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Alas once de la mañana la cafetería del Campus de Las Llamas es un continuo trasiego de gente que acude a su descanso para tomar ... un café, comer un pincho o disfrutar de una tostada. Todos están cortados por el mismo patrón: son jóvenes, son extranjeros, sonríen sin cesar y tratan de comunicarse, con más o menos pericia, en la lengua de Cervantes. Ese es, precisamente, su objetivo: aprender español durante su estancia en Cantabria y también descubrir la cultura. El Campus de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo recupera tras el parón de la pandemia la completa presencialidad con el objetivo de volver a cifras anteriores y elevar a este coqueto lugar de la capital cántabra a cotas académicas superiores.
El pilar fundamental en el que se sustenta la actividad aquí es, sin duda, los 'Cursos de enseñanza de lengua y cultura españolas'. Es su seña de identidad. La actividad docente comenzó el pasado 20 de junio y finalizará el próximo 10 de septiembre. Ahora, en la recta final del mes de julio, son 150 los estudiantes que llenan las aulas deseosos de conocer los entresijos de un idioma que a algunos les resulta «complicado» pero no por ello menos motivante.
«Estudian los tres niveles: A, B y C (de mayor a menor), y de los que más hay son del tipo B», explica Margarita Alfaro, vicerrectora de Relaciones Internacionales y Estudios de Lenguas.
Un simple vistazo a la cafetería sirve para comprobar que hay alumnos llegados prácticamente de todas las partes del planeta. «Vienen de muchos lugares diferentes. Tenemos representación de todos los países europeos, de hecho la colonia mayoritaria está formada por italianos, y también de países más lejanos como Japón o Nueva Zelanda», subraya. «Además tenemos convenios con varias universidades estadounidenses con las que ya existe un fuerte vínculo. Es el caso de la Universidad de Michigan, el Darmouth College y la West Virginia University», añade.
En el Campus se respira juventud. Es un crisol de culturas con un denominador común: todos tratan de esforzarse por comunicarse en español, aunque sean compañeros de pupitre en la universidad de su país. Es el caso, por ejemplo, de Keisuke Hasegawa. Este es su primera vez en España, y también en la UIMP. «Mis compañeros de trabajo en Japón me recomendaron que viniera concretamente aquí. Que era un buen lugar para aprender español y una muy buena universidad», explica con una sonrisa de oreja a oreja. «Hace un año que comencé a estudiar el idioma porque me hace falta para la labor que desempeño allí y estoy encantado. Las clases son muy interesantes, los profesores son muy amables y aprendo mucho. Disfruto cada día», insiste.
La West Virginia University, como cita Margarita Alfaro, tiene un convenio con la UIMP. Ahora en julio hay casi una veintena de estudiantes procedentes de allí. «Es un servicio que nos ofrecen y, de hecho, es la única oportunidad que tenemos de conocer España y de paso Europa», explica Kalin Stanley. «Llevo estudiando español desde los catorce años y cuanto más aprendo, más quiero aprender. Estoy enamorado de la lengua, la cultura y la literatura españolas», recalca.
Para propiciar la mejor enseñanza en el menor tiempo posible, las clases son intensivas. «Acudo al aula entre las nueve de la mañana y la una de la tarde, y por la tarde tengo otras dos horas», relata Stanley.
Pero no todo es estudiar. Su visita a Santander también les permite descubrir la cultura que emana de las calles y que otorga a España un carácter diferenciado. «Aunque nuestro principal cometido es que aprendan la lengua y la cultura españolas, ellos también se divierten fuera. A muchos les llama la atención, porque en sus países no pueden, el bullicio de las calles, las terrazas o el simple hecho de poder tomarte algo a los 18 años. La 'fiesta' como dicen ellos», explica Begoña Mirones, jefa de estudios de Las Llamas.
«Lo que más me gusta es la gente y la playa, y también la cultura y el flamenco», afirma Kalyani Modi, alumna estadounidense de Nueva Jersey que estudia en West Virginia. «Me llama mucho la atención el interés que tienen los profesores en que aprendemos bien el español. Mucho más que los de Estados Unidos. He aprendido más español en las dos semanas que llevo aquí que en todo el tiempo que llevo estudiando este idioma en mi país», subraya.
Como muchos de sus compañeros, Modi decidió aprender español por el mismo motivo: «En mi país hay una comunidad muy importante de hispanohablantes y yo estoy estudiando enfermería. Es muy importante para mí aprenderlo bien. Me resultará muy útil en mi futuro trabajo para poder comunicarme con los pacientes», relata.
Reconoce, en cambio, que las clases «son más difíciles porque aquí, a diferencia de allí, no podemos hablar en inglés, lo que eleva la dificultad pero nos hace aprender más».
La mayoría de estudiantes de español terminan el curso a finales de mes, aunque mucho de ellos están deseando volver. «El año que viene quiero regresar para aumentar mi nivel de español», afirma Walker Gladwell, de Carolina de Norte (Estados Unidos). Sin apenas acento americano, explica los motivos, además de los académicos: «Me gustan las playas, la gente, que es muy amable, la comida, las fiestas, la historia y también la arquitectura». En cambio, Grabiela Wert, de Pensilvania (EE UU) hay otro: «Es mi tercera vez en España. Conozco Madrid, Sevilla y Salamanca, pero en el norte, por suerte, hace menos calor».
En Las Llamas estarán encantados de acogerlos de nuevo. Ellos son el impulso principal de esta parcela de la UIMP, aunque no el única. Además de los cursos de español, la oferta se completa, entre otras cosas, con la Formación de profesorado de español como lengua extranjera (FPLE) y los diferentes cursos avanzados y talleres, como los de traducción e interpretación.
Francisco Matorras - Vicerrector del Campus de Las Llamas
Cuando accedió al cargo de vicerrector del Campus de Las Llamas, de mano del rector Carlos Andradas, Francisco Matorras tenía claro que quería «dar una vuelta» al rumbo de la sede de la UIMP. Pero lo quiere hacer con calma, sin prisa y apoyado en el potencial de los cursos veraniegos de español.
–El primer gran mes del verano ya encara su recta final, ¿qué balance hace?
–La sensación es de alegría porque estamos volviendo a niveles de actividad y presencialidad prepandemia. Cuando esto se cortó por el virus, como a todos, nos costó arrancar. La gente está contenta. Tenemos cifras de alumnos parecidas a las de otros años, quizá aún un poco por debajo.
–¿Ha costado arrancar?
–Tenemos programas específicos con universidades americanas que ya desde mayo han empezado a venir. Se empieza con miedo y reticencias, lógicamente, pero ha habido demanda y la gente está satisfecha. Tras dos años de parón, ha habido cosas que hemos tenido que desengrasar, como es lógico. Además, somos un equipo nuevo. En general, estamos muy contentos porque estamos retomando la actividad sin grandes problemas.
–A su llegada al cargo, dijo que el presupuesto les dejaba poco maniobrabilidad. ¿Qué piensa ahora unos meses después?
–Sigue la misma tónica, tenemos problemas de personal para meternos en nuevos proyectos, que es lo que nos gustaría. Los cursos de español están consolidados y se autofinancian. Lo que comentaba entonces es que, cuando una persona llega a un cargo nuevo, piensa en hacer cosas; y tenemos los recursos que tenemos. El Campus incluso se queda pequeño para lo que nos gustaría hacer. Hemos empezado por los proyectos consolidados que tenían que revivir tras el bache de la pandemia.
–¿La UIMP ha recuperado el brío perdido?
–Nosotros hemos hecho un esfuerzo en mantener lo que está en marcha y se ha apostado fuerte por la programación de verano, sobre todo en el Palacio de la Magdalena, que es nuestro gran escaparate. No es lo único que hay en la UIMP, pero sí lo que más se ve.
–Las Llamas siempre vive a la sombra de La Magdalena.
–La estrella son los Cursos de Verano en el Palacio. En Las Llamas tenemos estos programas de enseñanza de lenguas. El problema es que la actividad del verano esta consolidada, pero fuera del verano nos gustaría lograrlo también.
–¿Es uno de los grandes retos que tiene por delante?
–Sí, lo es. El reto es la desestacionalización. De mayo a septiembre tenemos mucho y el resto del año no tanto. Ofrecemos también actividades culturales aprovechando el Paraninfo, hay una residencia artística que queremos potenciar, hay acuerdos con la Universidad de Cantabria para el teatro... El verano en Santander está bien, pero hay diez meses que hay que reforzar.
–¿Es una empresa asumible?
–Hay que tomárselo con moderación, debemos hacer cosas pero no todo el primer año de nuestro desembarco. Para mi equipo es nuestra primera vez al frente de Las Llamas. Tenemos socios con los que nos gustaría hacer más cosas. Hay un proyecto con una universidad china para que vengan aquí a estudiar un programa de turismo en colaboración con la UC y la Escuela Altamira. Sería tener un grupo de chinos durante todo el curso. Estamos trabajando para tratar de ponerlo en marcha en el curso 2023-2024.
–¿Qué valoración personal hace de su llegada?
–Para mí también es un reto. La Universidad Internacional Menéndez Pelayo es diferente al resto, te obliga a hacer cosas distintas y te permite hacer cosas distintas.
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