Gomá reflexiona en la UIMP sobre «el gozo de ser mortal»

El filósofo Javier Gomá guió ayer a los alumnos de la primera 'Escuela del Mundo Clásico' de la UIMP a través de un viaje filosófico de la antigüedad a la modernidad, de la colectivización a la individualidad. «Porque ser moderno es tener deseos individuales, tener sentimientos, pasiones y asumir la condición trágica de lo humano», reflexionó el también director de la Fundación March.

En una conferencia titulada 'Cosmos antiguo, individuo moderno. La invención de la muerte en la modernidad', Gomá dividió el tiempo filosófico en dos, y el «momento axial», el momento que crea ese «hiato en la historia» y que fija un antes un después, es el siglo XVIII. Hasta ese momento llega la premodernidad; después comienza el tiempo moderno, «y la gran diferencia entre premodernidad y modernidad es que la primera tiene una interpretación del mundo como una cosmovisión», es decir, «lo importante hasta la premodernidad es la felicidad. Pero no una felicidad del individuo, sino la felicidad del todo», sostuvo Gomá. En la filosofía grecorromana, la muerte y la individualidad solo la abordan, y con matices, los poetas. En definitiva, «ser antiguo es generalizar», dijo Gomá, que apoyó sus reflexiones en lecturas y teorías de numerosos filósofos.

Sin embargo, con la modernidad, el interés general cede ante la «dignidad individual», y eso es un hito en toda regla. «Esto es nuevo en la historia de la cultura. No os lo vais a encontrar nunca antes del siglo XVIII. Nunca se había pensado en la idea que la polis debía ceder ante la dignidad individual. Es nuevo y es tributario de una conciencia del individuo absolutamente sin precedentes. El individuo tiene una dignidad incondicional, infinita», les dijo Gomá a los alumnos.

Ese nuevo temperamento moderno está marcado por el malestar. «El sujeto moderno descubre por primera vez la seriedad de la muerte», pero Gomá no entiende esto como sinónimo de pesimismo porque la eternidad puede ser hasta impersonal. «Solamente en la medida en que nos apropiamos de nuestra mortalidad, de nuestra finitud, solo en ese momento brotan aquellos valores y sentimientos que hacen la vida digna de ser vivida. Solo de la conciencia de que somos mortales nacen sentimientos como el amor, la amistad, la justicia, la ternura, la compasión, la benevolencia, la solidaridad, la ciencia, la filosofía...», expuso Gomá. Es decir, «ser moderno es asumir esa desdicha, pero al mismo tiempo sentir el gozo de ser mortal».

La 'Escuela del Mundo Clásico', dirigida por el catedrático de Antonio López Fonseca, pretende acercar a los alumnos -cerca de setenta en esta primera edición- «a todas las facetas del conocimiento de la Antigüedad grecorromana», también a la forma en que esas facetas siguen vigentes.

Además de Gomá, ayer contribuyeron a ese objetivo el filósofo y pedagogo José Antonio Marina, que habló sobre la 'Historia emocional del Imperio romano'; y Emilio del Río, profesor y consumado divulgador, que debatió sobre la necesidad de redescubrir el mundo clásico junto con el dramaturgo Carlos Tuñón. Ambos volverán hoy a La Magdalena para impartir dos conferencias con títulos sugerentes: '¡Cómo no vamos a estar locos por los clásicos!' y 'Todos somos hijos de Grecia'.

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