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«Lindsay Kemp fue un meteorito que desde el espacio se proyectó al cielo del teatro y danza internacional desde principios de la década de ... los 70 hasta 2018, dejando tras de sí una deslumbrante estela de polvo de estrellas en todo el mundo. Una revolución y una revelación que vive hoy en millones de recuerdos». El que así habla es David Haughton, colaborador habitual del creador británico tanto en el teatro como en la vida durante 45 años. Es también uno de los responsables de la exposición 'Sueños, locura, luz' que, desde el pasado día 1 y hasta el 31. muestra, en la Sala Piti Cantalapiedra de la Biblioteca Central, la huella de Kemp en Cantabria. Una región que visitó en numerosas ocasiones y con la que logró un vínculo que tres años después de su muerte está bien presente.
Haughton, con otras dos de las más estrechas colaboradoras de este bailarín, actor, maestro, mimo y coreógrafo es uno de los responsables de esta muestra en la que se pueden ver el vestuario de algunas de las producciones que estrenó en Santander, fotografías que recorren gran parte de su trayectoria, dibujos y bocetos que él mismo hizo y otros objetos del universo 'kempiano' como pinceles de maquillaje, sus gorros marineros, pañuelos, zapatos de ensayo... La exposición se completa con la proyección continuada de un audiovisual con numerosas imágenes y vídeos, en algunos casos inéditos, y el documental 'Gota roja' de Pablo Benedetti.
«Llegó a España en 1977 como un terremoto, triunfando de ciudad en ciudad con su Lindsay Kemp Company y los restos de Franco entraron en shock. Su debut en Santander fue en la Plaza Porticada el 17 agosto 1982, con 'Sueño de una noche de verano' para volver con 'Flowers' en agosto de 1985. Después llegó en 1992 a un recién inaugurado Palacio de Festivales con 'Onnagata'», recuerda David Haughton.
Esa primera representación en el Palacio marcó un hito para la institución cultural y sus entonces responsables, Juan Calzada y Román Calleja que también colaboran en la organización de esta exposición, pues comenzó así una estrecha de relación de amistad que se materializó en varias producciones que han llevado el nombre de Cantabria por todo el mundo. «Kemp proclamaba siempre su amor por las ciudades con mar, por eso amaba a Santander. Le encantaba pasear por la bahía de camino a sus actuaciones».
Sala Piti Cantalapiedra 'Sueño, locura, luz' se puede ver en la Biblioteca Central hasta el próximo día 31.
Responsables David Haughton, Daniela Maccari, Paola Autera. La producción corre a cargo de Palco Tres y la organización a Vicepresidencia del Gobierno de Cantabria
Con tiempo las amistades de Lindsay Kemp en el Palacio de Festivales le llevaron de forma natural a crear nuevos espectáculos, y en 2001 Román Calleja y Juan Calzada le invitaron a dirigir la ópera 'Madama Butterfly'. «No se imaginaba en aquel momento que desde esa semilla florecería una obra maestra. Se estrenó el 14 noviembre de 2002, y fue un absoluto éxito. Fue representada en España e Italia más de 25 veces durante los siguientes seis años: una hazaña increíble en el mundo de las producciones de ópera efímeras. Pero esa Butterfly es inolvidable no tanto por sus números cuanto por su armonía: Lindsay transmitió alegría y convicción a todos, desde los productores hasta el coro, los extras, los técnicos ... y el público», comenta su colaborador más estrecho.
La exposición de la Biblioteca Central celebra y recuerda también aquella 'Madama Butterfly' con trajes originales... y huellas de su magia y objetos que cobran vida. Se recuerdan también otras dos producciones en las que Kemp y Santander volvieron a crear juntos: 'Elizabeth I, el último baile', una semiópera de teatro danza, estrenada el 1 abril 2005 de la que el artista fue autor, director y protagonista, con música de Carlos Miranda y otra ópera muy querida por Lindsay desde su niñez, 'Los Cuentos de Hoffman' de Jaques Offenbach, que se estrenó en la sala Argenta el 29 noviembre 2007.
También está presente otra creación producida y nacida en Santander, 'Kemp Dances', que giró en 2016 y 2017... y que realmente fueron «los últimos bailes» de Lindsay en España. «Aquí encontramos destellos del hombre soñador y trabajador en el escenario y en el backstage, en sus trajes usados por fantasmas, en momias fragmentadas de personajes inventados, en gestos de luz, en ríos de fotos digitales y en vídeos creados hace diez, veinte, treinta, cuarenta, cincuenta años. Se puede decir que hoy Lindsay y la ciudad de Santander están de nuevo juntos», concluye Haughton.
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