Jordi Doce | Traductor y poeta
«Sylvia Plath fue víctima de sí misma y su compleja relación con la vida y la muerte»Secciones
Servicios
Destacamos
Jordi Doce | Traductor y poeta
«Sylvia Plath fue víctima de sí misma y su compleja relación con la vida y la muerte»Comenzó con el descubrimiento de Italo Calvino cuando era un adolescente, se adentró en la filología y a día de hoy, Jordi Doce (Gijón, 1967), es traductor y autor de poesía, aforismos y crítica literaria. Esta tarde (19.30 horas) participa en el ciclo 'Por ... su propia mano', que aborda la trayectoria de cuatro poetas suicidas, con su trabajo en torno a la obra de la estadounidense Sylvia Plath.
-Como traductor, ¿a qué le suena la poesía de Plath?
-(Ríe) Empiezas fuerte. Sylvia Plath representa un momento de transición y liberación de la poesía en lengua inglesa. Para empezar, suena a sí misma. Cuando uno escucha las grabaciones con su voz, cómo leía sus propios poemas al final de su vida, lo que percibes es una voz con acento muy americano, rotunda, segura de sí misma, insolente, incluso a veces agresiva. Sus grandes maestros son los poetas de la primera mitad del siglo XX. Elliot, Elizabeth Bishop, Wallace Stevens... Poetas muy formalistas, que buscaban cierta impersonalidad, que usaban el poema para explorar cuestiones de índole muy filosófica, reflexivos, que tenían una concepción muy fuerte de la forma. Ella rompe con todo eso e introduce un acento personal, dramático, urgente. Está hablando de cuestiones vitales, de su propia psique, de sus dolores mentales y físicos y lo hace con una lengua enormemente sofisticada, trabajada, pero muy suelta, espontánea y con fuerza personal. Está un momento de transición y liberación.
-Menciona su psique, ¿cuánto hay en ese nuevo lenguaje de su propia condición?
-Ella murió con 30 años, pero no empezó a encontrar su propia voz hasta los 27. Los poemas grandes, los que le hacen famosa, los escribe en el último año de su vida. Y esos poemas, están intrínsecamente unidos a su circunstancia personal. A lo que vivió, sufrió, pensó y reflexionó. No hay una cosa sin la otra.
-Hablemos de la muerte entonces, ese nexo que plantea este ciclo. Sin ese hecho, ¿habría tenido la misma trascendencia su obra?
-Es difícil decirlo. No podemos hacer historia o literatura ficción porque, evidentemente, la recepción de un creador, muchas veces está asociada al impacto que tiene socialmente su vida. En este caso, su suicidio. Hablamos de Pavese, de Paul Celan, o de alguien que murió asesinado como García Lorca. La recepción de su obra depende de ese dato también y se cuela en nuestra forma de leer esos textos. Se podría pensar una vida en la que Sylvia Plath sobrevive a ese intento de suicidio, esos poemas se escriben, se publican y creo que hubieran tenido muchísimo efecto. No sé si alcanzarían el estatus de míticos, pero han sido muy importantes.
-Afirma que la autora fue víctima de su obra.
-Fue víctima de sí misma, de una relación muy complicada con la vida y con la muerte. Tuvo un primer intento de suicidio en el año 53, tres años antes de conocer a Ted Hughes. Fue víctima de su época: creció en los Estados Unidos de Eisenhower, un periodo muy conservador, donde la mujer inteligente y preparadísima que era ella, se esperaba que tuviera un papel decorativo. Fue víctima de las expectativas desmesuradas que tuvo su madre y ella misma, que era una mujer muy competitiva, muy ambiciosa y al final eso la perjudicó. Y fue víctima del propio proceso de autorrevelación de su propia obra; a medida que escribía iba descubriendo cosas de sí misma, en un proceso de autoexploración tan violento que acabó devorándola.
-Curiosamente, terminó traduciendo a Plath y comenzó descubriendo a Ted Hughes en sus años en Sheffield.
-De hecho lo descubrí antes, cuando estudié en Oviedo filología inglesa. Hice la traducción de su libro 'Cuervo', un trabajo muy oscuro, influido por Plath, que se publicó en el año 70. Con ese libro aprendí a traducir poesía. Para mí ha sido muy bonito unirlo a la traducción de 'Ariel' de Sylvia Plath, una poeta a la que siempre quise traducir y fue bonito hacerlo para 'Nórdica'.
-'Ariel' es el resumen de un estallido creativo que, dice, sigue llegando hasta nosotros e influye en nuestra manera de leer y comprender la poesía. ¿Cómo leemos y comprendemos la poesía a día de hoy?
-Pues es otra pregunta interesante. Si lo que le pasó, le hubiera pasado cuatro o cinco años después, habría tenido más lectura feminista, más apoyo de sus colegas y a lo mejor, hubiera podido gestionar sus problemas de otra manera. Lo que me preocupa ahora mismo es que se ha convertido en un icono pop. Como Frida Kahlo. Y esa forma de leerla la simplifica, la esquematiza, y la vulgariza. Me molesta esa tendencia a crear películas de buenos y malos, y a leer la poesía como si fuera el testimonio directo, inmediato, de una crisis personal.
- ¿Y cómo deben entenderse?
-Los poemas son poemas, obras literarias por pleno derecho, autónomas, y que debemos leer como tales. Se alimentan de la vida, pero tienen su autonomía, su ritmo, su tono de voz, su ironía, su insolencia, que son un prodigio literario, pero a veces se leen como si fuera una especie de vómito.
-A alguien con esa profundidad le habría resultado satisfactorio ganar un Pulitzer como el que recibió a título póstumo?
-Hombre, claro, ella era enormemente ambiciosa, competitiva con sus propias contemporáneas, como lo son todos los creadores jóvenes que quieren tener éxito.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Estos son los mejores colegios de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.