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La nadadora que nos presenta Caroline Wahl (Mainz, 1995) en apariencia no tiene demasiado que ver con el Neddy Merrill que nos propusiera Cheever, de no ser por voluntad de ambos de retratar el fracaso, aunque sea desde dos perspectivas antagónicas.
La de Wahl es una nadadora contra corriente; vive en un pequeño pueblo que, para los demás, es un paraíso vacacional. Más aún: vive en 'la calle de la alegría'. Pero para ella la vida es lucha. Y no solo porque su casa sea la « ... triste y gris, al final de la calle», sino por el pequeño o gran infierno que ella y su hermana pequeña padecen en el interior, debido al alcoholismo de su madre.
Así que Tilda Schmitt, que así se llama la protagonista, tiene que trabajar en un Aldi mientras estudia en la universidad. Y además reniega de los berlineses endiabladamente encantadores que pasan los fines de semana en su pueblo. Sin terminar de conectar con las formas de ocio de sus conocidos, que experimentan con todo, desde las drogas hasta las relaciones, sus esfuerzos se centran en la supervivencia. Hasta que un día un profesor le ofrece una beca para doctorarse en Teoría de la Probabilidad. Y en Berlín, nada menos. Algo que, lógicamente, le obligará a replantearse sus prioridades, y también sus propios prejuicios.
Autor Caroline Wahl
Titulo 22 Largos
Editorial Lumen, 2024.
Páginas 216
Con esta bildungsroman versión ultramoderna, Wahl logró la insólita proeza para estos tiempos de llegar no solo a más de ciento cincuenta mil lectores, sino sobre todo a un público joven, al que parece hablar directamente. Y es que la novela derrocha empuje juvenil, sobre todo merced a un estilo muy dinámico, que incluye una grafía particular en los diálogos, introducidos por el nombre del personaje y dos puntos, como en los guiones de teatro. La narración en presente le confiere, además, una velocidad endiablada. Pero tal vez su verdadero encanto radique en que el relato, en primera persona, es en realidad una recreación de lo que bulle en la cabeza de la protagonista, que se podría intuir como un alter ego de la autora, de no ser porque aquélla detesta los flequillos ultracortos, como el que ésta luce en la foto de solapa.
Si además todo esto lo aderezamos con humor –divertidísimo el juego de adivinar cómo es el cliente viendo solo su compra, un toque cosmopolitismo berlinés y mucho espíritu crítico, enseguida entenderemos el porqué de su éxito.
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