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De perdidos a Río. 2023. 98 min. España. Dirección: Joaquín Mazón. Guion: Antonio Mercero, Juana Macías, Daniel Corpas. Reparto: Pablo Chiapella, Fran Perea, Carlos Santos, Esther Acebo, Kira Miró. Música: Carolina Fontecha, Aida Teno: Genéro: Comedia. Salas: Cinesa.
A menudo cabe ensalzar repartos imposibles e intérpretes que hacen lo indecible por defender guiones epatantes, historias corales sembradas de tópicos y comedias edificadas desde lugares comunes. Este es un caso que adopta al pie de la letra (y de la imagen) todo el prospecto, incluyendo las contraindicaciones. Pero la primera premisa no sirve. A excepción de un Carlos Santos siempre inspirado, sea cual sea el terreno resbaladizo, lo cierto es que 'De perdidos a Río', como bien revela su título, busca un ingenio casero, aunque viajero, plantado en las etiquetas y los lugares más comunes. En realidad un 'Resacón' de andar por casa, de relleno, de botellón y botellazo, que discurre no acelerado, sino atropellado, incapaz de contagiar un mínimo de locura efervescente a una comedia gaseosa. Y más que por la dirección, Joaquín Mazón siempre ha demostrado un tacto en el tratamiento de sus criaturas (ahí está 'La vida padre'), por resultar todo diluido y desfasado, sin argamasa argumental que toma prestado muchos tópicos y estereotipos para trazar un camino hacia ninguna parte.
Título: 'De perdidos a Río'
Intriga, cierto enigma negro y comedia de amigos que el director de series como 'Doctor Mateo' maneja como puede para sobrevivir entre situaciones forzadas, supuestos cantos al divertimento, notas de absurdo y una papilla criminal que nunca funciona. Un artefacto de amigotes como Pablo Chiapella a la cabeza, viaje inevitable a lo 'Lío en Río', pero con aire de gamberrismo de colegas. La búsqueda de comercialidad y de taquilla a partir de un supuesto enredo con aires televisivos es tan lícito como otros muchos proyectos, pero falta entereza, agitación bienentendida y lucidez a la hora de exponer la comicidad.
Un muerto muy vivo, nada nuevo, es el macguffin (esto es mucho decir) para que algo se mueva en el mundo carioca. Además si en 'La vida padre' el tándem emocional de parentesco paternofilial funcionaba ensalzado por dos grandes actores, aquí todo es afectado y artificial. Esa combinación necesaria de ritmo, encaje y tensión para que lo cómico y la acción intercambien sus alumbramientos, brilla por su ausencia. La película parece contagiarse de la insulsa bobería de sus personajes. Arquetipos y un cajón de sastre donde todo vale, menos la ambición, y donde prima la idea de instalarse en una zona de confort que es un bucle de reiteraciones, humor zafio y conflictos de manual. En realidad nada ni nadie ha pensado en el objetivo, un espectador noqueado cuando ve cómo lo canalla se desangra en un caudal de naderías superfluas.
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