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La juventud de un artista reside en su incansable voluntad de búsqueda y en su capacidad para seguir asombrándose de su propia creación. En Jaume ... Plensa ambos factores están presentes. En su paso por la Universidad Internacional Menéndez Pelayo dejó clara su permanente intención de hacerse preguntas y de explorar. Y cuando se asomó a la fachada sur del Palacio de la Magdalena, y se encontró con su 'Carlota', el artista mostró una emoción que se asemejaba a la del descubrimiento de quien se detiene a reflexionar sobre su primera creación.
La intimidad en el espacio público. La luz en la oscuridad. El silencio como revolución. La invitación a acariciar la escultura.
Del noray simbólico que sirve de base a su escultura, icono ya de este noventa aniversario de la UIMP, a la «Galaxia Plensa» de su proceso creativo, definida así por el catedrático José Jiménez, el cosmos poético del artista español más internacional envolvió la jornada académica, cultural y conmemorativa de la UIMP en la que fue investido doctor honoris causa.
En su discurso de agradecimiento Jaume Plensa trazó una metáfora de vida y arte con su propio cuerpo a lo largo del tiempo, en ese «tránsito del sueño a la realidad», vertebrado por su convencimiento de que «descifrar la palabra creación es hacerse preguntas sin respuestas».
Un nombramiento que reconoce, por parte de la decana de las universidades de verano, «su extraordinaria labor escultórica, capaz de acercar la belleza a todos los ciudadanos, y por ser uno de los grandes artistas internacionales de nuestro tiempo».
Escultura, cuerpo y poesía, la fugacidad de la luz y el hambre de belleza atravesaron la piel de su discurso. La creación, desde su nacimiento, y los 66 años de exploraciones para desvelarla. En este sentido, dijo, «el cuerpo es un espacio de exploración que lleva al mundo de los opuestos, un mundo que tiene en la escultura su estado más puro».
El híbrido, la ecuación «sociedad y naturaleza que yo denomina espacio público está en ese ir y venir desde mi intimidad hasta lo público y comunitario, que ha sido la tónica constante de mi labor como artista». En su reflexión, con evocaciones a sus padres, a su infancia, a lo iniciático, apeló a lo fundacional y espacial que permanece en él desde que se escondía en el piano vertical de su padre: «Cuando tocaba descubrí la vibración de la materia, la profunda vibración de la vida que une y vincula al todo».
Cada ser humano, describió poéticamente Plensa, «es un lugar, un espacio habitable que se desplaza y desarrolla, esas ciudades edificadas con cuerpos. Cada vez que un ser humano muere, una casa se cierra y se pierde un lugar. Mi obra es su memoria: la fijación congelada de tantos cuerpos desarrollándose y desapareciendo de la fugacidad de la luz. Mi obra es su volumen».
E insistió en su reflexión: «El cuerpo de la sociedad tiene hambre de belleza y el arte condimenta con lo esencial la banalidad de lo cotidiano». Su estudio de trabajo, a modo de 'palacio de los sueños', «siempre está abierto y nunca se ha aislado del latido de la sociedad. Es un faro en la tormenta, la transformación permanente del yo en nosotros». Y dijo gráficamente: «Estoy de nuevo abrazando la escultura, su tremenda capacidad para percibir lo más divino, lo más abstracto, lo innombrable, ese agua que siempre se nos cuela entre los dedos».
LA ESCULTURA
CREACIÓN
La escultura, como fuente inagotable de preguntas, «está palpitando entre nosotros; nos invita a fabricar el silencio más necesario, el que nos permite escuchar la voz de la comunidad». Es también «el gran espejo donde se refleja el rostro de todos los ignorados», sentenció.
«Todo lo que nos ha unido a lo largo del tiempo y nos ha reunido hoy aquí (en La Magdalena) tal vez no sea más que un deseo, una sombra, una ilusión, que vaga perdida en la gigantesca geografía del territorio que llamo mi cuerpo», expresó de modo concluyente.Antes se preguntó sobre «cuántas veces nos parece fracasar en todas nuestras iniciativas sin darnos cuenta de que tal vez estamos simplemente en la esquina equivocada de la narración». Y confesó: «Siento envidia de mis proyectos, de las intervenciones que han regenerado espacios, que habitan en parajes maravillosos y que, en su diálogo común, evolucionan hasta convertirse en inolvidables».
El rector Carlos Andradas, como rúbrica de la ceremonia, hizo hincapié en el compromiso de la institución académica «con el arte, la creación y la belleza, aunque tampoco se olvida de la ciencia y la técnica, que deben ir de la mano del humanismo para que su finalidad última sea el progreso y la plenitud del ser humano. Y ahí el arte juega un papel imprescindible». «En la sociedad de la crispación, la guerra, los fundamentalismos tus esculturas llaman a la serenidad, a superar el ruido con el silencio, a seguir descubriendo a los otros a través de la escucha y el diálogo. El papel principal del arte es hacernos más humanos», destacó Andradas.
Plensa (Barcelona, 1955), siempre desde la reflexión y la mirada serena, minutos antes de la ceremonia celebrada en el Hall Real, confesaba cómo ha intentado con su trabajo, sobre todo en el espacio público, hacer «la transición del yo al nosotros. Y siempre me he tomado como una gran responsabilidad introducir belleza en el día a día de la gente aunque no te lo hayan pedido».
A su juicio, «mientras un museo es la casa del arte, en la calle, en la vida cotidiana, no sabes qué te encontrarás, lo que al artista le fascina». En consecuencia, ha buscado por todo el mundo «expandir la idea de que la belleza es algo que tendríamos que compartir con lo cotidiano. Sin darnos cuenta, la gente la abraza y va creciendo con ella».
A pocos metros de donde se ubica imponente su escultura 'Carlota', de 4,5 metros de altura, que en principio preside la vida académica de la UIMP hasta el final de los cursos en septiembre, Plensa subrayaba: «He intentado buscar y encontrar la belleza de distintas maneras. Aún estoy en ello, aún no lo he encontrado», aseguró.
El Premio Velázquez de la Artes apuntó que la sociedad «se ha vuelto muy individualista. Es un momento de selfis, todos nos hacemos las fotos a nosotros mismos». La calidad de la sociedad no se mide por conjunto sino «individuo por individuo pero juntos. Esto sería lo bellísimo: qué bien estamos juntos con todas nuestras diferencias». El escultor incidió en que busca que su obra «invite a la caricia porque es una forma de entender la vida introduciendo ternura en el día a día». Su popular obra de la plaza Colón de Madrid «ha dado así ternura a un lugar que era tremendamente duro», y Carlota, en Santander, «está dando un mundo interior en un espacio exterior. Esta contradicción me pareció al principio muy compleja pero veo que la gente lo va abrazando y entiende y estoy feliz», precisaba. Sobre el doctorado de la UIMP el artista catalán recordó que siempre intentó huir de la academia. «Pero es un honor que este acto sea en la casa del conocimiento, y en un lugar de belleza extraordinaria, que irradia energía». El artista resaltaó que «la vida está llena de profesores de los que he aprendido», pero precisó que la academia también significa la consolidación de un lenguaje. «Los grandes profesores son los que enseñan sin que te des cuenta», añadió. «Yo lo he aprendido en la calle, en la vida, moviéndome de aquí para allá, sin saber muy bien lo que buscaba y quizá por eso he encontrado cosas que no me esperaba».
El catedrático de la Universidad Autónoma de Madrid, José Jiménez, a quien une una amistad de treinta años con Plensa, fue el encargado de la laudatio. Jiménez definió a Plensa como «un artista plural, abierto; un artista total». Jiménez retrató a «un artista independiente y sumamente exigente, cuya obra nunca es imperativa sino que es delicadeza, silencio y sensibilidad». Y describió la 'Galaxia Plensa', que «tiene en común lo poético, la pureza de líneas y formas, la búsqueda del silencio, el juego de los contrarios, (...) un sentido poético abierto para que el espectador encuentre su respuesta. En su galaxia, la poesía se hace escultura».
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