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En estos tiempos nuevos, tendré que oler los libros cuando llegue con ellos a casa
CUADERNO DE EXCEPCIÓN | DÍA 54 ·
Será, lo de la librería, una excusa para ir a una ciudad por la que hace ya dos meses que no caminoSecciones
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CUADERNO DE EXCEPCIÓN | DÍA 54 ·
Será, lo de la librería, una excusa para ir a una ciudad por la que hace ya dos meses que no caminoTengo cita para ir a la librería. Es, quizás, más urgente lo de cortarme el pelo. Pero me apetece menos. A la peluquería llamaré también. Secretamente temo que al cortarme la melena del confinamiento pierda, como Sansón, las fuerzas que me quedan. El pelo me ha crecido estos dos meses (cinco, en verdad, porque llevaba dos sin cortármelo cuando nos encerraron) como crece la hierba en un jardín que nadie cuida, a su manera. Las malas hierbas, gracias a la higiene diaria, no han aparecido, pero ya no me veo las orejas. Mejor. Las tengo desiguales. Me lo dijeron una vez y no he dejado de verlo nunca. Es lo malo de que te digan tus defectos, que cuando te los dicen te los acabas imprimiendo por dentro y eres tú el que ya no los olvida.
A la librería iré la próxima semana. No sé qué libros voy a comprar. Será raro porque los clientes entrarán de uno en uno. Se me ha olvidado preguntar de cuánto tiempo dispongo. Imagino que no será mucho porque habrá otros clientes esperando. Llevaré, mejor, los libros pensados. No vaya a ser que luego, con el reloj encima, me ponga nervioso y no sepa qué elegir. Además, no podré tocarlos. Caigo en la cuenta de que, en la vida anterior, los olía antes de que fueran míos. Pienso en esa costumbre que yo tenía y me parece una barbaridad propia del medievo. En estos tiempos nuevos, los tendré que oler cuando llegue con ellos a casa porque es en el hogar donde los seres humanos hacemos esas cosas íntimas, un poco asquerosas a veces, que ocultamos en público. Ahora, meter la nariz en los libros. Esperaré, eso sí, unos días antes de olerlos, para que se mueran los virus que hay en ellos, si los hay. No vaya a ser que los esnife con pasión. Será, lo de la librería, una excusa para ir a una ciudad por la que hace ya dos meses que no camino. Me dicen que, con la relajación de las medidas, las calles comienzan a parecerse un poco a lo de antes. Aparcaré en el centro e intentaré ver el mar, para comprobar si sigue allí. Escribí en este cuaderno que llegaría hasta la playa pedaleando y no lo hice. Voy a echarle la culpa a la infección porque la muela me sigue maltratando y así, con este dolor, se me quitan las ganas de hacer deporte. A este paso, cuando llegue a ver el mar seré capaz de percibir el crecimiento de sus aguas empujadas por el deshielo de los árticos. Lo percibiré con el mismo estupor con el que una persona se asoma, tras meses sin verlo, al crecimiento repentino de un niño. Me imagino al borde de la bahía. La miraré en silencio y le susurraré: pero cómo has crecido.
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