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Javier Vila
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Javier Vila
«Es un lenguaje que está por encima de las fronteras. Alude más al conocimiento y a los sentimientos. Por eso es una muy buena ... forma de entender conflictos». Javier Vila es un activista de la imagen fotográfica. Hace ahora quince años puso en marcha en la santanderina calle del Sol un singular proyecto, conceptual y espacial, La Caverna de la luz. En este 2025 inicia el segundo año del quinquenio de colecciones anuales con un ambicioso proyecto consistente en elaborar una serie de 'Apuntes sobre Fotografía en la península ibérica'. Vila, no obstante, critica la falta de apoyo, la estructura y los criterios que envuelven la cultura en Santander y Cantabria.
–La Caverna de la luz se define como un «micro-proyecto independiente». Su creador, ¿cómo describe el ADN de este espacio?
–La Caverna de la luz (Lcdlluz desde ahora) nace en pleno bum de la mal llamada 'democratización' de la fotografía, en un momento que es perentoria la necesidad de reflexionar sobre el uso de la imagen como medio de expresión personal. Y también en un momento de bum comercial de la fotografía en el mercado del Arte. Y en este sentido, nace de la necesidad de desmarcar a la fotografía de autor de esa tendencia del mercado de vender 'humo', entendido como tal todo tipo de productos artísticos en soporte fotográfico.
–Son quince años de existencia. En síntesis, ¿cuál ha sido la evolución del proyecto y qué perspectivas le aguardan?
–La Caverna ha ido creciendo de lo pequeño, lo local, los fotógrafos santanderinos y cántabros, a una apertura de fronteras que ahora mismo tiene el foco en los fotógrafos que son o han pasado por la Península Ibérica y se han convertido ya en un referente en el panorama nacional e internacional. Nació como una ventana, un escaparate físico, desde el que mostrar fotografías en Santander y ahora tiene una dimensión global, como ventana virtual, a través de la web y las redes sociales.
–¿Cree que se ha entendido la iniciativa y se ha integrado en el ecosistema cultural de la ciudad?
–Creo que sí, que el entorno fotográfico ha entendido perfectamente la propuesta, tanto a nivel local, como en el panorama español. Otra cosa distinta es el ecosistema cultural de la ciudad. Esta es una ciudad con muy altas pretensiones y con un entramado elitista que se autodefine como la 'Atenas del Norte', pero la realidad es que no hay público ni para los productos verdaderamente culturales que se producen en esta tierra. Sigue triunfando más la pachanga: toros, fuegos artificiales y casetas. Y, eso sí, cualquier ocasión que nos permita endomingarnos.
–¿En algún momento se planteó su conversión en una fotogalería al uso?
–No, nunca, jamás. Lcdlluz no es un negocio, no tiene ánimo de lucro. Y así nos va… Pero quiero que quede claro que no somos competencia de nadie, ni de los que venden arte, ni de los que promueven actividades culturales como negocio. No somos parte de ningún 'mercado' y, por tanto, no queremos entrar en colisión con nadie por cuestiones económicas.
–Sin duda, La Caverna está asociada al movimiento surgido de una idea un tanto descabellada, la de capital cultural que, sin embargo, a posteriori facilitó visibilizar un tejido cultural solapado u oculto. ¿Existieron muchas trabas para abordar iniciativas?
–El proyecto inició su andadura coincidiendo con una circunstancia vital mía, la de mi retiro de mi actividad anterior. Que al mismo tiempo un grupo de personas del barrio iniciáramos Sol Cultural y que precisamente ese mismo año se pusiera tanto empeño en hacernos Capital Cultural Europea, fue cuestión de azar histórico. Pero sí, visto a posteriori, se revolucionaron muchos intereses y no todos claros. Y por supuesto que existieron trabas para algunos y alfombras azules para otros. Pero sobre todo lo que hubo fue improvisación y falta de planificación a futuro.
–Sol Cultural no ha continuado por falta de relevo o de interés. ¿Cree que en Santander permanecen enquistados criterios culturales anacrónicos, cuando no abiertamente retrógrados?
–Sol Cultural no ha continuado por eso y por las trabas a las que antes aludía. Los cambios en el modelo de financiación de actividades culturales del Ayuntamiento y de la Fundación Santander Creativa han hecho imposible que proyectos sociales participativos, como era el nuestro, tengan posibilidad de existir. Al principio contábamos con un compromiso de continuidad y una dotación económica anual que percibíamos contra justificación documental en abril, julio y octubre, lo que nos permitía organizar festivales en marzo, junio y septiembre. Ahora las subvenciones de «concurrencia competitiva», como les gusta llamarlas, se publican en junio o julio, se resuelven en agosto o septiembre (las definitivas, después de alegaciones) y hay que gastarlas antes del 15 de diciembre, lo que significa que toda la actividad cultural de la ciudad se concentra en dos meses y medio. Un despropósito.
–No se cansa de reiterar que el proyecto de La Caverna ha sido excluido en PHotoEspaña24 y no recibe subvenciones. ¿A qué atribuye esta situación?
–Sí, lo pongo como 'comentario' en todo lo que publico, porque es cierto. Estoy muy a favor de las subvenciones, de que parte del dinero de nuestros impuestos revierta en iniciativas culturales. Y que se utilice bien y se reparta con criterio. Este año pasado, en el que pretendía traer a Santander a algunos de los Premios Nacionales de fotografía que han pasado por Lcdlluz, he pedido ayudas hasta en cinco ocasiones, personalmente a la concejala de Cultura y a través de diversas convocatorias de las instituciones mencionadas, sin que hayan tenido a bien estimar nuestro micro-proyecto. ¿Por qué? Seguramente porque había otros mejores…También es cierto que yo no soy amigo de los amigos, ni voy a sus fiestas de partido, ni pertenezco a ningún club social…Santander es muy pequeño y ya se sabe aquello de «pueblo pequeño, infierno grande». Lo de PHotoEspaña24 merecería capítulo aparte y ha sido un despropósito del que queda claro que seguimos siendo «periferia» (lo que antes se llamaba «provincias») y que actuamos como tal y nos tratan en consecuencia.
–¿Diría que existen grupúsculos en la ciudad empeñados en obstaculizar determinados proyectos que se escapan a sus intereses?
–Diría que hay poco pan para tanta boca (lo de chorizo es de otra canción)… y una tendencia localista al 'quítate tu para ponerme yo', que está siempre latente en cada nombramiento o cese de cargos de relevancia cultural en las instituciones cántabras (véase la última astracanada en el Palacio de Festivales); o la gestión de proyectos surgidos aquí que acaban en manos de allá por «concurrencia competitiva», como ha sido el caso de la Fábrica de Creación. Otro vodevil de camarilla…
–¿Se está fomentando una desigualdad galopante entre el Santander de los megaproyectos y el de una cultura más cercana, surgida desde abajo?
–Cuando instalaron el CeBo (Centro Botín) yo dije que era como un ovni que había aterrizado en el mejor emplazamiento de la ciudad para mayor brillo de sus 'mecenas'. Y la consecuencia es que he dejado de ser invitado a sus inauguraciones. Pero la realidad es esa. Da lo mismo llamarlo «anillo cultural» o Mordor, la distancia es la misma: están a más de dos metros por encima de la realidad cultural de esta región. Como atractivo turístico desconozco el alcance, porque todavía no se ha demostrado que la ubicación del Centro en el mejor balcón de nuestra ciudad, la bahía, dinamizara el comercio local, como vaticinaban las voces que lo aclamaron.
–¿Qué le parece el proyecto del CDIS? ¿No merece más apoyo?
–Sin duda alguna. Soy el fan número uno del CDIS y del cariño y profesionalidad de su equipo de trabajo. De hecho, hemos colaborado estrechamente dedicando una de las colecciones anuales de Lcdlluz a los archivos históricos. Sin embargo, el hecho de que su gestión sea a través de la empresa municipal de desarrollo urbano (Santurban) da una idea del lugar que ocupa la fotografía en la escala de valores del equipo municipal que rige nuestros destinos.
–¿Qué momento vive el lenguaje fotográfico?
–Podría decirse que estamos en un nuevo camino. El ruido en torno a la mal llamada 'democratización' de la tecnología digital, las nieblas del consumismo de cámaras y demás aparatamen, y las incertidumbres sobre el futuro uso y abuso de la Inteligencia Artificial en la imagen abren muchas incertidumbres. Cada vez toma más consistencia la tendencia a entender la fotografía como un arte de fotógrafos con sólida formación humanista y bastante alejados de las tendencias del mercado. Más centrados en el desarrollo de «proyectos fotográficos o ensayos», que acaban teniendo una versión expositiva como conjunto de obras y que donde mejor se entienden es en fotolibros. La buena salud de los Festivales de Fotografía es el mejor termómetro.
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Ana del Castillo
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