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Una alarma de ataque aéreo resonó en la Librería Gil. El eco de una sirena a más de 3.400 kilómetros, en Kiev, que presagia miedo y destrucción, a la que los ciudadanos ucranianos ya se han acostumbrado. Pero acostumbrarse y aceptar son verbos distintos ... aplicados a una vida en suspenso. Esa fue una de las ideas que con meridiana claridad se dibujaron a través de la experiencia de Ricardo López- Aranda (Santander, 1960) embajador de España en Ucrania. «No es el heroísmo de las trincheras, sino el de un pueblo en marcha», destacó el diplomático que asumió el cargo en el año 2022, en un país que iniciaba un oscuro recorrido con más de 6 millones de desplazados y miles de muertos como saldo a día de hoy.
En conversación con el periodista Fernando García, a quien conoció cuando ambos estaban destinados en Washington, López-Aranda relató en primera persona una vida cotidiana «muy difícil de explicar». Una mezcla de lo trágico y lo rutinario, en la que la vida continúa entre sombras, «porque los rusos han destruido el 80% de la infraestructura eléctrica», pero la cultura se mantiene como luz imbatible.
«Es una forma de resistencia», incidió López-Aranda. De interponer ante el dramatismo una defensa en varios ámbitos. Primero, en el psicológico; «No se puede estar pensando en la amenaza de la muerte constantemente», razonó el embajador. «Allí la cultura no es un lujo, sino una necesidad humana, profunda e irrenunciable». La agresión contra Ucrania no va solo contra sus fronteras y su gobierno, «sino que es un intento de suprimir la cultura ucraniana». La tercera dimensión tiene que ver directamente con su trabajo. Las relaciones entre España y Ucrania «se han intensificado en todos los ámbitos con ayudas a la reconstrucción y el acogimiento a miles de desplazados, pero también colmando sus necesidades culturales».
Así, desde la embajada se están apoyando iniciativas como estrenar 'La vida es sueño', adaptada a la realidad ucraniana, en su idioma, con el Ducado de Moscovia como el invasor. Se introducen voces que se sitúan en el contexto actual. «Mi sueño es que esa visión de Calderón se pueda ver en España». También 'Los árboles mueren de pie' o una obra de Buero Vallejo en la que están trabajando. «Hay mucha alegría por la vida y una gran afición a su zarzuela». Para llenar ese hueco, se ha hecho una gala en torno al género y se trabaja para llevar 'La Rosa del Azafrán' al Teatro Nacional de la Opereta. Mantienen una colaboración intensa con la Filarmónica de Kiev y se han hecho dos festivales de cine español desde que comenzó la guerra. También han editado poesía de Góngora y Calderón, así como una traducción al español de un libro que encaja con esa idea de la cultura como contribución al esfuerzo de guerra, 'Living the war in Kiev', que está ya en imprenta, para que los españoles puedan entender mejor lo que está ocurriendo. «Los ucranianos lo valoran tanto como que demos acogida a sus refugiados, porque le pone alma a la solidaridad entre los dos pueblos».
Cuando las alarmas suenan en las distintas ciudades del país, las obras de teatro se paran, los conciertos se silencian y el público baja a los refugios, donde esperan que la calma regrese y, con ella, retomar el arte donde se quedó momentos antes. «Ese pueblo, con esa determinación por seguir mostrando resistencia ante la adversidad, difícilmente puede ser vencido», concluyó López-Aranda que apura las horas en el oasis cántabrico, antes de regresar, el sábado, a Kiev.
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