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Una docena de expertos ha abordado estos días en la UIMP un asunto de enorme actualidad: 'El futuro de la agricultura de regadío', una cuestión que no puede analizarse sin el impacto del cambio climático; que las asociaciones ecologistas tienen en su punto de mira -toda vez que los periodos de sequía son recurrentes y que el modelo actual alienta la «sobreexplotación» de los acuíferos subterráneos-, y que el Gobierno de España fía a la innovación y a la sostenibilidad.
En La Magdalena, el debate ha tenido un cariz multidisciplinar. Bajo la dirección de Lucia de Stefano, profesora de la Universidad Complutense de Madrid, y del catedrático Alberto Garrido, también director del Observatorio del Agua de la Fundación Botín, se ha hablado sobre políticas del agua, planes hidrológicos, balances de nitrógeno o estrategias de adaptación al cambio global. Y se ha dado contexto. Así, en España, «el regadío consume el 80% de todos los recursos hídricos que utilizamos», constató Garrido.
De este modo, la situación precisa de un análisis «de acuerdo con esa realidad de consumo». «Estamos viviendo momentos delicados por la escasez de agua, al mismo tiempo que se han aprobado los planes hidrológicos de las cuencas hidrográficas para siete años. Es el momento de preguntarse qué futuro tiene esta agricultura tan competitiva, tan eficiente y tan fuerte», indicó Garrido, para quien el objetivo es «que la agricultura de regadío sea sostenible y compatible con las proyecciones de cambio climático».
Sostenibilidad es la palabra clave o, al menos, una de las más repetidas. En ella insiste el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, que tiene sobre la mesa un plan de modernización «con las últimas tecnologías» para aumentar la eficiencia del regadío en cerca de 700.000 hectáreas agrícolas. La producción que deriva del regadío supone, además, 68.500 millones anuales en la balanza comercial del país, ha subrayado el Ministerio. En el curso de la UIMP también se ha hablado del regadío sostenible. ¿Cómo lograrlo? Garrido tiene claro que el primer paso para ser más eficientes es «manejar de manera óptima el sistema agua-suelo-planta, que es lo que permite aprovechar el agua que se aplica al cultivo de la forma más eficiente posible, aumentando el valor y la producción de las cosechas».
Pero esa tecnología también se puede aplicar en otro ámbito y eso significará «una revolución». «Estamos hablando del ámbito de la energía, esa es la gran revolución, la aplicación de las energías renovables a los regadíos, a la gestión del agua en las zonas rurales, porque estamos viendo que esas inversiones abaratan mucho el coste del agua para los agricultores, lo hacen mucho más eficiente y nos permite hacerlo mucho más sostenible», aseguró el director del Observatorio.
Las sequías recurrentes que sufre España -las lluvias del pasado otoño han sido escasas y esta última primavera, especialmente cálida- han activado de nuevo las alertas. En este sentido, Garrido defendió en La Magdalena que las políticas sobre el agua «no llegan tarde» porque «tenemos mucha experiencia, décadas de análisis con sequías previas e incluso más severas que la que estamos viviendo este año».
Sin restar importancia a la situación que viven las cuencas del Guadalquivir, las internas de Cataluña o la del Guadiana, Garrido matizó que «es evidente que no estamos improvisando». «Existe un gran conocimiento técnico, tenemos planes especiales de sequía, tenemos a las administraciones y unas leyes de agua que permiten el reparto para minimizar el impacto que podemos sufrir la ciudadanía», apuntó.
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