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Si uno revisa las declaraciones, sentencias, reflexiones y juicios que el cineasta Aki Kaurismaki ha expresado en muy diversas tribunas de los últimos años, puede cerciorarse de que reflejan la transparente contundencia de su cine pero sin la contención de sus criaturas. «Esta Europa es una mierda y tiene más voz de la que se merece». «La UE no quiere que nadie venga a su coto». «Todos somos humanos y mañana serás tú el refugiado». «Soy un fan de Frank Capra. Solo que Capra era serio, y yo no. Hoy ya no existe la más mínima ocasión para ser serio». «Cualquier acto contra el sistema es legítimo». «Hay que exterminar a los ricos y a los políticos que les lamen el culo». Y «Hago mierda pero con sentido». Son solo algunas de las significativas frases del director de 'La chica la fábrica de cerillas' y 'Ariel', objeto de titulares, polémicas y muchas veces lúcidas ilustraciones que han acompañado a sus estrenos.
El director (66 años) ha realizado cerca de medio centenar de películas desde que al inicio de la década de los ochenta firmara su ópera prima, 'The liar', y alcanzara su proyección internacional esos mismos años con el filme 'Sombras en el paraíso'. Y ya imparable desde 'Leningrad Cowboys Go America' o 'Contraté un asesino a sueldo'.
Guión y dirección Aki Kaurismaki
Nacionalidad Finlandia
Año 2023
Duracción 81 minutos
Uno de esos directores necesarios, cuyas radiografías sociales, a modo de retratos de la Europa que los mandatarios prefieren ocultar, con ese aliento de espíritu crítico que impregna a sus personajes y ficciones. El absurdo, el humor serio, un aura surreal más realista que un prospecto, el sutil barniz subliminal que atraviesa todos sus perfiles, lo hierático expresivo y el arrebato extraño son señas de identidad un estilo único, cada vez más depurado y extremo. Kaurismaki ha vuelto.
Su 'Fallen leaves' (Les feuilles mortes), premiada en Cannes, magistral mirada desde la desolación y los márgenes, esta vez vertebrado todo por una historia de amor, recala hoy en la cartelera. Una aparentemente sencilla pero honda inmersión (como todas las suyas) en una geografía de sombras y luces, entre la fábula y el rechazo a una sociedad anestesiada, con el ruido de fondo de la guerra. La radio, con sus noticias, es la banda sonora del horror y de la indiferencia de muchos: «Europa ya no existe, en el plano filosófico, no podría hacer un filme sin hablar de este tema y lo hago a través de la radio. Quería mostrar una historia de amor que se desarrollara en este mundo y en estas circunstancias». Existencial, Kaurismaki siempre utiliza el humor y el absurdo –y ambos mezclados– como filosofía de vida. Como en esta última ocasión, habitan a menudo en su filmografía perdedores, ciudadanos que deambulan con sus sueños rotos a rastras, mientras se suceden encuentros azarosos, cómplices reductos de humanismo marginal, capas y capas de suave y esponjoso surrealismo.
Kaurismaki, cineasta de 'Nubes pasajeras' y 'El hombre sin pasado', es un constructor de tragicomedias minimalistas solo en su apariencia formal, en la superficie, que contienen y transmiten más sensaciones, voces e ideas que cualquier desmesura y verborrea visual que alimenta mucho del cine llamado moderno. Amistad, amor, pausa, saber escuchar, conversación, austeridad, sobriedad...forman parte del caleidoscopio de este cineasta admirador, deudor de algún modo, y apasionado de Chaplin, Bresson, Buñuel y Buster Keaton. 'Fallen leaves', como gran parte de su cine, es un canto seco y una reivindicación de la dignidad. Y, en cierto modo, un ecosistema de resistencia. Entre anacronismos, su cine a la intemperie, su identificación con Bresson, la facilidad para plantear un paisaje de tribulaciones sigue provocando una inquieta y desasosegante llamada a la solidaridad. Entre referencias clásicas –del cine silente, o de géneros como el western–, y una puesta en escena absolutamente personal, con influencias y guiños pictóricos (ahí está Hopper), Kausrimaki es tan ambicioso y singular en su madurez como en sus inicios: una adaptación de 'Crimen y castigo' de Dostoievski alumbró su origen cinematográfico. Un lacónico y, a su vez, irónico agitador, el cineasta de 'Hamlet se mete a hombre de negocios' continúa escudriñando las entrañas de Europa a través de los perdedores y solitarios que, como lobos esteparios, habitan su cine.
Siempre con la clase obrera, siempre desde una expresión emocional distante pero empático, apelando a ese lugar en el mundo, entre lo banal y lo trascendente, que asoma entre los resquicios de la desolación.
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