Los títeres se hacen mayores de edad en Santillana del Mar

¿Qué son los títeres? «Personas de madera», dice Mateo, de cinco años, mientras con su primo Martín maneja las cuerdas de un extraño artilugio. Esa descripción le gusta a Luis del Río, director del Festival Bisóntere, que hoy clausura su XVIII edición en Santillana del Mar.

Su meta es siempre la misma: «Que la gente disfrute», más allá de números y asistencia, si bien reconoce que la de 2024 fue, sin duda, le mejor edición en ese sentido. La que concluye hoy, por su parte, ha sido «la más internacional», con compañías de México, Brasil, Portugal, Italia o Argentina y «muy callejera».

«Sin el público, aunque parezca un tópico, esto no es nada», dice el promotor de la cita. También es imprescindible el equipo, 14 personas, diseñando un proyecto que supone un año entero de trabajo. Siempre con «propuestas en la recámara» y la curiosidad activa. Tras 18 años de andadura, convertidos en uno de los diez festivales más antiguos a nivel nacional, reconoce que es «una locura» la cantidad de propuestas que reciben. Un buen barómetro de su peso. «Cada vez somos más conscientes a nivel social de su importancia».

Por las calles empedradas, caminan dos turistas singulares; llevan enormes mochilas cuajadas de chapas y banderas, chupas de cuero y dos crestas. Todo ello de trapo y fieltro. Son los 'Perroflautas', de la compañía cántabra Birloque. La idea es que hicieran su itinerario por el pueblo, pero lo cierto es que cada par de metros se crea un corrillo a su alrededor y charlan con el público. «¡Esos pantalones son escoceses, como yo»!, dice David, turista talludito que bromea con los personajes. Uno de los perfiles de público; ese que se encuentra de pronto con la singular propuesta. El otro lo conforman aquellos que se acercan a la villa, programa en mano, con la ruta marcada para no perderse nada por los diferentes puntos que se convierten en escenarios. Este año ha vuelto la Plaza de las Arenas, donde el argentino Roberto White, crea personajes a partir de cinta de carrocero.

Desde el interior de su museo, una enorme fotografía de Jesús Otero mira atenta los jardines, sembrados de instrumentos que parecen medievales. Son las piezas de 'Titeretú', que ponen a prueba las destrezas y la imaginación. Una idea de la compañía catalana Itineránia que crea «instalaciones interactivas de autor» como explica uno de sus fundadores, Furti Coromina. Es la tercera vez que participan. La segunda que lo hacen en familia, en un festival «fabuloso donde te cuidan un montón». Bisóntere se convierte también en un lugar de encuentro profesional donde intercambiar ideas. Sus máquinas, destaca, cumplen parte de su objetivo cuando funcionan de forma «autónoma»; «no hay ningún dinamizador, sino una parte de descubrimiento, en el que personas que no se conocen se organizan, interactúan y se explican cosas unas a otras».

En la Plaza Mayor, contrarios a su naturaleza, veinte minutos antes del show, los más pequeños van ocupando sillas de madera ante el escenario. Saben que algo va a ocurrir. Entre bambalinas se prepara David Fariza, creador e intérprete en Caricata Teatro, compañía de Portugal que recala en Santillana con 'Mil y una'. Compara los festivales con una cereza «de la que tiras de una y sale otra», porque suponen una oportunidad para llevar y traer proyectos. «Que te vea la profesión». Viene de una familia con dos salas en Valencia y un festival en Portugal, donde un maestro titiritero afirma que «las marionetas ocupan espacios para los que no han sido llamados». En Santillana se rompe la máxima: porque a los títeres se les espera y con ganas, año a año.

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