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La 'International School of Astrobiology José Comas i Solà' trae cada verano a la UIMP las últimas investigaciones sobre la búsqueda de vida extraterrestre. En su 19º edición, sus investigadores han puesto el foco en los mundos oceánicos alojados en las lunas de los ... planetas del sistema solar, como Encélado y Titán (en Saturno) o Europa y Ganimedes (en Júpiter). Todos objetivos clave para la NASA y la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) porque, dado que asumen los procesos físicos del agua y el hielo, presentan ambientes potencialmente habitables.
Los entresijos científicos de la Escuela y de estos mundos helados los dieron a conocer ayer Rosaly M. C. Lopes, científica de la NASA; Víctor Parro, director del Centro de Astrobiología (CAB), y Olga Prieto-Ballesteros, también investigadora del CAB y una de las científicas españolas involucrada en la misión 'Juice' que la ESA ha enviado a Júpiter en busca de vida en sus océanos. España ha contribuido al desarrollo de la misión en varios aspectos, como, por ejemplo, en el diseño y la construcción de la cámara 'Janus' o del altímetro 'Gala' a través del Instituto de Astrofísica de Andalucía.
Volviendo a los entornos helados, estos se componen de agua líquida bajo una capa de hielo, que puede tener hasta cien kilómetros de espesor, reveló Víctor Parro. Y «que haya agua líquida es uno de los requisitos fundamentales para la vida. Entender la química que hay en ese agua y sus condiciones es fundamental para saber si ha tenido lugar un origen de la vida distinto del de la tierra y si hay condiciones para ello», apuntó el investigador.
Sin embargo, las misiones de la ESA o de la NASA -la agencia estadounidense lanzará el año que viene la sonda 'Europa Clipper' y en 2030 hará lo propio con la 'Dragonfly', que viajará hasta Titán para estudiar su habitabilidad- no se centran tanto en encontrar vida, como en entender si esta podría tener lugar en ellos. Olga Prieto-Ballesteros incidió por su parte en que estas misiones tienen el objetivo de «confirmar» la presencia de agua líquida y comprender sus elementos químicos. «Van a ser determinantes para definir cómo es la habitabilidad de estos mundos y proseguir con el programa espacial hacia nuevos objetivos astrobiológicos más complicados como sería la detección de señales de vida», avanzó Prieto-Ballesteros.
De esta manera, «cuando sepamos más» sobre estos astros y estos mundos, «nos podrán decir seguro si la Tierra es un lugar único o no tan único», apuntó Carro en este sentido, ya que la idea última de todas estas misiones y de la astrobiología y es «entender la universalidad de la vida en el sentido amplio».
Y se puede ir más allá. Ahora se conocen más de 5.000 planetas extrasolares, la mayoría del tamaño de Júpiter, el más grande del sistema. Y si Júpiter tiene al menos setenta lunas, «imagínense la cantidad de lunas y mundos helados que puede haber en el universo», muchos de ellos «nichos potenciales para que se haya generado la vida», planteó Carro.
¿Y qué papel juegan las misiones privadas en esta carrera por hallar vida extraterrestre? Lopes considera «positivo» que empresas como SpaceX o Blue Origin (propiedad de Elon Musk y Jeff Bezos, respectivamente), ya que aportan desarrollo tecnológico a las organizaciones espaciales, si bien tienen una perspectiva «diferente».
La NASA ya ha colaborado con estas empresas para el desarrollo de tecnologías espaciales, aunque lo cierto es que estas entidades están «más centradas en la Luna» o en asuntos que implican al ser humano, sin entrar en el campo de la astrobiología o de la exploración de astros que están fuera del sistema solar.
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