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Pasar una mañana cualquiera de observador en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo (UIMP) permite descubrir la cara de los cursos que no sale en los titulares. La de la convivencia, la de las casualidades, la de las conversaciones informales en torno a un café y la de los detalles de última hora para que nada falte en las ocho salas de La Magdalena cuando lleguen los protagonistas del día y los asistentes a sus conferencias. Entre bambalinas, se ve el trasiego de concurrentes, libreta y bolígrafo en mano, por los pasillos. Un alumnado que se corresponde con distintas generaciones. Jóvenes estudiantes que se estrenan en este foro, sentados junto a jubilados que buscan seguir enriqueciéndose culturalmente en un escenario por el que ya han pasado más de una vez. Y entre clase y clase, caras conocidas, de las habituales en las noticias, entre participantes anónimos y corrillos de periodistas, mientras los trabajadores de la Universidad añaden sillas para dar cabida a todos los participantes.
Además de la excelencia académica que se respira en el ambiente, uno de los aspectos que más valoran los alumnos es la localización de los cursos. «Me encanta venir por las mañanas, darme un paseo por el recinto de La Magdalena es fantástico», explica Mari Paz Clemente, docente jubilada que acude todos los veranos. «Cada año escojo un curso de distinta temática. En este caso, me llamaba la atención profundizar en esa parte de la historia que tiene tanta repercusión en la actualidad y por eso me he apuntado a este curso de historia».
En el verano de la UIMP siempre hay hueco para jóvenes que aprovechan para ampliar sus conocimientos sobre la materia que estudian. Karen González, que cursa Historia en la Universidad de Cantabria, valora la oportunidad de contar con ponentes con tanto recorrido profesional. «Es muy enriquecedor, se agradece poder escuchar a alguien que realmente se ha especializado en la materia y que tiene un bagaje tan grande». Otro de los jóvenes que acuden a estas jornadas es Ricardo Isac, zaragozano con casa en Noja, que se traslada durante la semana a las clases. «Intento venir con la mente abierta. Sobre todo a escuchar, a aprender y a tomar nota», subraya. «Conocía que aquí en La Magdalena se realizaban cursos así, de muchísimas temáticas distintas. Antes de empezar el verano, estuve mirando por aquí, en Santander, porque paso unas semanas por Cantabria y me interesa ampliar mis conocimientos sobre la historia contemporánea».
Aunque los protagonistas suelen encontrarse dentro de las aulas, no es extraño cruzarse por los pasillos con personajes relevantes. En esta mañana es Manuel Gutiérrez Aragón, cineasta, escritor y ganador de un premio Goya, quien charla tranquilamente en unos sillones frente al comedor con Enrique Bolado, exdirector de la Filmoteca de Cantabria. Tampoco es muy complicado tropezarse con Carlos Andradas, rector de la UIMP, y poder conversar con él, con total cercanía, sobre la programación y la asistencia prevista en las próximas jornadas.
Una de las cosas que los asistentes echaron en falta durante los primeros días de la UIMP fue la cafetería, que permaneció cerrada hasta principios de julio. «Es el lugar idóneo donde para interactuar después de salir de las ponencias», destaca Clemente. «El café de la máquina no está malo, pero hay que ir rápidas porque se hacen unas colas importantes», comentan entre risas, Rosa María Carrasco y Rafaela Sierra, dos jubiladas que acuden como oyentes a través de las becas que ofrece el Ayuntamiento de Santander.
Alrededor del edificio sede de los cursos, uno de los más emblemáticos de la ciudad, nunca faltan los turistas que se acercan a conocer la que fue residencia estival de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia entre 1913 y 1930. Aunque en estas fechas suelen encontrarse con la sorpresa de que, precisamente por la actividad académica, no es posible acceder al interior y realizar las visitas guiadas –hasta septiembre limitadas a sábados y domingos–. «No entendemos porque no realizan estos cursos en instalaciones universitarias, es un fastidio», protesta Ana María López, que contaba con hacer esa visita junto a su marido y su hijo.
Muchos de los cursos magistrales se prolongan hasta la sesión vespertina, un aspecto que aprovechan los alumnos para interactuar fuera de las aulas y comentar lo acontecido en clase durante la mañana. «No me da tiempo a regresar a casa para comer y así aprovecho para conocer un poco a la gente en el parón del mediodía», relata González. Cuando la jornada parece acabarse en las diferentes aulas de La Magdalena, Caballerizas y Las Llamas, aparecen las numerosas actividades culturales que tiene programada la UIMP. «Si te apuntas a uno de los cursos está claro que lo dedicas para vivirlo durante la semana, pero por las tardes te ofrecen muchísimas opciones, como conciertos o conferencias», afirma Clemente. «Tienes que estar pendiente a la agenda para no perderte ninguna de las actividades que te pueda interesar. Música clásica, flamenco, hay un poco de todo y para toda clase de gustos», celebra.
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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