Capítulo 2

Gonzalo Sellers

Santander

Miércoles, 30 de enero 2019 | Actualizado 31/01/2019 16:49h.

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Más allá de convertirnos en demiurgos, 'Black Mirror' funciona porque todas las ramificaciones del árbol de decisiones son válidas, no engañan ni hay trampas. Porque la historia está al nivel de aquel maravilloso 'Ahora mismo vuelvo' (2x01) o el sucio 'Himno nacional' (1x01) con el que la serie irrumpió en su estreno. Y porque esa atmósfera oscura que dibuja David Slade nos traslada de vuelta a unos años 80 cuya nostalgia cotiza alta desde 'Stranger things'. Son todos ingredientes de esa sopa a la que ya se ha bautizado como 'presente interactivo'. No futuro. Presente. Porque los que mandan en Netflix saben que no vivimos en la era de la concentración. La capacidad de atención en los millenials, y en algunos que no lo son tanto, no es precisamente boyante. Basta con echar un vistazo a las aulas o ir un domingo por la tarde a una sala de cine. Pero si son ellos, o nosotros, los que están al volante, la cosa cambia.

(Pasa al capítulo 4)