En sus últimos años sufrió el acoso constante de las autoridades. A un Guardia Civil que entró en su casa de madrugada buscando proclamas sindicales le espetó: «Yo no necesito leerlas. Si acaso, las escribo».

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