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La disección sobre el papel de la Universidad como «un refugio ante las clasificaciones categóricas que se convierten en jaulas»; la apelación a «la libertad ... de pensar más allá de las fronteras geográficas y disciplinarias» y el convencimiento de que «no existe un único camino hacia la verdad sobre absolutamente nada» fueron algunas de las reflexiones que sembraron el discurso de la escritora Siri Hustvedt en el Paraninfo de la Magdalena tras ser investida Doctora Honoris Causa por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Precisamente la definición ya canónica de la identidad de la UIMP como «isla de libertad», que el Premio Cervantes, el poeta José Hierro expresó hace décadas, fue recogida por la autora de 'The Blindfold' (Los ojos vendados) al final de su intervención.
El pensamiento de la novelista, poeta y ensayista, reconocida por su obra «proteica», vertebró al tiempo la ceremonia académica de clausura de los Cursos de Verano. El crecimiento en las cifras de alumnado ratifican el cambio de tendencia de la institución académica, que mira ya hacia el horizonte de su Centenario con el firme propósito de «seguir mejorando en parámetros de calidad».
El acto, con escasa asistencia, que contó con la presencia del ministro de Sanidad, José Manuel Miñones y la presidenta del Gobierno cántabro María José Saénz de Buruaga, tuvo como madrina del protocolo académico a la catedrática de Literatura Norteamericana de la Universidad Complutense de Madrid, Isabel Durán. Hustvedt, de padres noruegos, fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras en 2019. También es 'honoris causa' por las universidades de Oslo, la Stendhal-Grenoble y la de Gutenberg-Mainz. La escritora, que protagonizó en la tarde del miércoles el ciclo 'En contexto' en el propio Paraninfo, inició su intervención de agradecimiento situándose «desde la humildad intelectual y con una fe firme en la libertad ilimitada de cada persona para aprender».
Tras recibir de manos del rector Carlos Andradas los símbolos y el abrazo que certificaban la investidura, Hustvedt trazó una reflexión sobre el conocimiento, el valor de la universidad y el elogio de lo «interdisciplinar» que, a su vez, precisamente una de las señas de identidad de la UIMP.
La autora de 'A Woman Looking at Men Looking at Women' (La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres) dejó expuesta con contundencia la claridad de sus ideas: «La certeza dogmática es enemiga de la verdad. El conocimiento tanto de las ciencias como de las humanidades se nutre de la fuerza de las dudas, de las preguntas abiertas, de las respuestas múltiples. El conocimiento es dinámico, no estático, pero no es una 'barra libre'. Se acumula al poner cuidadosa atención, razón, pasión, escepticismo inquebrantable y conciencia ética por los demás».
La escritora norteamericana defendió entonces la necesidad «apremiante» de la universidad como «refugio del aprendizaje sin censuras, donde todos los puntos de vista son bienvenidos, pero donde ninguno limite la libertad de expresión».
La escritora reconocida por su «obra comprometida y rigor científico», ahondó en su argumento: «Las universidades no son islas, son la cuna de investigaciones científicas que tienen usos comerciales y gubernamentales; el mundo del arte y la cultura pop aprovechan continuamente pensamientos y palabras que se originaron en el mundo académico y por lo tanto la libertad de aprender depende a menudo de realidades sociales que limitan el pensamiento como trasfondo inquietante de lo que se acepta y lo que no».
Sin salir del ámbito académico, matizó y alertó que «hablar libremente de las ideas puede requerir un traductor porque la especialización se ha vuelto tan profunda que incluso las personas que trabajan en el mismo campo pueden encontrarse con grandes dificultades». Además, los científicos y académicos se dedican principalmente a debatir entre ellos y «no van más allá de sus propias disciplinas». Mientras, «actualmente hay demasiada información –«la información no es conocimiento», precisó– y los datos se producen a un ritmo tan rápido que su significado no está claro». Sobre el intenso debate del vínculo entre máquinas y hombres, la ensayista y articulista confesó estar inquieta por la simplificación y selección de datos introducidas por el hombre. «Es este impulso humano de simplificar mediante categorías fijas y la necesidad de controlar a otras personas, a los procesos naturales, y la arrogancia de la predicción, lo que pone en peligro el libre pensamiento, no las máquinas en sí».
Hustvedt, que junto a su esposo, Paul Auster, también escritor y aspirante al Nobel, han trazado una intensa relación de vida y literatura, comentó que ninguna disciplina por sí sola puede explicar la complejidad del ser humano. «El sueño de la interdisciplinaridad o la transdisciplinaridad se basa en la humildad, en creer que alguien que trabaja en otro edificio de tu universidad puede ser la persona que necesitas para resolver un problema complejo. Significa resistir la falsa jerarquía que valora un medicamento por encima de una idea filosófica; que trata la poesía o las novelas con una forma de conocimiento inferior a la química».
Más firme en su tramo final, la escritora aludió a que «la democracia de las ideas es ruidosa, indisciplinada y polémica, pero solo sobrevivirá en el diálogo robusto que reconoce a los otros como socios iguales, no como prisioneros de alguna categoría que los denigra y embrutece».
Tras recordar la pandemia, la guerra en Ucrania, o las catástrofes climáticas, subrayó: «No importa cómo de brillantes sean, las ideas gobernadas por categorías inflexibles lanzadas dentro de habitaciones sin airear no resolverán nada. La creatividad no vendrá desde un campo único o desde una única forma de ver el mundo. Vendrá del reconocimiento de la complejidad, ambigüedad y de una variedad de categorías alternativas. Vendrá de la experiencia y la profundidad, de la imaginación, la curiosidad, la pasión ética y la humildad intelectual cuando nos enfrentamos al otro».
En la laudatio Isabel Durán recorrió de manera documentada y didáctica los rasgos, factores y señas de identidad de la escritura, pensamiento y territorios intelectuales de la autora de 'Un mundo deslumbrante': «Muy característicos y eruditos, que le hacen casi única». Sus libros, destacó «respiran interculturalidad pero también 'nuevayorquismo', una observación «inteligente, cercanamente distante de sus complejos personajes; un feminismo muy personal que nunca cae en clichés; y un interesante protagonismo de temas relacionados con la historia, el arte, la literatura, la neurociencia y el psicoanálisis».
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