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«Esto es un texto de una obra de teatro», escribe Pablo Fidalgo Lareo (Vigo, 1984) y conviene que haga esa precisión porque en su bibliografía el género teatral y el poético se fusionan habitualmente, hasta el punto de que el lector no acierta a discernir con exactitud las fronteras entre uno y otro, aunque, a decir verdad, este hecho carece de relevancia. Lo verdaderamente significativo no es el procedimiento, sino la finalidad, que en este caso posee un propósito didáctico y ético, como en la mayor parte de la obra de nuestro autor. Esta simbiosis de géneros a la que aludíamos procede desde el origen de sus proyectos. Por ejemplo, las piezas escénicas 'O estado salvaxe. Espanha 1939' (2013) y 'Habrás de ir a la guerra que empieza hoy' (2015), junto con el libro de poemas 'Mis padres: Romeo y Julieta' forman parte de un mismo proyecto de investigación. Por otra parte, textos de carácter escenográfico se han recogido en forma de libro – 'Autobiografía de mi generación' (2014) y 'Tres poemas dramáticos'(2015)–―, lo que contribuye aún más a difuminar dichas fronteras.
Autor Pablo Fidalgo Lareo
Editorial Solar
Precio 15 euros
'La enciclopedia del dolor' es un proyecto escénico multidisciplinar del cual el libro es solo una parte, la segunda (la primera es una película), ... y tiene su origen en el reportaje que el periodista Íñigo Domínguez Gabiña publicó en el diario 'El País', en mayo de 2021, sobre los abusos cometidos en el colegio de los Maristas de Vigo durante la década de los setenta, abusos de los que era consciente la sociedad viguesa, pero que nadie osaba mencionar. La repercusión fue enorme, aunque, paradójicamente, apenas se habló de ello en la ciudad: «Aquel reportaje tuvo, por tanto, una onda expansiva profunda, que aún dura. Pero lo significativo fue el efecto que tuvo en la misma ciudad donde ocurrieron los hechos, en Vigo: ninguno», escribe Domínguez. El hecho de que, años después, Pablo Fidalgo fuera también alumno del mismo centro propició el encuentro entre poeta y periodista y de ahí nació el ambicioso proyecto teatral que dio voz a los que hasta entonces habían permanecido enmudecidos. Fidalgo, en los versos del prólogo, se pone en la piel de un niño anónimo que sufre los abusos: «Este niño va a tener problemas para diferenciar lo que es un juego y lo que no […] / Este niño no va a querer vivir ni en su cuerpo ni en su tiempo / Va a acosar y ser acosado / Va a castigar y a ser castigado // Es una vida que se va a ir llenado de dolor […] / ¿Cuánto dolor podrá soportar este niño?». El cuerpo del texto lo ocupa una confesión en forma epistolar que va narrando algunos pormenores biográficos del autor en un estilo muy cercano a la prosa, ausente de recursos literarios, apegado a la descripción más fiel de los hechos, con un lenguaje testifical –«Aunque piense tanto en el lenguaje / en realidad estoy hecho de imágenes que se me grabaron en el colegio»–, como si se tratara de presentar una denuncia ante el juzgado: «Yo fui a los Maristas de Vigo durante todos los años noventa. / Yo no recuerdo si viví abusos o no. / Si tengo memoria de haber vivido muchas situaciones extrañas, / Impropias para un niño de esa edad».
El autor es consciente de que está indagando en unos hechos que una gran parte de la sociedad asume y prefiere mantenerlos ocultos en un cofre sellado: «Siempre hablo de cosas incómodas cuando supuestamente no debería», escribe, por eso los lectores debemos estarle doblemente agradecidos, por su valentía y por su forma de contarlo, con frialdad, asépticamente, sin rastro de falacia patética, mostrando los hechos para que sea el lector quien saque sus propias conclusiones, aunque, en ocasiones, no puede evitar sentirse apesadumbrado por la responsabilidad que está adquiriendo a medida que avanza en la narración, así confiesa que tiene «acumulada una rabia de años que en cualquier momento puede salir. / Toda mi vida está construida alrededor del dolor. / De la contención del dolor», pero, de todos es sabido, que «el dolor que no se nombra se multiplica […] y se transforma a menudo en enfermedad». Una estampa casi bucólica, en una playa de la Liguria, en la que unos alegres niños juegan al fútbol, sirve de contrapeso al drama narrado. La obra finaliza con un juego cervantino en el que el autor nos habla, con el texto en la mano, de la representación teatral que no ha podido celebrase en su ciudad, en la ciudad en la que ocurrieron los hechos, hechos que se han repetido en otras ciudades y colegios religiosos de nuestro país. Pablo Fidalgo Lareo ha vaciado su memoria y ha logrado, pese al dolor, «sacar una historia del agujero», con la esperanza, compartida por nosotros, de que la sociedad despierte y la maquinaria judicial se ponga en marcha, aunque, tal y como está la justicia, parece que entre sus prioridades prevalecen asuntos de carácter más coyuntural que contribuyen, más que a cambiar, a afianzar los privilegios y el estado de las cosas.
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Ana del Castillo
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