La vida en sí
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En 'El cielo sin caminos', de Sergio Fernández, la naturaleza protagoniza muchos de los versos para poner en marcha el engranaje de los recuerdosPara Sergio Fernández Salvador (León, 1975), la poesía «es mirar hacia dentro desde dentro», sin embargo, no debemos presumir al albor de esta afirmación que estamos ante una poesía egótica y autosuficiente que explora solo un mapa de emociones y sentimientos personal, sin interesarse por ... lo que ocurre fuera de sí. Todo lo contrario. El propio título del libro, 'El cielo sin caminos', que proviene de un verso de Tagore y es el cuarto de los suyos –antes había publicado 'Quietud' (2011), 'Lo breve eterno' (2013) e 'Hilo de nada' (2020)–, despeja el horizonte porque la naturaleza, es decir, lo exterior, protagoniza muchos de estos poemas, como ocurre en el titulado 'Trasmundo del mapa', ese lugar de la provincia de León –«la provincia amada»– al que el poeta regresa siempre, «un punto muy pequeño con un nombre / muy pequeño también que prometía / lo infinito» y la Cordillera Cantábrica con sus «cumbres rocosas del alma», que decía Unamuno. Es, además, en el espacio exterior el que sirve para poner en marcha los engranajes de los recuerdos, unos recuerdos alegres en los que el milagro de la existencia toma cuerpo en la presencia de los otros, unos recuerdos en los que no hay espacio para el desconsuelo o el dolor porque «Lo que importa / es asumir a tiempo el íntimo mandato / de convertir la queja en gratitud» y esa conversión mental se visualiza en la escritura del poema ―–que es, según William Wordsworth, «emoción recordada en la tranquilidad»–, es decir, emoción dejada reposar el tiempo suficiente como para que se libre de las impurezas del instante y refleje con la mayor pulcritud sus consecuencias. Fernández Salvador afirma el mismo concepto con sus propias palabras: «La poesía no es fuego, ni su brisa / siquiera, es el recuerdo de un recuerdo» y es tarea del poeta «Con palabras, imágenes e ideas […] arrancarle al árbol el milagro / de que la hoja se convierta en pájaro» y más adelante, en poema de otra sección, afirma: «Tú no dices, te dicen las palabras».
Autor: Sergio Fernández Salvador.
Editorial: Visor poesía, 2024.
Páginas: 78.
Precio: 12 euros.
También los elementos naturales simbolizan los distintos momentos de la pasión amorosa, una pasión, efervescente que busca enarbolar el sentimiento de amor universal porque en ese amor sucesivo el amor consumido se asume sin culpa ni contrición: «Un día otra mirada / amenaza tu mundo y te abandonas / a la duda, pues todo cuanto es / podría ser de otra manera». No estamos solo ante un amor de carne y hueso en el que «se funden nuestras almas de tal modo / que ya solo existimos tú y yo», porque hay otro, de carácter más abstracto, pero tan vinculante como el primero, que alimenta la propia vida, la música, «la compañera perfecta de la vida, / esa brisa que impide que las nubes / resuelvan en tormenta». Pero este afán trascendente tiene su contrapunto en poemas gobernados por el timón de la ironía. La escasa importancia que se concede socialmente a la poesía, a la música, a la ciencia, a la cultura en general es objeto de escarnio en poemas como 'Epigrama', titulo paradójico ya que estamos frente a uno de los poemas más extensos del libro una particular sextina, una parodia del célebre narcisista y excelente futbolista Cristiano Ronaldo que finaliza con estos versos: «Tú te debes de la grada el fervor / y sabes bien que nunca se comprendió al artista, / que no eres sino víctima de envidias de infelices / que no te pueden ver, como tú mismo dices, / porque eres «guapo, rico y un gran fubtolista».
El eje de la cuarta sección, 'De lo oscuro', es el presente, un presente construido con los mimbres del pasado, pero no de forma nostálgica «porque lo que regresa es un pasado / en el que no te encuentras. Te lo velan / como unas cataratas no en los ojos, / peor, en la mirada», asumido en su tránsito, tránsito que lleva aparejadas pérdidas y renuncias. En ese pasado se homenajea a Antonio Machado en dos poemas y traza en un tercero las líneas de su poética, que podemos definir a partir de estos versos: «Como prende el acebo en la llaga de un monte / nacen también a veces de lo oscuro los versos […] Maduran solamente las palabras / que aspiran a la altura y a la luz […] Así ha de ser. Igual quede en tu verso / oculta la raíz, visible el fruto». En la última sección, 'El cielo verde', hay poemas que profundizan en la relación del autor con el poema, en la distancia que separa al personaje poemático del autor, «entre el autor atento de estos versos / y el que los pone– es un decir–―en práctica», aunque, al final, lo que importa es que los poemas hablen al lector de sí mismo, y esa complicidad sin suspicacias entrega el poeta lo mejor de sí, una vida escrita con las palabras de quien sabe que toda vida será borrada por el tiempo.
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