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La conmemoración del 90 aniversario de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo y, al mismo tiempo, la Presidencia española de la Unión Europea han abrochado el trayecto académico de los Cursos de verano. Su rector, Carlos Andradas, muestra su satisfacción porque pese a celebrarse menos cursos, ... se ha incrementado el número de alumnado. No obstante, considera que el objetivo prioritario es recobrar la presencia de los jóvenes que son el elemento esencial de la Universidad. Este otoño entregará al Ministerio el Plan Estratégico de la institución. El objetivo es revertir una situación derivada de la pérdida presupuestaria desde hace más de una década, o los problemas de personal y administrativos. Tras cumplir su segundo año de mandato, Andradas se muestra convencido de que existe conciencia clara para ir mejorando.
–Estos días habrá madurado sus reflexiones sobre los Cursos. ¿Qué radiografía dibuja?
–Estamos contentos de cómo ha transcurrido. Empezamos, la verdad, con varias turbulencias: primero, la inesperada muerte de Nuccio Ordine, una de las estrellas invitadas, gran figura humana e intelectual, con el que habíamos mantenido una gran relación; después llegó la convocatoria electoral de julio que afectó a la organización de algunos cursos ligados a estancias institucionales y oficiales, y temimos por una especie de efecto dominó que, finalmente, no se produjo. Hemos celebrado al final diez cursos menos que en 2022 y, sin embargo –de ahí la satisfacción–, el número de estudiantes ha superado en unos 200 a la cifra del pasado año (4.676, 4.080 en La Magdalena y 597 en el Campus de las Llamas, de 43 nacionalidades diferentes). Y, al margen, las cosas creo que han funcionado bien y la calidad y la altura de los cursos ha sido estupenda.
–Desde fuera da la sensación de que ha sido un curso de transición, a la expectativa, con un ojo en lo electoral y otro en el proceso del día a día...
–Partíamos de una doble finalidad: consolidar cosas, iniciadas en algunos casos en nuestro primer curso. Hemos recuperado colaboradores tradicionales. En paralelo el nivel de patrocinios ha mejorado significativamente; y, por otro lado, hemos puesto cosas nuevas que se irán consolidando. Ha sido importante tomar como hilo conductor del curso a Europa, lo que ha propiciado contar con determinados ponentes y temas. Y en este contexto quiero destacar un curso en particular con el Ministerio de Asuntos Exteriores ('España en el mundo: la UE') que sirve de base para contar con una convocatoria anual y tribuna estable de análisis del papel de España en el mundo en diferentes contextos. Otra iniciativa interesante ha sido la puesta en marcha de la Escuela de Estudios Clásicos que, pese a ser una apuesta incierta, ha tenido una respuesta masiva. Y hemos celebrado por primera vez en La Magdalena, la Conferencia de Economía Española y ya tenemos el compromiso con el Banco de España de que se perpetúe, de modo que la sede de este encuentro sea en Santander. Y, a corto plazo, combinarla con una nueva Escuela de Economía. Además, hemos recobrado la Semana de la Radio y dos iniciativas que para mí tienen mucho valor: la Escuela Eunice, en la que participa la Universidad de Cantabria, y de la cual somos entidad colaboradora, con el fin de convertirse en escuela estable de verano con presencia de alumnos de todas las universidades vinculadas a este foro multidisciplinar. Y EIBA (Business), otra Escuela Internacional que entronca con el sello de esta universidad y que esperamos pueda convocarse aquí de forma anual, o con cierta periodicidad
–¿No hay una contradicción entre subrayar constantemente que esta Universidad tiene futuro y al tiempo lamentar la falta de una dotación económica más contundente?
–Sí y no. La Administración española es complicada y la necesidad de recursos está ahí. De hecho en un curso de este año hemos debatido sobre el modelo de financiación en la universidad, un mal endémico del sistema. Desde el mismo Gobierno hay un reconocimiento de que desde el año 2010 ha habido una pérdida del 20% del presupuesto y, efectivamente, no se ha recuperado. Estamos por debajo. Pero a nivel público hemos mejorado con los patrocinios y hay que destacar el esfuerzo del Ministerio y el que hizo el Gobierno cántabro (un 10% aportado bajo la vicepresidencia de Pablo Zuloaga). Confío en que ese inicio de recuperación se vaya consolidando. Existe una conciencia clara de que es una situación que debe remediarse, a ser posible con una velocidad mayor. Me gustaría que el año próximo hubiese un incremento en el presupuesto del ministerio pero el escenario más probable apunta a una prórroga de presupuestos.
–En perspectiva está sobre la mesa el Plan Estratégico. ¿En qué estado se encuentra el proceso?
–Mi voluntad es entregar al Ministerio el borrador del Plan Estratégico en el mes de octubre. Ahí hacemos, desde el equipo de Gobierno, una reflexión de cuál es la situación actual. Por ejemplo la necesidad de que exista un apoyo económico estable que permita el vuelo, la navegación en piloto automático de la universidad. En el Plan, por supuesto, se habla de otros problemas como el del personal, el de dificultades administrativas. En realidad, se trata de buscar fórmulas para agilizar los procesos porque creo que podríamos hacer más cosas, o por lo menos con menor esfuerzo y con más tiempo para abordar otras. En definitiva, más organización. Pero siempre dando prioridad los Cursos de Verano que son el ADN de la UIMP e intentando traer a gente de primerísima línea cada año. Luego hay que seguir actuando en otras áreas como es el posgrado, insistir en el área de formación a lo largo de la vida y participar en investigación. Nosotros no tenemos investigadores ni profesores en plantilla pero no ello no es óbice para que podamos participar como coordinadores, catalizadores de proyectos en colaboración con universidades, el CSIC...
–El rector César Nombela, al que se homenajeó este verano, estaba convencido de que la opción de futuro para la UIMP es la de contar con presencia fuera. ¿Comparte esta reflexión?
–La presencia en el exterior es importante. Pero ese es un segundo escalón. Tenemos primero que consolidar el presente en Santander y en otras sedes. Ya existe, no obstante esa representación fuera, a través del Ministerio de Universidades, con la participación en ferias. Y tenemos en cartera la realización de actividades conjuntas que pueden traducirse en cursos con universidades de Latinoamérica y EE UU. Pero primero hay que consolidar lo que tenemos con unas bases firmes.
–Se han abordado cuestiones importantes con rigor que no han tenido quizá su reflejo mediático correspondiente, pero basta una frase de Borrell sobre Rusia para llegar lejos. ¿Resulta frustrante?
– Sí, pero las cosas son como son. Y uno no sabe muy bien cómo funcionan los mecanismos de los altavoces de las cosas. Hay que tener mucho cuidado siempre con el cómo y el dónde se dice algo. Sí, en este sentido, resulta frustrante que a veces se haga hincapié en determinadas anécdotas por encima de la sustancia de los cursos.
–Esa oportunidad que representa el hecho de que la universidad de verano esté cambiando, ¿cómo cree que debe plasmarse?
–Estamos recuperando la presencialidad. Algo que ha costado. Era uno de los enigmas: saber si había espacio después del bum de lo on line para la presencialidad, que es precisamente una de las señas de identidad y de los valores de esta universidad. Encontrarse cara a cara. Y tenemos que recuperar a los jóvenes, atraerlos más. El estudiante de la UIMP es variopinto. pero hay mucho interés en recobrar a los jóvenes que son el elemento esencial y fundamental de la UIMP. Y en este contexto trabajamos con las becas cuyo número tiene que aumentar.
–¿La marca UIMP goza de buena salud, o está en peligro?
–La experiencia de mis dos veranos me dice que no está en peligro. Goza de un reconocimiento indiscutible. Y prueba de ello es que el propio ministro ha estado aquí en tres ocasiones. No creo en absoluto que esté en peligro. Lo que hay que procurar es trabajar para hacerla mas sólida y grande. Y, para ello, es lo que pedimos: un esfuerzo económico y trabajar en la mejora de dotación de personal. Me preocupa más que lo del presupuesto, aunque estén ligados.
–¿Y sigue pensando que la UIMP es un proyecto que merece la pena?
–Sí, sin duda. De lo contrario, no estaría aquí. El día que llegue a la conclusión de que el proyecto no lo merece, lo dejo. Mi intención es dejar la UIMP en una situación que juegue el papel y brille como lo hizo en los 80. Es casi imposible pero tocando teclas distintas puede seguir jugando ese papel. Y precisamente el que las universidades de verano estén en cuestión, permite hacer de ello una oportunidad.
–¿Y en lo más personal, tras gestionar una universidad tan diferente como la Complutense?
–Estoy contento y me siento querido. Y tengo que decir que, pese a la dimensión de una y otra, me quita más el sueño la UIMP que la Complutense en su día. La evolución, la construcción de la programación con perspectiva y esa necesidad constante de reinventarnos cada año. Hay cosas que se van consolidando y otras que son de larga tradición, pero hay que seguir renovando y construyendo cosas nuevas. Tenemos que jugar el papel de ser una institución que descubra a los referentes del mañana.
–90 aniversario, este año Europa ¿y en 2024?
–Lo pensamos. Algún leitmotiv tendremos, pero aún no puede desvelarse.
–El titular de Universidades, Joan Subirats, aseguró en la propia Magdalena que «en los últimos años se ha ido constatando un cierto alejamiento entre la universidad y la sociedad». ¿Entiende ese análisis?
–Pues precisamente la UIMP tiene en esto ventaja, en el sentido de que somos una universidad muy pegada a la sociedad y ese pacto social es fundamental. Hay muchos ejemplos que demuestran que queremos estar al lado de la sociedad, no solo empresas, entes públicos, organismos, instituciones, sino en ser ese lugar donde se abordan todos los problemas acuciantes.
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