La verdadera verdad

Y es que Jesús Carazo ha vuelto a construir una pequeña delicia en apenas cien páginas, y con elementos tan sencillos: un jovenzuelo tontorrón y desnortado, un pueblo costero en septiembre, la fascinación juvenil por los grandes personajes y temas literarios… Para luego fabular un encuentro que pasa de la ilusión a la catástrofe, sin solución de continuidad. Y, de rondón, colar un guiño a su compañero de escudería, José Antonio Abella, y la polémica en torno a su escultura 'diabólica'.

Carazo, claro, tiene truco. Y de lo más sencillo: simplemente, nos da lo que nos gusta. Personajes tiernos –¿cómo no enternecerse ante un graduado español que habla tan mal inglés que el escritor acaba hablándole en castellano?–, pero sin pasarse. Una mezcla sutil de dulzura y realismo, como esos caramelos mexicanos que sí, endulzan, pero luego son picantes. Contextos reconocibles, cercanos, para que nos sintamos cómodos. Y dosis de sueños, de ilusión, de épica, pero no en primer plano, sino en el de la posibilidad, de manera que ni siquiera nos damos cuenta de que, en el fondo, nos habla del sentido de la vida. Así, lo mismo consigue engancharnos con un trasunto de Lucifer –si no lo han leído todavía, corran a su librería y pidan un ejemplar de 'La tentación'– o con un mister Rush que, detrás de su irresistible encanto británico y crepuscular esconde todavía muchas espinas. Y antes de que podamos darnos cuenta, ya hemos caído en sus redes.