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El escritor Ramón Andrés DM
«Nuestra sociedad es una inigualable victoria del ego»

Ramón Andrés

Escritor
«Nuestra sociedad es una inigualable victoria del ego»

Ensayista, traductor y edito, reflexionará sobre su obra en la tribuna de los Martes Literarios

Lunes, 26 de agosto 2024, 08:39

Escritor, ensayista, traductor y editor, Ramón Andrés (Pamplona, 1955) se ha puesto en todos los lugares posibles en la elaboración de un libro. Con esa premisa, ha publicado 13 ensayos, el último, 'Los no llamados por su nombre. Matthias Grünewald, el pintor', este mismo año. También de este 2024 es su último poemario, 'Oír las grietas (Antología poética, 1988-2023)' que se añade a dos diccionarios, tres libros de aforismos, ocho traducciones e incontables premios, incluyendo el Nacional de Ensayo y de la Crítica. Sobre todo ello disertará en la tribuna de los Martes Literarios.

–¿Qué escucha alguien que escribe sobre música cuando no tiene que escribir sobre música?

–Trabajo siempre en silencio, salvo si lo que tengo que escribir no exige demasiado, me refiero a los escritos que nada tienen que ver con lo que escribo en los libros. Cuando es así, escucho casi siempre música polifónica, mucho laúd, mucha viola da gamba.

–¿Cómo lleva su misión de hacer de las letras y la música una forma de resistencia?

–De hecho, escribir fuera de lo que se acostumbra es ya una forma de resistencia, una manera de significar que lo silencioso, lo elaborado fuera del tiempo real, me refiero a lo no sujeto a las modas, ahora llamadas absurdamente tendencias, es ya una oposición a un modo de hacer fuera de los usos comerciales, los usos del mercado.

–Al recoger el premio Príncipe de Viana señaló que la cultura estaba viviendo un desmantelamiento progresivo. Era 2015. ¿Cómo ha evolucionado el daño?

–Lamentablemente, esta deriva no deja de acentuarse. Este declinar sigue en paralelo al de la democracia, cada vez peor alimentada por la comida rápida de las ideas poco elaboradas.

–Ha realizado funciones de editor en dos publicaciones y en otras cuatro como traductor. ¿Es un creador polifónico?

–Quien se dedica como yo a estos menesteres, acostumbra a no ceñirse a un solo camino. La pasión te lleva a traducir autores que quieres ofrecer al lector; lo mismo que editar escritos que deseas que estén en las bibliotecas de los lectores.

–¿Es más difícil ser indulgente con los textos de otros o con uno mismo?

–Con uno mismo no se puede ni se debe ser indulgente, no sólo por responsabilidad, sino por respecto al lector.

–¿El ego es un mal consejero para un ensayista?

–Es un mal consejero para cualquiera. El ego hay que mantenerlo a raya, es insaciable, a menudo estúpido. Nuestra sociedad es una inigualable victoria del ego.

–Como las ninfas de Monteverdi, ¿siente que vive entre dos mundos sin pertenecer a ninguno?

–Es curioso cómo lo ha intuido usted. Desde mi infancia he vivido con naturalidad entre dos mundo, para bien y para mal.

–Su 'Diccionario de música, mitología, magia y religión' fue señalado como uno de los mejores del año. ¿Es una de sus aspiraciones, lograr un texto por encima de los demás?

–Lo único que me lleva a escribir, a trabajar, es un sentido ético, exprimir cuanto pueda dar. No me apiado de mí, pertenezco, en este sentido, a la vieja escuela del rigor y del sacrificio, tan desprestigiado hoy. Y, se lo aseguro, no me mido con los demás autores, pues cada uno labra un camino distinto, separable, único, por así decir.

–¿Mira habitualmente al pasado como territorio creativo, porque le suena mejor que el presente?

–No es que 'me suene' mejor que el presente. El pasado es un cúmulo impagable legado por lo que nos han antecedido. Paradójicamente, el presente 'está por ver', pese a que transcurra ante nosotros. Además, hoy es un presente que se atropella a sí mismo y por ello es confuso y anecdótico.

–¿Se ve a sí mismo habitando el Renacimiento? ¿Habría disfrutado más?

–Sin duda, no. Que «cualquiera tiempo pasado fue mejor», no es cierto, por definición.

–¿Con qué pensador o compositor le hubiera gustado disfrutar de una sobremesa?

–Con Johann Sebastian Bach.

Método

«Pertenezco a la vieja escuela del rigor y el sacrificio, tan desprestigiado hoy»

– Afirma que somos una especie condenada a la espera, con la paradoja de vivir en una sociedad que lo quiere todo de forma inmediata. ¿Hay solución?

–A corto plazo, no. Cuando nos hayamos roto, aprenderemos de nuevo a esperar.

–¿Ciencia, arte y pensamiento están cada vez más alejadas?

–En el pensamiento dominante, sí; en el pensamiento crítico, no.

– Si le menciono a Wagner, ¿qué viene a la cabeza?

–Ah, ya sé por qué lo dice. Mi padre inundaba la casa de Wagner cuando yo aún vivía en ella. De pequeño crecí entre fortissimos y estallidos, marcialidad, monumentalidad. Me escapé en el canto gregoriano y en Bach.

–¿La que para usted es la más completa de las artes es la menos valorada?

–La música se valora, pero no se toma partido por ella. Tiene la condena de entretener, se la piensa demasiado a menudo como un añadido, como un aderezo para el ocio.

–Entre silencio y ruido blanco, ¿qué es mejor para reflexionar?

–El silencio absoluto, que es mental.

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