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Consciente de que la física y la tecnología cuánticas hacen torcer el gesto a la mayoría de los mortales, pero entusiasmado con la idea de avivar la curiosidad por ambas cuestiones, se presentó Ignacio Cirac en Santander la pasada semana. La UIMP lo invitó a impartir la lección inaugural de sus Cursos de Verano, y ante el atril y las autoridades convocadas al acto, el director en el Instituto Max Planck de Óptica Cuántica mostró sus artes divulgativas. Se empleó a fondo hablando de átomos, superposiciones, teorías centenarias o liderazgos científicos, y se obró el milagro: los asistentes profanos en la materia salieron (salimos) con un par de ideas cuánticas claras: el mundo microscópico de las moléculas es básico para entender y cuestionar este mundo macroscópico, y, además, aún está por conocerse el poder transformador de la tecnología cuántica, a todas luces disruptiva, pero con aplicaciones inimaginables a día de hoy. Hay muchas preguntas importantes sin respuesta. Si la tecnología cuántica revolucionará los servicios financieros, los sensores, los fármacos y la medicina, la producción de materiales, la inteligencia artificial, la logística o las telecomunicaciones es aún pronto para saberse. «Es lo que esperamos, y en algunos casos podremos decir que estas tecnologías cuánticas nos van a permitir hacer cosas que no son posibles, pero en otros casos son puras elucubraciones», advirtió Cirac. Tener «los pies en el suelo», evitar la grandilocuencia y «no levantar falsas expectativas» son consejos valiosos en ciencia.
Esta incertidumbre no es nueva. Un rápido vistazo al pasado muestra claramente que, en estado incipiente, los hallazgos científicos no desvelan todas sus aplicaciones. ¿Alguien era capaz de imaginar hace 80 años las posibilidades de los ordenadores? «Pues estamos igual con las tecnologías cuánticas», dijo Cirac en Santander, donde fue dejando un reguero de pistas y reflexiones acerca de este momento histórico. «Probablemente estemos viviendo la segunda revolución de la cuántica», declaró.
Poco antes de participar en la inauguración de la temporada académica con la ponencia Tecnologías cuánticas: ¿sueño o realidad?', Cirac asistió a un encuentro con medios de comunicación, y ya por la tarde protagonizó una charla con alumnos y alumnas de la Escuela de la Luz de la UIMP –la 'International School on Light Sciences and Technologies' celebrada la pasada semana–, donde, a buen seguro, transmitió sus conocimientos –fue premio Príncipe de Asturias de la Investigación en 2006 o Premio Wolf de la Física en 2013–, pero también su entusiasmo.
Para Cirac, los estudiantes y los jóvenes investigadores tienen la suerte de vivir a las puertas de una revolución que, «en cinco o diez años» podría traducirse en superordenadores cuánticos con una enorme capacidad de computación que darán servicio a los centros de datos. Por eso, la tecnología cuántica «es una muy buena apuesta no solo para los físicos o los matemáticos, que han sido los que tradicionalmente se han dedicado a esto, sino para los ingenieros o los informáticos», sostuvo Cirac.
Habrá que esperar pues a ver qué sucede en «cinco diez» años, el horizonte que marcan los científicos para empezar a dilucidar las potencialidades de las tecnologías cuánticas. «Puede ser que a lo mejor solo se utilicen para cálculos científicos y poco más», pero también puede ser «que entren en nuestras vidas» para darles la vuelta como un calcetín.
A pesar de que el condicional es el tiempo verbal más preciso en este momento, Cirac también sostuvo que el camino está resultado apasionante. «Las tecnologías cuánticas están experimentando un momento extraordinario» y los científicos y los jóvenes investigadores tienen «mucha suerte» de poder asistir y «dedicarse» a esta revolución «en ciernes», añadió el científico en Santander.
Suena todo muy novedoso, casi futurista, pero estas tecnologías se basan en la física cuántica, una disciplina con más de 120 años de antigüedad que Cirac logró esbozar en unos minutos el pasado jueves en el Paraninfo. Consiguió que los no iniciados en la materia imaginasen el mundo de lo pequeño, donde las leyes se cumplen de otra manera y «donde podemos hacer cosas que no son posibles en el mundo macroscópico». Porque en el mundo microscópico de las cosas no observadas «las propiedades no están definidas»; es decir, si no se observan, no se definen. Y eso enlaza con las superposiciones y con el famoso ejemplo del gato de Schrödinger, vivo y muerto al mismo tiempo.
Las superposiciones de los átomos están en la base de las tecnologías cuánticas. «El hecho de que tengamos muchas configuraciones a la vez quiere decir que tenemos aplicaciones en la computación mucho más rápidas y eficientes», apuntó Cirac. Los ordenadores cuánticos del presente son prototipos, solo se usan en el ámbito académico, cometen errores, pero anticipan «que ya son lo suficientemente potentes como para realizar algún cálculo de manera mucho más rápida que los superordenadores», expuso Cirac.
¿Y quién lidera la carrera cuántica? Si bien Europa y Estados Unidos van de la mano en la cuestión científica, la ciencia y la tecnología se producen «de una manera mucho más eficiente» en suelo americano. Y por otro lado, en los últimos cinco años, China ha invertido «cantidades ingentes» en la construcción de ordenadores y tecnologías cuánticos, «y ya está al nivel» de EE UU y Europa. Así que, en estos momentos, el desarrollo industrial lo lideran Estados Unidos y China, y Europa está a la zaga.
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