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Sara García Alonso asistió a los cursos de inmersión lingüística de la UIMP hace años, cuando aún no había empezado a cursar la carrera de Biotecnología, ni pensaba en el máster en Investigación Biomédica y Biológica ni en doctorarse 'cum laude', ni sospechaba que acabaría ... trabajando en el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas, ni que sería seleccionada por la Agencia Espacial Europea (ESA), convirtiéndose así en la primera astronauta española de la historia. Es probable que García Alonso no imaginase entonces que volvería a La Magdalena convertida en una estrella de la ciencia patria, además de en profesora del Aula Blas Cabrera de la UIMP. Ayer lo hizo y la expectación fue enorme.
A los alumnos del encuentro, todos flamantes titulados universitarios, les habló de biotecnología y, además, trató de inculcarles la idea de que «la investigación y la innovación» son las dos palancas del «progreso de un país». La investigación, aseguró, «es una profesión preciosa».
En su caso, el germen de su carrera está en esa «condición de exploradora» que se le manifestó desde bien pequeña. Con el paso del tiempo, ha encontrado en la investigación oncológica una forma de transformar el mundo, y en el trabajo de astronauta, «ese puntitio de aventura, de ir más allá, que tengo latente».
Sus referentes en todo este proceso no los encontró en los libros de historia, ni en las revistas de ciencia, ni en los manuales. «Mis referentes no tienen grandes nombres y apellidos», dijo García Alonso en La Magdalena, sino que le han salido al paso a lo largo de la vida: primero, fue su propia familia, «con mi madre, que sacaba adelante todo, o con mi abuela que hacía lo mismo»; y después, fueron sus compañeros de carrera, «que se atrevían a hacer grandes cosas», o sus profesores que, tras regresar de sus estancias en el extranjero, compartían lo aprendido. «El hecho de que esas personas se atreviesen me animó a pensar: si ellos pueden, yo también».
García cursó su carrera y su máster en la Universidad de León. Y eso, entre otras cosas, «es una demostración que desde la educación pública y desde universidades en la periferia se puede dar la formación idónea para llegar lejos». Incluso para ella fue una sorpresa entrar en la ESA con esas referencias. «Todos estamos un poco sesgados y tenemos prejuicios, incluso yo misma. Cuando presenté la candidatura dudaba siquiera de que me consideraran por venir de una universidad pequeña». Pero en ese «proceso ciego» de selección todo sumó. «Astronauta puede serlo cualquiera que reúna los requisitos y pase las pruebas», apuntó.
Ahora astronauta en la reserva de la Agencia Espacial Europea, García Alonso confía en que la misión que se le llegue a asignar -las misiones, aclaró, tienen que ver con las necesidades de los estados miembro y de la propia ESA- tenga que ver con su perfil científico: la investigación biomédica. Si, por ejemplo, el Gobierno de España financiase una «misión específica», como ya hizo con Pedro Duque, se podrían fijar un poco más los términos de la misma.
Una misión de esas características sería interesante para la ciencia española, toda vez que ayudaría a «avanzar en la investigación» que se ya hace en los laboratorios nacionales y sería un buen escenario para probar su tecnología. Y también sería un hito «por lo que representaría tener a la primera mujer en órbita haciendo investigación biomédica».
Otros profesores del Aula Blas Cabrera han destacado estos días que la ciencia en España avanza, mejora, aunque la financiación y la burocracia sean rémoras de peso. García Alonso coincidió en el diagnóstico. «La gente empieza a ser más consciente de la importancia de la investigación y de la ciencia en nuestro país, no solo para avanzar en el conocimiento, algo intrínsecamente bueno, sino para traer esas aplicaciones y beneficios a la sociedad. Quizá esa conciencia social está impulsando que desde los gobiernos se vaya invirtiendo un poco más en ciencia», apuntó en primer lugar la biotecnóloga.
Y si bien hay cambios, -«yo misma los estoy notando a nivel personal»-, en España «estamos todavía muy lejos del aporte necesario para que la investigación pueda funcionar con solvencia y tranquilidad», añadió. La burocracia también «ralentiza» mucho el progreso científico, así que «se están dando pasos» y la investigación va en la «buena dirección», pero «queda muchísimo por hacer».
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