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La suya es, como la de tantos -la de todos, en el fondo-, una historia global. Austriaca de nacimiento, emigrada a Estados Unidos en su ... adolescencia y una de las referencia mundiales del theremín, el sorprendente instrumento ideado hace casi un siglo por el inventor ruso Léon Theremin, la artista Dorit Chrysler (Austria, 1966) recala hoy en el Centro Botín de Santander para fusionar sus propuestas musicales con las obras de Calder. Una auténtica avalancha de sonidos, texturas, colores y movimientos sobre la base de un instrumento que se toca... sin tocarlo.
- Llega a Santander con una propuesta sorprendente: mezclar su música con las piezas de Calder. ¿Qué va a ofrecer en su actuación en el Centro Botín?
- Cuando miras a las esculturas móviles y sonoras de Calder te das cuenta de que crean esa nueva dimensión del espacio, que todos sus movimientos son muy lentos, muy frágiles. El theremín fue el primer instrumento electrónico creado nunca. Fue inventado en 1920 y convierte literalmente las emociones de Calder en sonido, porque se basa en el mismo lenguaje, en las mismas dinámicas. Este instrumento va un paso más allá y transforma estos movimientos tan lentos y las emociones que generan en una escala de sonidos. Yo trato de captar e interpretar esos movimientos y esas emociones, los colores y las formas de Calder, porque es algo que realmente encaja con mis planteamientos.
- ¿Cómo ha desarrollado su propuesta musical para un escenario como este?
- He creado algunas piezas nuevas pero también utilizo otros materiales y mezclas. Ahora mismo hay una exposición de Calder en Nueva York y tuve la oportunidad de ir allí y ver algunas de las esculturas sonoras, que bailan en torno a esos círculos concéntricos golpeando objetos. Pude ver sus creaciones y la alegría que se esconde en los detalles. Lo hice acompañada por el nieto de Calder, que me acompañó en un recorrido personal por la exposición explicándome algunas de las piezas. Allí abrí una perspectiva completamente nueva del autor y su obra, algo muy inspirador. Yo solo pretendo responder a mi manera a esas propuestas.
- Música y escultura... ¿Dónde quedaron las fronteras del arte?
- En el caso específico de trabajar con el theremín, debido a que es un instrumento que no se alimenta de otras disciplinas, cabe en cualquier otro género. Como artista creo que es una aspiración lógica que uno quiera bucear o saltar de un medio al siguiente. Esa evolución te permite generar una percepción más completa tanto de lo visual como del sonido, y controlarlas completamente. Por eso creo que tienen todo el sentido mezclar propuestas y disciplinas, arte y sonido con escultura. Un artista tiene todos los medios en su cabeza, aunque luego simplemente ponga el foco en uno de ellos.
- ¿Cómo entró en contacto con el theremín y por qué decidió aprender a tocarlo?
- Estudié música y al principio toqué instrumentos clásicos como el piano, pero era algo muy rígido y tradicional. Entonces fue cuando viajé a Nueva York desde Australia y ya allí formé parte de una banda de rock en la que tocaba la guitarra y cantaba. Un amigo mío me enseñó esa caja con una antena que tenía en una esquina de su casa, y fue un shock descubrir que no había visto un instrumento así durante todos mis estudios de música, que nunca había oído hablar de él. La historia de este instrumento es tan trágica e interesante... Fue creado por accidente por un científico cuando trabaja en la detección de movimientos. Él había tocado el chelo y cuando descubrió las características del aparato decidió crear un instrumento de música electrónica. Un instrumento en el que no tocas nada es algo tan mágico... Lo que realmente me fascinó del theremín es algo muy inusual: ningún otro instrumento, especialmente los instrumentos eléctricos, tiene su dinámica, su amplio rango de sonidos ni responden a movimientos milimétricos de las manos. Tus manos hacen la música como lo hace tu voz, y gracias a ello puedes expresar muchas cosas. Es una forma de hacer música muy contemporánea.
- ¿Cómo afronta el proceso de componer sus piezas?
- El hecho de que el theremín sea tan inestable hace que no existan vías definidas que te indiquen cómo tienes que usarlo, y eso te ofrece mucha libertad. No tienes en tu cabeza reglas que te digan qué puedes y qué no puedes hacer. Así que realmente lo que tienes que hacer como artista es experimentar, no hay nada que esté bien o mal por defecto: eres completamente libre y tus oídos deciden en qué dirección quieres ir. Es algo que encuentro muy liberador.
- ¿Cómo cree que ha cambiado la industria musical?
- Lo que ha pasado en los últimos cinco o diez años es muy interesante l. De repente vi a mucha más gente tocando el theremín cuando antes no había prácticamente nadie que lo conociera. Gracias a las redes sociales la gente con los mismos intereses y gustos conecta, se comunica y comparte conocimientos. Desde la 'New York Theremin Society' queremos celebrar en 2020 el centenario del invento de este instrumento, así que quisimos saber qué hacia la gente con él. Hicimos una llamada para poder generar una compilación de esos ejemplos y respondieron cientos de personas de los cinco continentes: desde Perú, desde Australia, de México, de Islandia... Fue tan sorprendente y algunas de las propuestas eran tan bonitas que nos hizo darnos cuenta del enorme impacto de los medios sociales y de la tecnología.
- ¿Cuáles son sus siguientes pasos?
- Estoy intentando organizar un gran concierto en Nueva York en el que grandes músicos de theremín tocarán con algunos de estos instrumentos antiguos. También estoy preparando una colaboración con el CERN. La música y la ciencia tiene mucho en común.
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