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Geografía humana. Atlas de resistencia. Cuaderno de bitácora sobre el sentido de la vida. Testimonio. El último año de la vida de una mujer en el que se narra también la historia de otras vidas, con el fondo de una residencia de ancianos y en ... el contexto del desafío al que se enfrentó la humanidad a lo largo de 2020: la pandemia. «Aquí donde me encuentro, incluso durante la primavera, cuando los días suelen ser del tamaño de las noches, la noche es siempre más larga que el día. Sabiendo eso, precisamente a mitad de la noche, la noche viene a mi encuentro, dirigiéndome preguntas inimaginables como si fuese aquel gato oscuro, muy antiguo, que se llama esfinge. Me refiero a la noche que conoce mis creencias más profundas, mis glorias y mis derrotas, todos mis secretos escondidos, incluso aquellos que nunca se cuentan a nadie, sobre todo los que tienen que ver con los dulces recuerdos del amor». 'En Misericordia', la obra de la narradora portuguesa Lídia Jorge, publicada en 2022 en su país natal, y que ahora se expande por el mundo, la autora lusa recrea los últimos tiempos de vida de su madre. Con traducción de María Jesús Fernández, la obra ya ha sido distinguida con varios premios en su país y el Prix Médicis Étranger 2023 en Francia. Aunque el coronavirus fue el arma letal en esa primavera de confinamiento, la propia madre que ingresó en una residencia de mayores en el Algarve años antes, ya había pedido a su hija que escribiera un libro llamado 'Misericordia': (...) para que la gente sepa que es bueno tener compasión con la gente cuando no se mueve o cuando está enferma; le dije que sí pero no lo había tomado en serio, el título me parecía tan solemne, tan ontológico, tan metafísico, que me parecía imposible, pero esa fue la última vez que veía a mi madre, murió en la época de la pandemia y no la volvería a ver, así que se sentía como un deber cumplir su última voluntad».
Título Misericordia
Autor Lídia Jorge
Editorial La Umbría y la Solana. 2024. Colección de autores portugueses
Precio 25 euros
En realidad lo conmovedor, el desgarro, el sentido finalista, el diálogo entre lírica y drama, entre la intimidad y lo colectivo, entre esperanza y conocimiento atraviesan la novela. Una estructura de diario, cuyos textos están precedidos de una curiosa ubicación y contexto: «La transcripción de un archivo de audio con una duración de 38 horas que contiene las declaraciones de Maria Alberta Nunes Amado, grabadas entre el 18 de abril de 2019 y el día 19 del mismo mes del año siguiente, en una Olympus Note Corder DP-20. (...) De su discurso también se han quitado las muletillas que marcaban la oralidad. La huella de sus risas y de sus lágrimas, lo mismo. Pero las palabras, la respiración y el ritmo corresponden por completo al original». En el territorio de melancolía, deseo, intensidad, vivencias y recuerdos se fragua una serie de trayectos a través de la voz de la protagonista y de esa colisión entre esperanza y fragilidad que se desprende de la relación cotidina entre cuidadores y residentes. 'Misericordia' se postula como la historia de «una vida que sobrevive gracias al espíritu y a la fuerza de la resistencia». Lo ordinario y extraordinario, lo real y lo onírico, la limitación física y la imaginación que vuela otorgan una atmósfera especial al flujo de pensamiento de la señora Alberti que vertebra la narración. En ese mapa particular crece el pulso entre la resignación, el cansancio y la dignidad. Es una novela pero también una reflexión sobre el final, la aceptación de lo último, la vejez, el dolor, la humanidad exhibidas en un espacio limitado por el propio tiempo. En este sentido, caben cariño y crueldad, vanidad y deseo, pequeñas venganzas y actos cotidianos convertidos en odas fundacionales. La residencia es un ecosistema que Lídia Jorge a través de esa voz, que son muchas, convierte en un lugar planificado, cómplice, aceptado socialmente pero que se construye en un equilibrio casi imposible entre olvido y memoria. Lídia Jorge (Boliqueime, 1946), por supuesto, canaliza los espacios literarios, el perdón y la muerte. La figura de la obra confiesa: «Soy de esas personas que no piensa que la esperanza es lo último que muere. Yo pienso que la esperanza es sencillamente inmortal. Aquel nombre ausente, con el que se interrumpió el combate con la noche, me vendría cuando menos lo esperase. Confío plenamente en las leyes que rigen el pensamiento. Ellas me guían y me dan paz»
Hay un desdoblamiento entre la voz interior, la que se proyecta hacia dentro de la residencia y de la propia protagonista, y la exterior, la que representa ese fuera físico y la de los recuerdos. Y entre ambas un duelo, un combate entre la vida, que debe habitarse en la residencia, y la sombra de ensimismarse ante la muerte. Y hay humor en el diálogo madre e hija y esa necesaria expresión de lo que significa misericordia, o cómo dotar de contenido a una nueva forma de estar en el mundo, que también es un final.
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