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En primera fila y de izqda. a dcha: Isabel María Moreno, Eugenia Luisa Rodríguez y José Javier López. En segunda José María García, Alba Lancharro y Andrea Ixchel Martínez. Y en tercer término: José Joaquín Virtudes, Rocío Rodríguez, Esther Rodríguez y Jacob González. Alberto Aja
Las nuevas voces de la ciencia

Las nuevas voces de la ciencia

El Aula Blas Cabrera reúne en La Magdalena a 80 graduados universitarios con grandes expedientes. Diez de ellos explican sus motivaciones, sus deseos y sus temores. Investigar en España es un reto que ellos piensan superar

Mada Martínez

Santander

Lunes, 12 de agosto 2024, 07:52

En el Aula de Verano Blas Cabrera puede ocurrir que el ponente lance a la clase una pregunta sobre ingeniería y que uno de los ochenta alumnos de este encuentro de universitarios brillantes levante la mano y responda citando a Aristóteles. Esa versatilidad ha encandilado a José Joaquín Virtudes, 23 años, ingeniero informático de Sevilla que sigue con su especialización académica gracias a un máster y a una curiosidad que ha trabajado desde niño. Se inscribió en la UIMP para conocer los pormenores de la carrera investigadora en España, una puerta que no quiere cerrarse tras unos años de experiencia en el sector privado. Tiene en mente la fórmula del doctorado industrial, que le permitiría unir el mundo empresarial y el académico, tiene muchas ideas, quizá tantas como salidas hay en su campo, y en la UIMP ha querido darles forma y compartirlas.

Ese es, en esencia, el espíritu del Aula Blas Cabrera, que cada verano reúne en Santander a un puñado de graduados universitarios con buenos expedientes y con el objetivo de afianzar su carrera científica. Los ponentes les instruyen en asuntos varios –este año les han hablado de nanotecnología e ingeniería, de la América virreinal o el diseño de enzimas–, pero, sobre todo, les orientan en sus trayectorias en ciernes. ¿Cómo? Hablándoles de convocatorias competitivas, becas o programas, pero también de vivencias propias. La meta es forjar nuevas carreras científicas, tan prometedoras como dignas, estables. Porque de esta Aula saldrán «grandes investigadores que van a hacer cosas muy buenas», dice con todo el convencimiento Esther Rodríguez, 24 años, alumna de un máster que la habilitará para firmar proyectos como arquitecta. Quizá estemos hablando con una de esas grandes investigadoras. Ella quiere probarse. «En arquitectura es muy necesario investigar. De esa investigación surgen proyectos interesantes que pueden mejorar la vida de las personas», dice Rodríguez, vinculada al área de Urbanismo de la Universidad de Málaga e interesada en la reutilización de materiales en los campus universitarios. Su futuro pasa por hacer el doctorado, y, en un principio, zambullirse en la práctica científica. «Sí, porque una de las cosas que me define es la curiosidad».

Alba Lancharro tampoco quiere perder esa «curiosidad de niña» que tan lejos le ha llevado. Formada en Criminología y Derecho, doble grado que cursó en la Universidad Pablo Olavide, ahora hace un máster en ciencias forenses. «Fue una decisión difícil. Me gustaba todo mucho, siempre me he preguntado por el por qué de las cosas». En el Aula Blas Cabrera ha podido seguir haciéndose preguntas más allá de su disciplina –«quería abrir la mente»–, ha podido conocer «otras perspectivas, otros enfoques metodológicos» y tener alguna certeza más sobre la carrera científica y docente. Además de los ponentes, los compañeros han hecho de esta experiencia «algo inolvidable». «Me llevo muchos momentos. Todos tenemos en común la inquietud, las ganas de aprender, la curiosidad. Todos estamos en la carrera investigadora y podemos apoyarnos».

Están todos, también los filólogos, representados por Andrea Ixchel Martínez Marcos, 22 años, graduada en Estudios Hispánicos por la Universidad de Valencia, matriculada en un máster de investigación, y pensando ya en nuevos cursos de especialización. «Estoy muy contenta con mi educación y mi universidad. He hecho estancias fuera y me he dado cuenta de la calidad que tiene. Son buenos profesores y buenas personas». Martínez reivindica la presencia de las humanidades en los foros académicos, en la ciencia. A sabiendas de que no es fácil, ella quiere abrirse paso investigando en literatura. «Disfruto mucho leyendo y escribiendo», dice a modo de declaración de intenciones esta exalumna del Aula Ortega y Gasset –aula hermana de la Blas Cabrera, pero dirigida a bachilleres sobresalientes–. Su segunda experiencia en la UIMP ha sido igual de buena. «Es que no es solo académica, también es personal. Le tengo mucho cariño a la ciudad».

Dificultades en el camino

Ella y los demás saben que sus carreras no serán siempre un camino asfaltado y bien señalizado. «Es un tema que nos preocupa a todos: las becas, la financiación... En mi caso, además, creo que el doble grado no está bien valorado», dice Isabel María Moreno, cuya doble titulación de Matemáticas e Ingeniería Informática apenas cuenta en el camino hacia la FPU, una ayuda con mucho peso en el expediente. A punto de mudarse de Granada a Madrid, le gustaría hacer un doctorado de matemáticas puras porque, más allá de los socavones que entorpecen el camino, ella quiere ser fiel a sus intereses. «Las matemáticas siempre me encantaron. En Bachillerato ya leía libros de la carrera, sabía que había algo más, algo distinto. Y en la carrera –la cursó en la Universidad de Granada, UGR– te enseñan a pensar, creces mucho. Y me gustaría dedicarme a las matemáticas puras», dice con entusiasmo, el mismo con el que inicia una nueva etapa en el Icemat, becada por el CSIC. «Me ilusiona mucho y así me aseguro que podré investigar un año más».

Las mismas ganas exhibe Eugenia Luisa Rodríguez, 24 años, de Sevilla, graduada en Farmacia y con un máster en fisiología y neurociencia en su currículo. Los estudios le han supuesto mucho esfuerzo. «Son muchas horas, pero he tenido la suerte que escoger una carrera que me gusta mucho, me gustan todas las ramas». En la UIMP para ampliar su punto de vista, a Eugenia le gustaría investigar y en un nuevo acelerón académico, ha empezado el doctorado en fisiología con un grupo dedicado a analizar el binomio intestino-cerebro. «Cada vez se sabe más del tema y es fascinante».

¿Y no es también fascinante procesar enormes cantidades de datos de ADN y convertirlas en información biológica de utilidad para, por ejemplo, tratar enfermedades? Pues en eso está Jacob González, sevillano de 23 años, que sigue perfeccionando sus habilidades informáticas tras cursar un grado de Bioquímica y un máster de Biología computacional. «Me han gustado siempre las moléculas, cómo funciona la vida al nivel más fundamental. En la carrera me di cuenta del potencial de la bioinformática y en el máster supe que era a lo que me quería dedicar», admite Jacob, que se dispone a realizar un doctorado en Cambridge. Tiene asegurados cuatro años de investigación en 'plant science' y está entusiasmado. «Nosotros siempre somos positivos. Por el Aula han pasado muchos investigadores ERC», que son las siglas que remiten a las ayudas más prestigiosas y cuantiosas del Consejo Europeo y que, normalización mediante, sitúan a España a la altura de grandes potencias, dice Jacob. Idoia Murga Castro, directora del Aula en 2024, logró una de ellas. «Estamos a buen nivel», constata Jacob González.

Quizá una de las ERC del futuro sea para José Javier López, granadino a punto de cumplir 22 años, graduado en Ciencias de la Actividad física y el Deporte, que cursa un máster de investigación y que ya ha trabajado con un grupo que analiza la dimensión psicológica de los deportistas y cómo les influye el entorno. ¿Quizá sea ese un posible tema para su doctorado? Quizá, pero por lo pronto, López va definiendo sus intereses. «Me interesan la salud deportiva y la competición. Vengo del mundo del baloncesto y siempre me ha atraído el alto rendimiento, pero la salud está muy ligada... Estoy pensando qué itinerario elegir», admite. Además de jugar al básquet, José Javier es entrenador, sabe lo que pasa en las canchas y para no perder comba en otras áreas científicas se apuntó al Aula. «Las charlas son muy enriquecedoras y tienes mucha afinidad con los compañeros».

Hacer red entre ellos es importante. «Es muy bueno», coincide José María García, 22 años, que ya conocía la UIMP y que a su segunda cita en La Magdalena ha llegado con idea de entender mejor los itinerarios de la investigación en España, de saber cómo construir una trayectoria propia y empaparse de lo que ocurre en otras áreas. A punto de hacer un máster en Física teórica y Matemáticas en la UGR, su meta es continuar con el doctorado en mecánica de fluidos computacional en Sevilla. Su ilusión no impide a José María y a sus compañeros identificar las dificultades que entraña la carrera científica, muy competitiva: a veces el expediente no cuenta como se espera o los requisitos para la mentada FPU solo se logran con el doctorado. Así que plantean una «revisión» del proceso porque, como dice García, «no nos interesa [como país] perder a generaciones de científicos bien formadas».

Y menos científicos «que comparten la pasión» por la investigación, un rasgo distintivo de los alumnos de la UIMP, dice Rocío Rodríguez, que se apuntó al encuentro animada por la diversidad de enfoques. «Los ponentes han conseguido que abramos nuestro punto de vista». ¿Cómo? Explicándoles, por ejemplo, que el objeto de estudio puede cambiar a lo largo de una carrera científica, y que no pasa nada. «Nunca es tarde para iniciarte en el mundo de la investigación», dice esta joven de 24 años, con un grado en Psicología y un máster en neurociencia hechos, y un doctorado en ciernes. Aunque la salida clínica es quizá la más habitual en su campo, ella quiere investigar, y en la UIMP ha comprobado que es una meta compartida. «Tenemos en común el ansia por aprender, la curiosidad por cómo funciona el mundo y la pasión».

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