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José Antonio Marina, ensayista y autor de medio centenar de libros, la pasada semana en la UIMP. Daniel Pedriza
«Si España pierde el tren del aprendizaje, seremos el bar de copas de Europa»
José Antonio Marina - Pensador y pedagogo

«Si España pierde el tren del aprendizaje, seremos el bar de copas de Europa»

El filósofo y divulgador reivindica el legado del mundo clásico y la importancia de cambiar los métodos de enseñanza actuales

Lunes, 7 de agosto 2023, 17:23

A su paso por Santander, para participar en la Escuela del Mundo Clásico de la UIMP, José Antonio Marina (Toledo, 1939), pedagogo, filósofo y ensayista, ha tenido tiempo de cumplir el protocolo cántabro y disfrutar de unas rabas. No es fácil para alguien que dedica unas cuatro horas diarias a estar atento y «estudiar» lo que ocurre en este mundo cambiante en diferentes campos.

–¿Todo lo que nos afecta en la actualidad es una herencia del mundo clásico?

–Todos tenemos una doble herencia; una el genoma biológico que recibimos de nuestros padres y otro el genoma cultural, que es la cultura que recibimos y en la que están cifrados muchos genes distintos, por ejemplo los del mundo clásico de Grecia y Roma. Pero en este momento hay, no solo un descuido en la transmisión de los saberes clásicos, sino más aún, desde las universidades americanas hay una especie de campaña en contra.

–¿Por qué?

–Se considera que fueron hechos por un pueblo blanco, hombres esclavistas y además colonizadores. Dentro de los movimientos identitarios actuales y de la cultura de la cancelación, parece que inhabilita al pensamiento clásico y debe ser excluido de la enseñanza. Se ha convertido en un problema político y debemos justificar por qué es valioso, de forma seria.

–Ha aportado el matiz emocional del imperio romano, como tituló su ponencia. Pero, si tuviera que explicarlo, ¿qué es lo más importante de ese legado?

–Es verdad que mi llegada a la historia ha sido porque creo que nos permite esa mejor metodología para comprender el presente y tomar ciertas decisiones. El pensamiento romano, sobre todo, fue una enorme meditación sobre el poder. El talento práctico que tenían les llevó a considerar que la finalidad de la inteligencia era resolver problemas. La mera contemplación no servía para nada. En este momento, eso es una gran enseñanza. En nuestra vida personal y política debemos subrayar que hay que saber plantear los problemas y tener la tenacidad para resolverlos sin dejar que se cronifiquen que es lo que pasa con frecuencia.

–Habla de inteligencia práctica y le dedicó un libro a la inteligencia creadora. ¿Qué opina de la inteligencia artificial?

–Es un tema al que he dado muchas vueltas. Desde el año 1957, cuando estaba en bachillerato, sigo por un azar venturoso la evolución de la inteligencia artificial. Es un colosal invento. Pero, como todos los inventos, muy poderosos, sobre todo, si son tecnologías de la inteligencia, hay que ver qué uso se hace de ello. Tenemos que saber cómo articular el poder enorme que tiene con unos proyectos humanos dignos, nobles y convenientes. Para ello hay que introducir esos conocimientos en un gigantesco plan educativo a escala mundial. No lo estamos haciendo. Nadie se está preocupando de ello y se producirá una disfunción porque la tecnología irá más rápida que nuestra capacidad para utilizarla.

–¿Quién, desde su punto de vista, debería ejercer esa responsabilidad?

–Desde hace mucho tiempo, necesitamos una nueva especialidad de diseño educativo en nombre de la sociedad. La pedagogía en este momento se ha quedado muy atrasada y no es capaz de aguantar este ritmo vertiginoso. Todas las naciones están en situación de emergencia educativa porque se dan cuenta de lo que pasa pero no saben bien cómo hacerse cargo de la situación. Quienes están invirtiendo más dinero y talento en formación son las grandes compañías informáticas porque quieren ser las grandes formadoras. Tenemos que ser capaces de organizar ese grupo de pensamiento poderoso para ver qué hacemos en el futuro. Debería ser una iniciativa de los gobiernos, que están siendo desbordados por la influencia de las tecnologías. Se han acomodado a ello, pero es una cuestión de vital importancia. Hemos entrado en la sociedad que tendrá que estar aprendiendo siempre y a mucha velocidad y si no ponemos en marcha las instituciones para hacerlo, nos vamos a quedar marginados. España perdió el tren de la Ilustración, de la industrialización y si pierde el del aprendizaje, podemos convertirnos en el bar de copas de Europa. No creo que tengamos más de cinco años de margen para organizar sistemas de educación permanentes. Podemos hacerlo, pero no hay movimiento

–Con respecto al estado actual de la democracia, también legado clásico, ¿es más optimista o cree que hay que hacer una revisión?

–Hay que hacer una revisión porque está cundiendo la idea de que la democracia no ha cumplido las expectativas que había despertado y no ha resuelto los problemas. Existe una tendencia en Europa, no a ir en contra de la democracia, sino a favorecer un modelo no liberal; autoritario, que imponga cosas por la fuerza, aunque sea con respaldo democrático. Como Hungría, Erdogán en Turquía o Trump en Estados Unidos. Son políticos elegidos democráticamente con modos autoritarios y dejando cada vez menos espacio a la crítica.

–Sin ese espacio para la crítica y la autocrítica, ¿se puede evolucionar como sociedad?

–Una de las guerras culturales más potentes que hay hoy en día es entre el modelo político de las democracias occidentales, con el pensamiento clásico como antecedente, y el modelo político de China, muy bien construido, a partir de sus clásicos, que es Confucio. Vamos a tener un enfrentamiento de filosofías clásicas, entre la grecorromana y el confucionismo. La nuestra se basa en los derechos individuales y la libertad como valor, y la suya en los derechos colectivos y la armonía social. Antes o después estallará y debemos estar preparados para saber por qué decimos que la solución occidental es mejor.

– ¿Cómo nos preparamos?

–Hay que estar intelectualmente vivos y la filosofía pasa por un momento de atonía, se ha cargado el concepto de verdad y el mundo es muy confuso y está contentito de estar confuso. La crítica es trabajosa y si los sistemas de inteligencia artificial nos pueden dar las soluciones, ¿para qué nos vamos a molestar en buscarlas? Te producen tal comodidad que se genera una claudicación. Antes, las democracias podían terminar por golpes de fuerza y ahora por pereza. La democracia verdadera no es régimen cómodo; es eficiente, es justo, pero necesita un tipo de participación y eso está muy claro en todo el enfoque romano.

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