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Un álbum de memoria. Una geografía de pequeños instantes cotidianos. Una mirada inevitablemente melancólica y nostálgica. Un relato que es trayecto y revisión y, también, ... reflexión sobre la propia identidad de la imagen, sobre el hecho fotográfico. 'El tiempo corre siempre hacia atrás' es el epígrafe bajo el que el fotógrafo Javier Vila reúne cerca de cuarenta imágenes, todas en blanco y negro, en su mayoría inéditas, que comparte ahora con el público como una ventana abierta al álbum particular de cada espectador-visitante. Una secuencia ntima y familiar suspendida en un periodo que sirve ahora para abrir la temporada expositiva de la veterana Sala Robayera que dirige Marta Mantecón.
El espacio municipal de Miengo, que en sus más de tres décadas ha dedicado otras de sus muestras a la fotografía, de Chema Madoz a Juan Uslé, de Jorge Fernández a Alberto García Alix, reabre sus puertas mañana sábado día 19, en su sala de Cudón-Miengo, con el apoyo institucional de ese Ayuntamiento y la Consejería de Cultura. A las 19.30 horas habrá una visita comentada con aforo limitado (previa inscripción) y a partir de las 20.00 horas la exposición quedará abierta al público, siguiendo el protocolo de la pandemia.
Epígrafe. Título 'El tiempo corre siempre hacia atrás'. Artista: Javier Vila. Lugar: Sala de Arte Robayera. Antiguas Escuelas Barrio El Castro. Cudón - Miengo. Organiza: Ayuntamiento de Miengo. Colabora: Consejería de Cultura. Fechas: Del 19 de junio al 25 de julio.
Otros datos. Horario De martes a sábados de 19 a 21 horas y domingos de 12 a 14 horas. Visita comentada (previa inscripción): Mañana sábado 19 a las 19.30 horas.
Propuesta 'El tiempo corre siempre hacia atrás', reúne un total de 36 fotografías en blanco y negro pertenecientes a la serie 'Las heridas de la memoria', realizada entre 1983 y 1999 en distintos lugares.
Las 36 fotografías en blanco y negro pertenecientes a la serie 'Las heridas de la memoria', realizada entre 1983 y 1999 en distintos lugares de la geografía española y otros países, han sido revisadas y copiadas en los últimos meses para mostrarse en esta exposición. En un momento en que los espacios vitales se han visto reducidos al espacio de las pantallas, el proyecto parte de la idea de «revisitar el álbum personal y volver a fijar la mirada en imágenes de origen analógico que han sufrido el paso del tiempo, pero que constituyen los apuntes de un diario íntimo que, con el poso de los años transcurridos, han ido tomando la forma de un documento poético».
En este sentido, se pretende mostrar una selección de fotografías que capturan pequeños instantes cotidianos de la vida familiar que, vistas en su conjunto, «despiertan una profunda reflexión sobre el tiempo, la memoria y la relación que mantenemos con lo vivido».
El santanderino Javier Vila narra su vida capturando fragmentos que permiten «asomarnos a la intimidad de lo que ya se fue», tal como explica Marcos Díez en el escrito que acompaña el catálogo de la exposición, «porque la vida es esa cosa rara que siempre se está marchando y hay en Javier Vila un intento de apresar aquello valioso que le sucede, de retenerlo, de profundizar a través de la mirada en los acontecimientos».
Las imágenes captan, libres de artificios y con sencillez, la naturalidad del momento, toda su verdad y su belleza; de ahí su fragilidad y también su capacidad para despertar en nosotros emociones latentes desde otra gramática: «Nos identificamos con la vida que narra Javier porque nos está hablando de lo que es esencial en la existencia de casi todos. Es decir, de la proximidad, de la intimidad, de la ternura y del afecto de la gente que uno más quiere. Es en esas miradas de los otros donde acabamos encontrándonos y reconociéndonos».
Vila (Santander, 1961) se considera fotógrafo aficionado por «voluntaria imposición». En 1982 finaliza sus estudios universitarios de Magisterio, momento a partir del cual realiza un itinerario formativo de la mano de fotógrafos como Manolo Laguillo, Manel Serra, Toni Catany, Koldo Chamorro, Manel Esclusa, Humberto Rivas, Daniel Canogar, Joan Fontcuberta, Bernard Plossu, Carlos Cánovas o Javier Vallhonrat, entre otros. A principios de los noventa inicia su trayectoria expositiva y participa en numerosos proyectos individuales y colectivos en diferentes espacios de Cantabria, País Vasco, Madrid y Barcelona.
Reconocido con algunos premios, sus fotografías son parte de los fondos del MAS, la Colección Norte, la Fundación Comillas o la Fundación Caja Cantabria, entre otras colecciones públicas y privadas. En 2010 pone en marcha La Caverna de la Luz en su estudio laboratorio de la calle del Sol de Santander, un proyecto expositivo y editorial orientado a la difusión de la fotografía como medio de expresión personal. En su texto sobre Vila, el poeta y director de la Torre de don Borja, Marcos Díez, sostiene que «sobrecoge ver dieciséis años resumidos en una treintena de imágenes». Las fotografías de Vila, a su juicio, tienen la gran virtud de «sobrevolar por encima de su propia vida, acaban siendo un espejo en el que descubrimos cosas de nosotros. Primero miramos sus instantáneas y después, casi sin darnos cuenta, estamos viendo imágenes que guardamos en el disco duro de nuestra memoria».
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Ana del Castillo
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