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Por aclamación popular, Julián Navarro ejerció el pasado viernes como portavoz de sus compañeros del Aula Ortega y Gasset. Subió al estrado y, tras repasar ... con ingenio lo ocurrido en esas seis jornadas previas de convivencia, aseguró solemnemente que los participantes de la edición de 2023 que estaba apunto de clausurarse iban «a hacer de esta semana una vida entera». El aplauso fue generalizado. Hubo hasta vítores.
Navarro, a punto de comenzar sus estudios de Medicina en la Universidad de Albacete, ha sido uno de los ochenta alumnos del Aula Ortega y Gasset, que este año ha cumplido 22 ediciones y que funciona como una introducción a la etapa universitaria, «que va a ser un punto de inflexión en nuestras vidas», dice Lucía Gutiérrez, compañera de Julián en la UIMP y también muy cerca de comenzar el doble grado de Estudios Internacionales y Derecho en la Universidad Carlos III de Madrid. El discurso improvisado de Julián en la clausura resume bien el clima de compañerismo que ha reinado en La Magdalena, donde estos jóvenes han podido resolver dudas, confirmar expectativas, abrir la mente «a otras áreas de conocimiento que no son la tuya», ganar en responsabilidad, «aprender de los mejores» y, sobre todo, «conocer a gente que tiene inquietud por aprender».
Todo eso, cuentan, lo han logrado en apenas una semana y después de superar un «curso complicado» (2º de Bachillerato); de aprobar la EBAU con holgura; de elegir universidad y de cumplir con los requisitos académicos para participar en el Aula Ortega y Gasset. En Santander han conseguido todo eso y más, porque, según revelan, se llevan también un puñado de amigos.
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Al igual que Navarro y Gutiérrez, Isabel Marín y Daniel Valero exponen con entusiasmo sus vivencias en el curso días antes de la clausura. Los cuatro descubrieron el Aula gracias a un amigo, a un familiar, a un docente. «Mis padres siempre andan buscando oportunidades para que me forme mejor. Y aquí estoy, disfrutando muchísimo», apunta Valero, que ha decidido estudiar Ingeniería Informática y Matemáticas en la Universidad Autónoma de Madrid. A Julián, en cambio, le animó a matricularse su profesora de Química en el instituto público donde cursó la Secundaria, así que le estará «eternamente agradecido» a Ángela Aroca por haberle descubierto esta oportunidad. Y a Isabel Marín fue su hermana quien le puso sobre la pista del Aula. Santanderina, Isabel ha visto, verano tras verano, «a la gente con sus credenciales, pero pensaba que los cursos eran solo para universitarios. Fue mi hermana la que me dijo: 'Esto es para ti'».
A mitad de semana, los cuatro se declaran encantados con la experiencia. «La mayoría de las charlas están siendo muy accesibles. Si un profesor habla de astrofísica [Rafael Rebolo y Susana Iglesias, director e investigadora del Instituto de Astrofísica de Canarias, han sido dos de los ponentes del Aula] lo hace de forma que lo entendamos todos. Aquí tenemos a la élite de la divulgación», destaca Marín, futura alumna de un doble grado de Física y Matemáticas y 'cicerone' estos días de sus compañeros en Cantabria. Les ha llevado a probar helado, polkas y sobaos, y también a conocer terrazas y museos con vistas al mar.
A esas salidas se apuntan todos. «Aquí tenemos libertad. Y que te doten de esa responsabilidad te hace tomar las clases con más entusiasmo y darte cuenta de que esto no solo va de llegar, sentarte y recibir la charla, sino que también tiene que ver con disfrutar del entorno y hacer amigos», tercia Lucía. Daniel, a su lado, apoya la reflexión: «Nosotros no solo absorbemos el conocimiento de estos grandes profesionales, sino que entre nosotros también se produce un intercambio de ideas que, yo creo, no se podría dar en otro sitio que no fuera este Aula».
¿Por qué? Como dijo Emilio del Río, director de esta edición, en este encuentro de la UIMP están «los mejores» expedientes de Bachillerato y Formación Profesional, pero también «los mejores» profesionales ejerciendo de profesores. Además de Rebolo, han pasado por la UIMP la catedrática de Psiquiatría María López-Ibor; los periodistas Pepa Fernández (RNE) y Álex Grijelmo (El País); el expresidente de Endesa Manuel Pizarro, ahora al frente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación; el matemático Eduardo Sáenz de Cabezón, conocido conductor del programa de divulgación 'Órbita Laika' (La2), o Francisco Sáez de Adana, director de la Cátedra de Investigación y Cultura del Cómic en la Universidad de Alcalá de Henares.
«¡Y lo sorprendente es que todos tienen wikipedia!», exclama Gutiérrez. Ella y sus compañeros coinciden «en que una de las cosas que nos está resultando más gratificante es que comemos con ellos, hacemos sobremesa con ellos y nos reímos juntos. Son personas reales que nos cuentan sus anécdotas, sus trayectorias de vida y eso es fantástico».
Los perfiles del alumnado del Aula Ortega y Gasset vuelven a ser diversos en 2023, si bien abundan los interesados en las ciencias de la salud -y Medicina «gana por goleada»- y quienes optan por cursar un doble grado, una fórmula que ha ganado peso en los últimos años.
Lucía ha elegido una carrera ligada a las ciencias sociales, pero cuenta que su Bachillerato lo cursó por una de las vías científicas. ¿La brecha al comenzar la carrera será grande?, se pregunta. Las conferencias y las conversaciones a pie de aula le están ayudando a vislumbrar una respuesta. «El Aula trata muchos ámbitos del conocimiento. Yo vengo de uno muy específico, las ciencias de la salud, y en menos de un mes voy a entrar en uno ajeno y extraño a lo que vengo estudiando en los últimos años. Pero las charlas me están dando los primeros destellos de lo que creo que va a significar mi doble grado», comparte. Le gustó la charla de Pizarro sobre los retos de la economía, pero también las conferencias dedicadas a las ciencias de la salud. «Me han resultado interesantes aunque no me quiera dedicar a ello. También se trata de abarcar otros ámbitos del conocimiento».
Julián llegó a Santander «hecho un mar de dudas», como Unamuno cuando pasó por una de sus crisis. «Yo le estudiaba y me decía: estoy como él», cuenta risueño. Navarro se ha decantado por Medicina, pero también le apasionan las ciencias sociales y jurídicas: «Me gusta el periodismo, la geografía, la diplomacia... Llegué aquí con la esperanza de saber si Medicina era lo que quería o no, y me estoy dando cuenta, como bien nos ha dicho Francisco Sáez de Adana, de que esto no es una elección binaria: no es ciencias o letras, se pueden compaginar ambas cosas y creo que en la universidad vamos a verlo».
Julián sabe que esa sensación de incertidumbre -las dudas sobre la vocación, sobre los itinerarios académicos- la ha compartido con muchos otros jóvenes del Aula. Sobre esas vacilaciones han hablado largo y tendido estos días, también en los ratos de descanso, en las comidas o en las terrazas pegadas al Cantábrico. «Hay personas que tienen problemas para elegir su futuro porque no les gusta nada. Y yo me digo: qué bonito es tener el problema contrario. Que te guste todo también es un problema, ¡pero qué bonito es! Yo lo que veo aquí son mentes inquietas que quieren abarcar más, que quiere ir más allá», interviene Marín.
«Es importante tener esa inquietud, ese hambre de conocimiento y esa curiosidad, porque de la imaginación y la curiosidad surgen la innovación y los grandes avances sociales», apunta Emilio del Río, que se une a la conversación y avisa además a los chicos de que está a punto de comenzar el taller de escritura que imparte Álex Grijelmo . «Y yo veo que estos jóvenes tienen ese afán y es fantástico», añade Del Río, profesor de Filología Clásica, autor de varios libros sobre la antigüedad grecorromana y «activista» de las humanidades, según se presenta allá donde va.
Este año ha recalado en la dirección de este Aula de la UIMP con idea de que los alumnos inicien sus años de universidad con una «mirada amplia». Su máxima es: «Si no haces bien lo que tienes que hacer, no llegas a ningún sitio; pero si solo haces lo que tienes que hacer, entonces tampoco llegas».
«En menos de un mes empezamos la universidad y va a ser un punto de inflexión en nuestras vidas. Muchos nos marchamos de nuestras casas, nos independizamos, y vamos a conocer gente nueva. Y que los profesores nos den esa confianza es muy motivador», dice Lucía. Ella y sus compañeros han escuchado varias veces esta semana que son parte importante del futuro del país. «Teníamos el cerebro enmarañado en 2º de Bachillerato y llegamos aquí y estos grandes especialistas que tienen página de wikipedia [risas generalizadas] nos transmiten su conocimiento y vemos que son personas de las que se puede aprender mucho. Y encima nos dicen que somos el futuro y eso nos motiva para seguir adelante con nuestra carrera científica, jurídica, humanística... hasta llegar al punto de poder hacer aportes a la sociedad y crear un mundo mejor», apoya Julián entusiasmado. Isabel hace aquí un inciso: «Quién sabe, a lo mejor dentro de unos años alguno de nosotros termina al otro lado del Aula», sugiere. «¿Te imaginas?», dicen sus compañeros.
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