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Arte muchas veces efímero, configurado por pequeñas creaciones que condensaban su grandeza, la obra del artista cántabro Julián Santamaría, fallecido el pasado lunes, es objeto de evocación estos días a nivel nacional. La sencillez, originalidad, equilibrio, capacidad de síntesis, gusto por la geometría, ... trabajo minucioso e importancia del detalle, junto con el dominio de múltiples técnicas, asoman en las glosas. En ese contexto el Museo de Arte Moderno y Contemporáneo de Santander y Cantabria, MAS, además de tener en sus fondos obra de Santamaría, ha desvelado otro vínculo ahora encauzado con el reinosano (1930-2020), uno de los grandes cartelistas españoles. Desde hace unos meses el MAS está trabajando en «una muy generosa donación de más de cien piezas de Julián Santamaría, canalizada a través de su amigo Juan Gutiérrez Martínez-Conde al MAS», según ha destacado la concejala de cultura María Luisa Sanjuán.
Las últimas exposiciones que se realizaron sobre Santamaría, en Reinosa y en Santander, que reconciliaron la creación del pintor, diseñador y cartelista con su tierra, preceden a esta donación de más de cien carteles.
El inventario, su gestión y tramitación, está siendo trabajada por el museo para su definitiva aprobación. Desde la Concejalía se ha expresado la tristeza por la desaparición del artista, «como triste que Santamaría no haya podido disfrutar de esta donación en vida».
Desde el MAS se recuerda estos días, asimismo, el vínculo y la huella con artistas y personalidades del mundo de la cultura desaparecidos estas semanas como el propio Santamaría y la actriz Lucía Bosé, fallecidos a causa del coronavirus, o el cantautor, pintor y poeta Luis Eduardo Aute, que murió tras una larga enfermedad que le obligó a retirarse hace cuatro años.
En mayo de 1986 Luis Eduardo Aute (1943-2020) expuso en el entonces Museo Municipal de Bellas Artes de Santander (hoy MAS), siendo entonces responsable de la institución Carmen Carrión. Una breve e intensa muestra que contó con la presencia del polifacético artista. El catálogo que se editó –pulcramente negro con su sola firma autógrafa en rojo y en el centro–, está iluminado por un texto del también malogrado crítico de arte Santiago Amón (1927-1988), que falleció muy poco después de ese evento en un accidente de helicóptero.
Amón y Aute acudieron a la inauguración del proyecto expositivo. El director del MAS, Salvador Carretero, recuerda algunas cosas que entonces acontecieron. Aute comentó su querencia por la pintura, que prevalecía sobre todo lo demás. «Era lo que más le gustaba y llenaba, en donde se sentía cómodo y a gusto, sobre todo, y especialmente, cuando se encerraba en su estudio». Las demás facetas creativas (música, poesía, cine), estaban para él por detrás de la pintura, pues «con ella, me siento libre y a mis anchas». Con su habitual inteligencia y lucidez, Amón habló de la religiosidad de la obra de Aute desde un punto de vista poético y humano, «no tanto religioso en su sentido estricto, cuanto una búsqueda de otra dimensión, la cuarta, búsqueda y obsesión que históricamente ha provocado a tantos y tantos artistas».
Aute, hombre generoso, donó al MAS una obra que hoy enriquece su colección. Se trata de un óleo sobre lienzo de 150 x 130 cm de dimensiones, firmado y fechado en 1983 y titulado 'Crucifixión', acorde con el contenido poético trascendente y laico de la exposición. En esta pintura se condensa todo su carácter y concepto, una figuración en primerísimo plano, apasionada. Amón la vinculó a la poética de San Juan de la Cruz, parafraseando partes del artículo que publicó en la revista Índice titulado «El arte abstracto y la poética de San Juan de la Cruz que vinculó a su libro 'Alba que bala', en el caso de la pintura tremendamente figurativa de Aute. Sin duda, la elección de Amón reveló la fusión de lo plástico y la poesía en ambos.
La importante obra 'Crucifixión' del MAS, según los críticos, «ha ganado con el tiempo de forma sustancial» a la hora de valorar la trayectoria plástica de Aute.
En el caso de Lucía Bosé (1931-2020), invitada por el MAS, su presencia se plasmó en la exposición de todas las obras de Pablo Picasso propiedad de la familia Dominguín-Bosé. El museo santanderino desarrolló el proyecto, junto a Lucía Bosé y cuyo comisariado fue encomendado a Rosa Perales Piqueres, autora también del texto para el catálogo que se editó, muestra que pudo disfrutarse durante el verano de 2001.
El proyecto nació con una visita al singular Museo de los Ángeles en Turégano inaugurado en 2000, que Lucía Bosé montó en ese pequeño pueblo de Segovia. Era una ilusión personal que realizó con Paola Dominguín. Ubicado en un inmueble abandonado, una antigua fábrica de harinas, fue rehabilitada para la ocasión. Para llevar a cabo la exposición, Lucía Bosé puso como única condición la donación de libros y catálogos del MAS para la biblioteca del entonces naciente Museo de los Ángeles, como así se hizo. La muestra, organizada y producida por el MAS, se tituló 'Picasso. Homenaje al torero'. En dos de las cuatro plantas del museo se exhibieron más de cien piezas entre pinturas, grabados, collages, dibujos y cerámicas, todas pertenecientes a la familia Dominguín-Bosé. También se expusieron los planos originales del proyecto de plaza de toros debidos a Luis Miguel Dominguín, Antonio Bonet y Pablo Picasso. De entre las cerámicas (ánfora, platos y cuencos), destacó un plato en tierra blanca sin vidriar con el perfil de Jacqueline de 1956 y la pieza estrella, ánfora en tierra blanca decorada con engobe y parafina e iconografía de escenas taurinas de 1953. La exposición fue visitada por miles de personas.
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