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El último libro de Juan Antonio González Fuentes lleva por título 'Fugas Fugaces'. La puerta de entrada al interior de un libro es su título. Merece la pena detenerse en este, siquiera brevemente. Una 'fuga' puede ser la 'acción de fugarse', y puede ser también una creación musical, una 'composición que consiste en la repetición de un tema y su contrapunto con cierto artificio, y por diferentes tonos'. En cuanto a la voz 'fugacidad' es condición de lo que 'huye y desaparece con velocidad', nada cabe decir, excepto que es queja obligada de la percepción de la vida humana, de la vida. La lectura del título reúne dos sentidos, porque consiente fugaces «huidas veloces» y fugaces «composiciones musicales». En cierta forma, el título es también su propia composición musical: una 'fuga' con su tema (la música), y su contrapunto, (la fugacidad).
El título del libro, en verdad, proporciona un contexto, un área de interés: la necesidad de huir, el artificio de la música, la transitoriedad a la que lo humano está sometido. Es obligado mencionar el contexto, las referencias ineludibles, porque respecto de algunos asuntos de los que trata el libro mismo casi se forman solas en la mente las palabras del vehemente apóstrofe de Séneca: «¡Desgraciados!, ¿ignoráis que vivís huyendo?». Y es también Séneca quien exhorta a recordar: «A menudo hay que recordar al espíritu que ame las cosas tal como si fueran a desaparecer, mejor dicho, como ya desapareciendo».
Título Fugas fugace
Autor Juan Antonio González Fuentes
Editorial R&R, Santander, 2024
Precio 12 euros
Reducir un libro a su contexto tal vez no sea siempre suficiente. Ni siquiera se diría todo si se ampliase el contexto hasta incluir en él el escarolado conceptismo que anuncia la lectura del título del libro. Ni siquiera todo se diría si se ampliase aquel para dar acogida a lo elegíaco, a la elaboración del pesar o de la melancolía por cualquier versión del infortunio pasado, presente o temido. Acaso pueda identificarse una de las fugas del tema con el tiempo, con el paso del tiempo; el contrapunto, a su vez, podría identificarse con la fugacidad con la que el tiempo roza o destroza los afanes humanos. La insistencia en lo fugaz, o en lo vivido, que brusca o impensadamente aparece, sedimenta en la poesía en forma de elegía, en forma de reflexión sobre la brevedad de lo humano. Suele ser más interesante en cualquier obra de arte la ejecución material que las ideas que la guían. La ejecución de una pieza siempre puede sentir la tentación de desbordar la idea original, de superarla.
En este libro es interesante el modo en que el tema y el contrapunto se muestran al sentido del lector, es decir, son interesantes el artificio y los tonos. En las páginas de este libro los temas particulares son los del paso del tiempo, el recuerdo, la experiencia de la vida, la revelación. Dicho de otra forma: la insistencia en las limitaciones humanas, y la relativa inutilidad de esa insistencia. Es interesante, por último, que todos los poemas sean un solo poema, cada uno de ellos con un final abierto, para entrar en el siguiente, en los siguientes, y sin perder su identidad privativa ninguno de ellos. Como el pez que nunca deja de percibir el mundo ilusoriamente ilimitado de su pecera, así «Va y viene el pájaro / de su jaula dorada». Y esta evocación del movimiento se cose a la continuidad del dolor. No es ajena esta percepción a la forma de expresión de la lírica popular de tipo tradicional: «Mis penas son como ondas del mar, que unas se vienen y otras se van».
La memoria, el recuerdo de lo ido, arde en la imaginación. Pues una cerilla encendida recuerda, en su pobre resplandor, haber sido testigo en el pasado de una luz más intensa. «Una cerilla / en llamas guarda el sueño / de los relámpagos». Y ese relámpago es revelación, ilumina la noche cerrada en la que se olvidó el tiempo pasado. «Visto y no visto: / un relámpago asoma. Vuelvo a ser niño». La luz sirve para despertar brevemente lo que solo vive dormido en la conciencia. También en la lírica de tipo tradicional lo que no se ve y lo que sí se ve mantienen una agria dialéctica. «Ojos que no ven / lo que ver desean / ¿qué verán que vean?».
La forma en la que el arte se convierte en arte, el proceso de creación, también está presente en este libro. No podía estar ausente. «El mármol blanco / encierra en sí la estatua. / No tiene prisa». La 'prisa' está reñida con la eternidad del impulso de crear. La obra de arte nacerá cuando sea oportuno, cuando lo exija su propia madurez, no antes.
También está presente en este libro el contagioso gozo de la plenitud. Y también se halla expresado de una forma bella, como, por ejemplo, aparecía en la lírica popular de tipo tradicional: «Alta estaba la peña, / nace la malva en ella». Juan Antonio González Fuentes sabe dejar constancia del momento de plenitud de forma sencilla y expresiva. «Se abre la flor / y enciende su belleza. / Dios está en ella». El ser humano sabe abandonarse a su dolor, cuidarlo, encarnizarse en él, pero también sabe saludar esos momentos de plenitud que redimen de tantos de esos otros momentos inconvenientes de los que trae la vida.
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Mada Martínez | Santander
Carlos G. Fernández y Lidia Carvajal
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