Narrativa breve
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Narrativa breve
Trágica y con talentoPese a su título 'gildebiezmano', esta colección de relatos juega al despiste. Más que cuentos, las cuatro piezas con las que Magalí Etchebarne (Buenos Aires, 1983) se llevó premio Ribera de Duero 2024 son más bien novelas en miniatura, en las que la vida, más que por delante, palpita debajo de la trama: una mujer abandonada que somatiza su pena, la amistad entre una escritora y su correctora, un doloroso cumplimiento de últimas voluntades o la pareja como continuación de la guerra por otros medios. Lo dicho: la vida.
Claro que su punto fuerte es, por decirlo así, su fuerza de producción. Una capacidad creadora deslumbrante, capaz de materializar conceptos y recrearlos en carne y hueso: «discutían, pero sin imaginar que las peleas eran animales que crecían, unos que estaban alimentando y mejorando, haciéndoles ... cada vez más fuertes, más dañinos».
Frases así pueden provocar amor súbito; en el libro se esconden no menos de dos docenas. Sobre cómo es un matrimonio por dentro, sobre el proceso de envejecimiento, sobre la decepción al traducir una canción pegadiza… Claro que otras veces el flechazo llega con una reflexión tan lúcida como demoledora: «Una siempre sabe, siempre. Pero se hace la tarada», pone en boca de uno de sus personajes.
Título La vida por delante
Autor Magalí Etchebarne
Editorial Páginas de espuma
Precio 16 euros
Páginas 120
Lo que no falta, desde luego, es el humor. Aunque sea uno de esos que te acaban helando la sonrisa. Ironía envenenada, como en su caricatura de las novelas eróticas de moda hace dos décadas, cuando despedaza las pseudoterapias y la autoayuda –en 'Piedras que usan las mujeres', la sátira sobre los huevos vaginales es demoledora– o en el oficio de la correctora que traduce el español peninsular al rioplatense –«adaptar follar por coger, calcetines por medias, el tanga por la tanga»–, a la que acaba ascendiendo a «policía de pollas», pues no deja en sus novelas «ni una sola polla en pie»: las cambia todas por 'pijas'.
En otros pasajes, en cambio, se pone muy seria, como al valorar las diferencias entre escribir en inglés y en castellano: «escribir en español no le parece sexy y hacer que las cosas pasen le lleva demasiadas palabras», dice sobre Leslie, una escritora estadounidense. Pero cuando define el trabajo de Matt, guarda forestal –«Si disparan, tienen que matar; si hieren, tienen que terminar lo que empezaron», enseña a los cazadores–, cualquiera diría que en realidad está hablando de escribir. O de vivir, que es también otra forma de escritura.
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