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El violista de gamba
La biblioteca portátil

El violista de gamba

La novela de Pascal Quignard ayudó a redescubrir al misterioso músico barroco Sainte-Colombe, olvidado durante dos siglos hasta que a finales del siglo XX fueran descubiertos sus cuadernos y partituras inéditas

Viernes, 17 de noviembre 2023, 07:15

«Todas las mañanas del mundo son caminos sin retorno», escribe Pascal Quignard en el arranque del penúltimo capítulo de la novela que le lanzó a la fama en 1991. En esta fabulosa fusión de música y literatura reconstruye, desde un estilo en apariencia descriptivo y cronístico, la vida de Sainte-Colombe, un músico y compositor francés del siglo XVII considerado la figura clave de un instrumento casi olvidado: la viola de gamba.

Esta reconstrucción, a pesar de las formas casi de historiador, es sin embargo una fabulación, y a la fuerza: nada –ni su nombre de pila, por cierto–, o casi nada se sabe de Sainte-Colombe, más allá del prestigio en su época y un ostracismo ganado a pulso; en parte, por sus supuestas simpatías por el grupo de Port-Royal y la ideología jansenista, pero tal vez en mayor medida por su propia voluntad de aislamiento social, en aras de consagrarse a la música. El arte puro, en su máxima expresión.

En la novela, el músico sufre un severo golpe por la repentina enfermedad y el fallecimiento de su esposa, mientras él se encuentra de viaje, consolando a un melómano en su lecho de muerte. A partir de entonces, irá perdiendo interés por la vida social e incluso por el propio lenguaje, y se centrará en sus hijas pequeñas y en la música. Se hace construir una cabaña en el jardín, donde dedicará sus días a tocar la viola junto a sus hijas.

Como periódicamente admite público en sus veladas, su fama irá creciendo, hasta ser llamado a la corte por Luis XIV. Sin embargo, a Sainte-Colombe no le interesa ese mundo, y ningún mundo en realidad, por lo que rechaza la invitación reiteradamente. El Rey Sol le condenará al olvido, prohibiendo a los nobles asistir a sus conciertos. Y así permanecería –esto es historia, no novela– hasta que en 1943 el investigador Paul Hooreman descubriese un manuscrito con medio centenar de obras en partitura.

El resto de su vida, pues, Sainte-Colombe lo dedicará a perfeccionar en soledad la interpretación de su instrumento, aunque en una ocasión admitirá a un aprendiz, el joven Marin Marais, al que enseñará la relación entre la música y el silencio. Sin embargo, cuando descubra la ambición del joven, que ha tocado delante del rey, le expulsará de su casa. Marais encarnaba para él una forma abominable de concebir el arte: la búsqueda de la gloria, y no el arte por el arte.

Durante años, y a pesar de triunfar en la corte, Marais acudirá en secreto a escuchar a su maestro, sin que él lo sepa. Así, la cabaña de Sainte-Colombe se convierte en una suerte de santuario artístico, que no sólo está alejado del mundo metafóricamente sino también en un sentido literal: está construida sobre un árbol. Es decir, que ni siquiera toca el suelo.

Todas las mañanas del mundo

  • Autor Pascal Quignard

  • Editorial Galaxia Gutenberg, 2023

  • Páginas 107

  • Precio 13 euros

Tanto el personaje como el asunto habían obsesionado al novelista, hasta el punto de que existe una precuela de esta novela, o bien 'Todas las mañanas' puede considerarse una suerte de 'spin-off' de una obra previa de Quignard, 'La lección de música'. Se trata de un libro que contiene tres relatos, el primero de los cuales recrea la vida del músico Marin Marais, y donde por primera aparece Sainte-Colombe, quien, «en verano se encerraba en su jardín en una pequeña caseta de tablones que había levantado en las ramas de una morera, con el fin de tocar allí la viola con mayor tranquilidad y placer. Marais se deslizaba por debajo de esa caseta; allí escuchaba a su maestro y podía disfrutar de algunos pasajes y toques particulares con el arco que a los maestros del arte les gusta reservarse para sí».

El cine

Siempre es todo un dilema imposible de dilucidar: ¿es mejor el libro o la película? ¿El éxito de uno provocó la adaptación, o fue el filme el que hizo que las ventas de la novela repuntaran? En este caso concreto, no merece la pena abrir un debate: ambas piezas son extraordinarias, sin necesidad de apoyarse comercialmente una en la otra. Y es que, si la obra de Quignard explotaba el redescubrimiento de un artista desconocido, la versión cinematográfica de Alain Corneau, más allá del reparto estelar –un Gérard Depardieu en su mejor momento encarnaba al Marais adulto, y su hijo Guillaume haría de joven– contaba con un arma secreta insuperable: la música. Y es que de la interpretación se encargaría nada menos que el barcelonés Jordi Savall, uno de los mayores expertos mundiales en música antigua y quien recuperó en el siglo XX la viola de gamba. Su banda sonora potenció la fuerza de la historia que se llevó siete premios César, el Oso de Oro de Berlín y un Globo de Oro.

Renuncia al mundo

El propio Pascal Quignard tiene, por sí mismo, una historia de lo más literario. El, en palabras del crítico Rafael Conte, «mayor escritor de las actuales letras francesas» era un absoluto hombre de éxito: este normando nacido en 1948 sufrió en su infancia y adolescencia de dos episodios de afasia, que le empujaron a los mundos de la escritura y de la música.

Pero una vez superados, estudió filosofía con Paul Ricoeur, y en convirtió en experto en el mundo romano, en cultura clásica francesa y en cultura japonesa; triunfó como músico y compositor y dirigió el Concierto de las Naciones junto a Jordi Savall, además de fundar con Mitterrand el Festival de Ópera y Música Barroca de Versalles. Como escritor, ha publicado unos cuarenta títulos entre ensayos y novelas y por si fuera poco, fue durante años director editorial del célebre sello Gallimard. Hasta que en 1994 decide abandonarlo todo y dedicarse exclusivamente a escribir. Una apuesta que se saldaría con un éxito indiscutible y gran éxito de público y crítica, cosechando numerosos premios. El último, el Formentor, al que muchos consideran nada menos que la antesala del Nobel.

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