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Un cementerio ilegal, una frontera, un matrimonio que huye, un poderoso señor, dos hijos fallecidos, una mujer que entierra a los muertos de quienes no pueden pagar ni un sepulcro digno para los suyos. Una árida historia de esperanzas y miedos, de belleza y dolor, ... de bondad y mentira, de alegría y maldad. La periodista y escritora hispanovenezolana Karina Sainz Borgo (Caracas, 1982) presenta 'El tercer país', la segunda de sus novelas, que llega tras el éxito editorial de 'La hija de la española', traducida a 28 idiomas. En su nuevo título, una ficción basada en una historia real, la autora, de ascendencia cántabra por vía paterna, indaga en muchos de los conflictos que marcan la actualidad diaria como las migraciones, la violencia contra las mujeres o el peligro que afrontan cada día quienes no tienen nada salvo la ilusión de alcanzar, allá donde lo haya, un futuro mejor.
-'El Tercer País' es un retrato crudo y descarnado del ser humano, en el que confluyen el clasismo social, el machismo, la incultura, la esperanza, la bondad... ¿De dónde surgió esta historia y cómo la desarrolló?
-La historia de 'El tercer país' toca los entresijos de una tragedia universal, como la de Antígona. El libro narra cómo dos mujeres, en un entorno fronterizo y hostil, se dedican a ejercer la compasión y la piedad enterrando a gente que no tiene quien le entierre, pagando el precio de tener que someterse una ley arbitraria marcada por el más fuerte.
-¿Qué aspectos quería retratar o analizar a través de la historia de Angustias y Visitación?
-Hay varios aspectos que trato, como el hecho, sorprendente, de que en un mundo contemporáneo la figura de Antígona todavía tenga vigencia, y que se dé principalmente en personas que huyen, tanto en Europa como en otros lugares del mundo. Aunque es una ficción, el punto de partido del libro es una historia que llegó a mí sobre una persona que en una zona de frontera se dedicaba a enterrar a los migrantes que morían en la travesía. Me pareció de una luminosidad tremenda y también de una tragedia gigantesca. Así que decidí ir a conocer a esta persona y a quienes acudían a ella, algo que hice antes de la pandemia.
ARGUMENTO
-¿Cómo fue la investigación que desarrolló para escribir esta nueva novela?
-Aproveché la promoción de 'La hija de la española', que me llevó a moverme mucho, y utilicé buena parte del tiempo en moverme por distintos espacios y fronteras y hablando con diferentes personas para ambientar esa idea de límite y de frontera, que me parecen fundamentales como concepto por toda la carga política que tiene, por toda la carga de poder que hay implícita en ellos, por la violencia que se respira en un territorio de fronteras en el que normalmente el que quiere atravesarlo es visto como un intruso. Eso de alguna forma está dibujado en una novela que actúa en función de las alegorías y de las metáforas.
-La novela encierra una crítica social a una sociedad deshumanizada, anclada a los mismos resortes tribales que han guiado a la raza humana desde que existe. ¿Cuál es la síntesis de dicha crítica, en qué aspectos busca poner el foco?
-Es una novela busca interpelar al lector. Buena parte de los motivos que me llevaron a escribirla tiene que ver en alguna medida con una noción muy clara del mundo que nos rodea. Una novela no resuelve problemas, no alecciona, sino que plantea paradojas. Es algo que se puede ver en el caso de las dos mujeres protagonistas, que se dedican a hacer el bien pero no son dos personas impolutas ni perfectas, sino que son unos seres que también tiene que aprender a sobrevivir en un entorno enormemente violento, llegando incluso a ejercer esa violencia que se abalanza contra ellas. Esa idea de desobedecer a la ley para ser justos me parece tremendamente importante, fundamental.
-¿En qué sentido?
-En el de que no hemos superado las grandes tragedias humanas, que ya están recogidas en obras como las tragedias de Sófocles. Retrata lo difícil que es para el ser humano contemporáneo sentir y ofrecer compasión y piedad. Si el libro puede convertirse en un mapa que permita al lector confrontarse con esas paradojas, entonces la historia y la novela, ésta o aquellas que lo consigan, tienen sentido.
ACTUALIDAD VS NARRATIVA
-Esa fragilidad contrasta radicalmente con la percepción de autosuficiencia que tiene de sí misma la sociedad moderna...
-Sí, en ese sentido hay un elemento territorial muy relevante debido a que la tierra es un personaje en sí misma, porque marca un espacio conquistado, de colonización, de poder. Y al mismo tiempo propone también un espacio de identidad.
-La historia recuerda inevitablemente al éxodo que se ha producido en los últimos años en Venezuela en concreto y en Latinoamérica en general.
-Sin duda alguna, el dolor que impulsa en buena medida el libro es un dolor que conecta con el de la diáspora venezolana. Pero uno se pregunta si ese paisaje de pobreza, de rabia y de destierro que se ve en las imágenes y en los reportajes sobre cómo una población huye de un entorno que se cae a pedazos parece la evocación constante de un destierro anterior, perpetuo, que viene desde el pueblo judío buscando errante la tierra prometida hasta las columnas en Centroamérica tratando de huir de Honduras.
-¿Cómo ha afrontado el paso del periodismo a la narrativa?
-Ha sido un paso difícil pero liberador. Los tiempos de la ficción y del periodismo se quitan la palabra. El periodismo está obligado a ser rápido, a ser claro, a dar respuestas directas. La novela, en cambio, se toma su tiempo y tiene una lógica que se basa más en lo que se borra que en lo que se escribe y no pretende ser un alegato de nada, sino plantear dudas al lector. Y cuanto más difíciles sean, mejor.
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