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Un amigo sevillano, letrista de flamenco y pintor, Francisco Moreno Galván, le dijo en una ocasión: «Pepe, haz más bien retratos, no hagas actuaciones; las fotos no se oyen». Entre deslumbramientos, querencias, poses y un largo itinerario de amistades y huellas, que empieza en Argentina y concluye en España, la mirada del fotógrafo Pepe Lamarca está asociada a la imagen flamenca. Detrás, no obstante, hay mucho más. Una manera de contar el mundo, un sentido clásico de la fotografía, una cuidada captura de la vida alrededor donde la elegancia, la luz, cierta serenidad, ese juego de presencia y ausencia está muy presente. Sus retratos de grandes leyendas del flamenco, tomados tras su llegada a España, han sido siempre el mantra, el ADN y la seña de identidad de su vínculo con la imagen. El trabajo de Lamarca afincado desde hace décadas en Cantabria, en Polanco, ha sido reivindicado y poco a poco ocupa el lugar que merece.
Hasta ahora esos retratos se habían mostrado en blanco y negro, convertidos en una especie de canon a la hora de catalogar la imagen del flamenco, su foto fija en el tiempo de nombres históricos. El próximo mes de septiembre, sin embargo, el calendario de exposiciones de Santander se abrirá con una singular exposición en Librería Gil, comisariada por el galerista y exdirector de Artesantander, Juan Riancho, y coordinada por el fotógrafo Maxi del Campo, que mostrará algunos de esos históricos retratos pero, por primera vez, agrupados y en muchos casos inéditos, en color. Solo se conocieron así en su primer destino: las cubiertas de discos y las promociones de sellos discográficos.
Pepe Lamarca (Buenos Aires, 1939) inició su andadura profesional en los 60, realizando reportajes gráficos en Argentina para los sindicatos sobre trabajos insalubres y documentando las condiciones de vida de los «golondrinas», jornaleros que se desplazaban, durante nueve meses al año, con toda su familia, a las regiones ricas para sacar adelante las cosechas o trabajar tierras no explotadas por los terratenientes. En esa época entabla relación profesional con el fotógrafo Humberto Rivas, retrata a numerosos escritores y artistas de su país y conoce en la capital porteña a Paco de Lucía, Camarón y Antonio Gades. Estaba trabajando en las fotografías de los carteles que debían anunciar la actuación del bailaor cuando la policía arrasó su estudio y le detuvo.
La forma de trabajar, el sentido de la fotografía de Lamarca, su elección personal y su evolución han sido factores que han mantenido ese cordón umbilical del blanco y negro con su obra más conocida. Al igual que otros muchos fotógrafos en los años sesenta y setenta positivaba sus propias fotografías en un laboratorio casero. Luego el color se convirtió en recurrente y dominante, lo que exigía un laboratorio profesional, en los tiempos de las tiendas de Kodak y los dos grandes laboratorios que se impusieron en el mundo de la película en color.
Las imágenes en color de esos retratos populares del mundo flamenco, captadas por Pepe Lamarca, que ahora se mostrarán en Santander, solo se vieron en las cubiertas de los discos. Además el propio Lamarca reconoce que ese material estuvo descontrolado o incluso lo daba por desaparecido. Nunca tuvo muy presente un trabajo que, al margen de las discográficas, quedó al margen de su labor cotidiana, aunque los negativos permanecían en una caja. De ahí que en el transcurso del tiempo quedaran en el olvido, mientras de manera recurrente y con cierta periodicidad, han asomado públicamente en exposiciones y libros sus copias en blanco y negro.
A Lamarca la fotografía digital no le interesa y considera que es una cuestión generacional. Él pertenece a ese estirpe de fotógrafos que han trabajado en el laboratorio y que han positivado imágenes, abordando su mayor o menos contraste y exposición, fruto de ese ritual de la fotografía analógica. Por contra, opina, lo digital resta naturalidad al trabajo. Lamarca defiende la reflexión, la concisión, la búsqueda tras cada retrato.
El fotógrafo realizó los carteles de la brillante etapa de Gades al frente del Ballet Nacional y del espectáculo 'Carmen'. Y sus retratos llevan los rostros de Camarón de la Isla, Paco de Lucía y numerosas portadas de discos y trabajos fotográficos para José Menese, Rafael Romero, El Lebrijano, Carmen Linares, José Mercé, Fosforito, Terremoto y los guitarristas: Niño Miguel, Enrique Melchor, Juan y Pepe Habichuela y Tomatito.
Pepe Lamarca vive en Polanco desde hace más de 40 años y ha sido uno de los protagonistas del proyecto Legado Cantabria de Unate (https://legadocantabria.org/jose-lamarca/). Una iniciativa en torno a personas mayores de 70 años, quienes relatan su experiencia vital para ponerla a disposición de las generaciones actuales y venideras. En ese contexto, entrevistado por Zhenya Popova, recuerda que desde pequeño desarrolla su pasión por la fotografía. Comienza su recorrido profesional como corresponsal y en la década de los años 60, cámara en mano, trabaja como fotógrafo en organizaciones sindicales documentando las condiciones insalubres de trabajo. Ante su cámara han posado además escritores, poetas, actores y otros músicos. Es el caso de Julio Cortázar, Vicente Aleixandre, Rafael Alberti, Luis Escobar, Mercedes Sosa o Pepa Flores Marisol.
Un itinerario geográfico, humano y vital vertebró las series fotográficas del trabajo de Pepe Lamarca como se reflejó en la gran exposición que dedicó la Sala Robayera al fotógrafo. En Miengo su obra incluyó así desde los rostros históricos, como el del Nobel Octavio Paz, a recorridos de gentes y lugares en series como las de Santiago del Estero, Cementerio de la Chacarita, Usina de basuras y Chiloé.. A principios de los 70, tras pasar por prisión, se exilia en España y llega a Madrid. Finalmente, en 1978 se asienta en Cantabria con Pepa, su mujer y tiene a sus hijas. Desde 1972, trabajó para empresas discográficas. Retrata portadas de discos y carteles a muchos artistas, entre ellos: Los Chichos, Tequila, El Lebrijano, Fernanda de Utrera, Carmen Linares, Rafael Romero El Gallina, Terremoto de Jerez, Fosforito, a los guitarristas Melchor de Marchena, Enrique de Melchor, Juan y Pepe Habichuela, Tomatito, Vicente Amigo. Expone sus obras en el Congreso Flamenco de Cáceres de 1984 y en peñas flamencas de todo el país. Colaboró con distintas publicaciones y trabajó para la Compañía Nacional de Teatro Clásico con Adolfo Marsillach. A la hora de resituar las imágenes que podrán verse en Gil en septiembre, es revelador el prólogo que el periodista Alfredo Grimaldos escribe para el libro 'Flamenco: Pasión, Desgarro y Duende', editado por Península hace más de una década, que reunía a Elke Stolzenberg y José Lamarca. «En la fotografía flamenca conviven dos tendencias. Una busca el perfil humano, los matices que hay detrás del profesional del cante, el baile o el toque, con el artista posando de forma consciente. Dentro de ella se encuadra Lamarca, que pretende captar la imagen de sus modelos en estudio, con iluminación artificial, y solo en raras ocasiones los sigue sobre el escenario».
Una definición significativa y lúcida del diálogo fotográfico entre Lamarca y el flamenco la describió el profesor, investigador y ensayista Bernardo Riego, ligado a la UC: «La mirada que Lamarca proyecta sobre sus retratados es sosegada y la sencillez con la que ilumina las escenas posibilita que el espectador contemple sin obstáculos ni indicaciones añadidas a unos personajes que tienen un universo propio. La riqueza del trabajo se desprende de la propia diversidad que adquiere esa libertad de representación. (...) Ante la cámara de Lamarca desfilan las familias, los clanes, los nombres célebres, algunos conocidos y otros ignorados por el profano, pero ante nuestros ojos cada una de estas figuras adquiere una transparencia inusual, gracias al enorme respeto con que el autor trata a sus retratados».
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